Desde el Gobierno se ha impulsado una campaña para desprestigiar al movimiento obrero argentino. Esta estrategia, en gran medida apoyada por los sectores libertarios, se desarrolla principalmente en redes sociales, donde se ataca y ridiculiza a los dirigentes sindicales, buscando así que la sociedad se vuelva en contra de ellos y más precisamente en contra de los sindicatos. El objetivo es claro: reducir el sindicalismo argentino a su mínima expresión y debilitar los derechos que los trabajadores han conseguido a lo largo de décadas.

Utilizando espacios públicos como las estaciones de tren y en aplicaciones oficiales como Mi Argentina, el Gobierno proyecta mensajes que responsabilizan a los sindicalistas por los problemas laborales, simplificando en exceso la situación. En una publicación reciente, una imagen viral impulsada desde el oficialismo muestra a un trabajador mal nutrido pedaleando una bicicleta mientras carga a un sindicalista obeso, insinuando que los trabajadores sostienen una "casta sindical" que se aprovecha de ellos. Sin embargo, esta visión ignora los beneficios del sindicalismo para los trabajadores. En países sin una estructura sindical fuerte, como Pakistán, entre tantos otros, se observan condiciones de trabajo infrahumanas. Dentro de Argentina también vemos disparidades: en zonas rurales, donde el sindicalismo tiene poca presencia, los niveles de precariedad y explotación laboral, incluso infantil, son alarmantes. Muy contrario a lo que ocurre en las ciudades donde existe una presencia sindical más fuerte, por ende,no se ven tales abusos laborales en masividad.

La imagen viralizada por el gobierno presenta al trabajador como un esclavo del sindicalista, lo que resulta profundamente irónico, ya que la esclavitud en la historia de la humanidad solo pudo ser superada en gran parte gracias al asociacionismo de los esclavos, forma primitiva de sindicalismo. Los esclavos, al organizarse y asociarse, lograron dar los primeros pasos hacia su libertad, buscando mejorar sus condiciones a través de un sistema de apoyo mutuo. Este primer sindicalismo, nacido de la necesidad de los esclavos de unirse para protegerse, fue fundamental en la lucha por su liberación. Así que, contrariamente a la imagen del “trabajador esclavo del sindicalista”, debemos recordar que el sindicalismo ha sido, históricamente, una herramienta de emancipación, no de opresión, y es gracias a esa forma de organización que los trabajadores lograron, en muchos casos, avanzar en sus derechos y alcanzar grados de libertad.

En este contexto, vale recordar el pensamiento de Adam Smith, el padre de la economía liberal, y uno de los mayores referentes de los Libertarios, quien, aunque no defendía abiertamente los sindicatos, reconocía en la riqueza de las naciones que existía un desequilibrio en el mercado laboral: los empleadores se organizaban para mantener bajos los salarios, mientras que a los trabajadores no siempre se les permitía asociarse. Aunque no era pro-sindicatos, Smith entendía que los trabajadores también necesitaban unirse para equilibrar el poder de los empleadores.

Por otro lado, la dirigencia de LLA vincula el meme de la bicicleta con el trabajo no registrado, responsabilizando al sindicalismo, pero contra a lo que se afirma desde la dirigencia Libertaria y en redes sociales, el sindicalismo no es responsable de la mitad de la población laboral en negro. Este problema se relaciona más con la falta de inspecciones y con la inexistencia de la "policía del trabajo". Los dirigentes y simpatizantes de La Libertad Avanza argumentan que los empleadores evitan registrar a sus empleados por temor a litigios laborales. Sin embargo, esta afirmación es errónea: un trabajador sin registrar puede también demandar a su empleador, y el costo de una demanda puede ser mayor.

Creer que todos los empresarios están a favor de la formalización laboral es una ingenuidad. Igual que creer que con la eliminación del déficit fiscal, la creación de un contexto favorable para el crecimiento de empresas (algo que no ocurre) y sin multas por trabajo informal, el problema tenderá a solucionarse solo no es real, de nada servirá todo esto sin inspecciones rigurosas.

El empresario que contrata informalmente también paga salarios más bajos que los establecidos en el convenio colectivo, por eso ese tipo de empresario no blanquea si no es por obligación. Hasta el propio Adam Smith reconocía que los empresarios tienden a reducir costos y salarios lo más posible, incluso si esto afecta la productividad de sus empleados. La realidad es que un trabajador bien remunerado y registrado contribuye más al crecimiento económico, ya que puede consumir, acceder a servicios y vivir dignamente.

Por lo tanto, en vez de debilitar el control laboral, lo que se necesita son inspecciones eficientes que obliguen a los empleadores a cumplir con la ley. También es importante recordar que las multas por trabajo no registrado se introdujeron en 1991 con la Ley Nacional de Empleo Nro. 24.013 y no han resuelto el problema de fondo, sino que lo han potenciado. El argumento de que quitar estas sanciones impulsará la formalización es ilógico, como decir que eliminar las multas de tránsito hará que la gente respete más las señales de tráfico. Las estadísticas del INDEC muestran que, tras las recientes reformas laborales, el empleo registrado cayó mientras el trabajo no registrado creció un 25%, algo que el Gobierno presenta como un logro sin aclarar que este crecimiento se da en el empleo informal y en el monotributo, muchas veces de manera fraudulenta.

Lejos de ser un obstáculo o una carga, el sindicalismo es un pilar esencial para garantizar los derechos laborales y la estabilidad económica en el país. Reducirlo, como lo propone el actual gobierno, solo dejará a los trabajadores más vulnerables y sin defensa ante los abusos de empleadores inescrupulosos.