Default
Mientras la era cambiemista fue una fiesta interminable de endeudamiento, el quinto peronismo está, una vez más, intentando darle sustentabilidad a la ecuación de pasivos
El 28 de agosto de 2019, Hernán Lacunza, encargado de la liquidación póstuma del macrismo, anunció un default. Ayer, Martín Guzmán, el ministro de Economía del gobierno de Alberto Fernández, también. Primero, las similitudes. En efecto, son dos cesaciones de pago.
Luego, las diferencias. Aquí no se están incumpliendo obligaciones generadas por el propio defaulteador (¿cómo podría serlo en tan corto tiempo?). Se trata de uno de los tantos papeles que inventó Luis Toto Caputo, ya en la deriva del casino de inviabilidad absoluta que fue siempre la gestión de Mauricio Macri. Además, al revés que entonces, cuando se buscó asegurar reservas para quemar en el cuidado de la cotización del dólar entre las PASO y el día que se definió la derrota CEOcrática (y garantizar el carry trade hasta el instante final), aquí se las está cuidando con administración cambiaria estricta (que, sumada a tasas de interés normales, clausuran el bicicleteo). Por último, mientras la era cambiemista fue una fiesta interminable de endeudamiento, el quinto peronismo está, una vez más, intentando darle sustentabilidad a la ecuación de pasivos.
Pero, en definitiva, es un default, y va a costar caro. La pregunta que viene inmediatamente después de eso es si existía una alternativa menos costosa. Otra duda razonable que plantearon algunos es por qué si se iba a ir hacia este escenario no se lo definió de entrada, el mismo día de asunción de Alberto. Aquí podríamos ampliar el interrogante a la estrategia global de renegociación de la deuda insostenible que dejaron Macri y María Eugenia Vidal: ¿hay alguna?
Parecería que sí cuando se observa que la jugada de endurecimiento arranco coordinada con los bonos que le tocó afrontar a Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Tienta pensar que la maniobra incluye la expectativa por un costado diplomático a cargo del Fondo Monetario Internacional, que pediría clemencia para con Argentina, lo que se habría gestionado en la reciente gira europea del presidente Fernández; mientras Guzmán sale a morder tobillos. Y por detrás de todos ellos, la vicepresidenta CFK, chumbando desde Cuba nada menos, advirtiendo que, cuidado, valoren que estamos yendo por las buenas, podemos acudir a las malas. Sólo queda creer.
Puede no gustar, puede no resultar. De nuevo: ¿había otra dentro del sistema financiero oficial, por así llamarlo? En Twitter, el siempre recomendable @sinecdocal propuso acudir a China y a Rusia, cambiando de acreedores, apostando a nuevos alineamientos geopolíticos. Algo parecido había planteado @yendoamenos cuando, a fines de 2014, el sistema judicial norteamericano, con su fallo a favor de los fondos buitre, pareció más bien castigar el desendeudamiento argentino, obligándolo a volver a empacharse en Wall Street. Así empezó el camino de Macri, que duraría apenas dos años y medio hasta que tuvo que salir corriendo a pedir la escupidera del FMI para terminar.
Sería una hipótesis de máxima, quizá última movida si la cosa se empantana de más.
Conviene, en ese sentido, comprender que la propia Cristina diseñó otro tablero, no sólo con su propuesta de corrimiento a favor de Alberto, sino ya desde antes, con su propio giro hacia la moderación, cuando aún parecía que podía ser ella. Y, en realidad, tanto ella como todo el peronismo prefirieron la dificultad al no agitar demasiado el tembladeral en que estaba el ex alcalde porteño desde el amanecer de 2018. Así, lo ayudaron a completar su mandato, pero también se compraron un escenario complejísimo, inédito para el movimiento acostumbrado a ser el bombero que salva a los heridos de entre los escombros del incendio. Esta vez le ha sido encomendado evitar las llamas, y eso cuesta más. Por si fuese poco, amenazan también la híper y la recesión. Los compañeros caminan a través de una cuerda fina sobre un volcán a punto de erupción.
Si se piensa, tampoco la historia del kirchnerismo es sacar de entrada la mano más pesada. Néstor Kirchner llegó con el default ya declarado, en tanto aquí se procuran una quita y un período de gracia sin estar aquello todavía formalmente declarado. Guzmán, de hecho, comienza a avisar que si eso se requiere para ablandar voluntades, no le temblará el pulso. Y hasta las estatizaciones de CFK, aún las de su segundo ciclo, llegaron luego de largos períodos en los que se tensaba, pero nunca sin inicialmente negociar. Al borde, pero ineludiblemente del lado de adentro.