El negacionismo cool del PRO se enfrenta a la conciencia del genocidio
Por Octavio Ciaravino. ¿Qué es lo que se construye frente a la tradición argentina de Memoria, verdad y justicia? ¿Qué nuevo artefacto se intenta aplicar para diluir esta conciencia creciente?
Hoy las plazas de todo el país vuelven a condensar la historia y la singularidad argentinas. Las marchas del 24 de marzo saben de todo tipo de contextos y de gobiernos, se han realizado ininterrumpidamente desde mediados de la década del ochenta, durante los noventa menemistas, la Alianza, el 24 de marzo de 2001 y de 2002 también, y durante los últimos 13 años. Siempre cada vez más gente, más organizaciones, más ideas y más discusiones se han ido acumulando en torno a la conmemoración de esa fecha. Lejos de entrar en el cauce de los homenajes y recuerdos momificados por la burocracia, se mantiene como un hecho social insoportablemente vivo, que constituye una singularidad argentina irrefrenable. El contexto actual contrapone nuevamente una tecnología del olvido contra la masa en acto.
¿Qué es lo que se construye frente a la tradición argentina de Memoria, verdad y justicia? ¿Qué nuevo artefacto se intenta aplicar para diluir esta conciencia creciente? Vale decir que no se está construyendo nada nuevo, solo podemos atisbar unos retoques cosméticos a las viejas ideas de negacionismo, guerra sucia, dos demonios o cosas por el estilo.
Ya desde los inicios de la gestión PRO, se empezaron a ver las primeras intentonas de redefinir la historia reciente desde la torpe chicana, enunciadas por algunos funcionarios visiblemente desmejorados hasta llegar a la boca del presidente de la Nación. Concretamente el PRO ha intentado una variante de "negacionismo cool" que es necesario revisar desde el inicio
El negacionismo es una corriente de pensamiento multiforme y mundial que pretende negar, minimizar, tergiversar o invertir los genocidios que han ocurrido en mundo. Tiene especial relevancia el negacionismo al holocausto nazi o Shoah. Pero también se aplica a la negación del genocidio armenio, sudafricano, en Ruanda y tantos otros. En Argentina ocurre lo mismo con el Terrorismo de Estado y la desaparición forzada de personas durante la última dictadura militar.
Esta corriente funciona de manera similar a otras ideologías que suponen algún tipo de supremacía moral de algunos seres humanos sobre otros, por tanto, justifica la acción del genocida y por descarte el lugar de las víctimas. El racismo o el sexismo operan de manera similar, pasando de una etapa bruta y directa a una sofisticada, implícita o disimulada cuando estas ideas acaban siendo condenadas universalmente. Por ejemplo el racismo explícito se transforma en racismo simbólico cuando los movimientos por los derechos civiles y las luchas populares logran condenarlos, formas de racismo simbólico son por ejemplo acusar a las personas racializadas de aprovecharse del Estado en virtud de su debilidad. Estas ideologías operan en conjunto con la dominación de clase, pero no la explican completamente.
Es un tema de unánime rechazo en todo el mundo, aunque con diferentes aproximaciones a la forma que las sociedades democráticas deberían reaccionar ante esta ideología. Formas brutas de negacionismo son las que refieren a la inexistencia lisa y llana de un genocidio, pero las formas simbólicas de negacionismo apuntan a la minimización, la dilución de responsabilidades (teoría de los dos demonios) la puesta en discusión de datos históricos secundarios, la minimización de las víctimas en cantidad o en calidad del daño. Y muchas otras falacias o formas retoricas de minimización o tergiversación.
La Comunidad Europea considera un acto de negacionismo del holocausto nazi desconocer, tergiversar o falsear alguna de las siguientes estimaciones 1) El plan (existió un plan sistemático de exterminio planificado y centralizado fundado en razones políticas, racistas y pseudo eugenésicas); 2) El método (se construyeron centros de exterminio y se planificaron las formas de exterminar y ocultar) y 3) El número (Relativizar el número de 6 millones de judíos exterminados).
Un elemento a destacar de las recomendaciones internacionales es el concepto de "estimación representativa" que refiere a una cifra, a un lugar, una fecha, etc. que se convierte en unidad de sentido unívoca. Es una estimación porque la propia naturaleza del hecho a que refiere impide un proceso de cálculo o identificación normal Es de esperar que un estado genocida no publique estadísticas fiables sobre sus actos terroristas. El holocausto nazi significó el exterminio de 6 millones de judíos; discutir la cifra o relativizarla es igual de infamante que relativizar o cuantificar la condición humana de una persona, o la soberanía de una Nación. Es un acto de agresión directo a la comunidad que se considera víctima.
Tomando los estándares europeos aplicables al holocausto y al genocidio armenio, el presidente Macri incurrió en un acto grave de negacionismo al cambiarle el nombre al genocidio cometido durante la década del 70 y al relativizar el número de víctimas. Tanto en Alemania como en Sudáfrica esto significaría la inhabilitación para ejercer cargos públicos.
Una distinción especialmente alarmante, tomada en cuenta por los organismos de derechos humanos y la literatura especializada, refiere al rol social del emisor del discurso negacionista. Se distingue nítidamente si parte desde un lugar de poder o desde el llano social. Al igual que otras pseudoideologías como el racismo o la xenofobia, son discursos que circulan en la cultura, pero cuando son enunciados desde una instancia de poder ya sea formal o informal constituyen un peligro social y exigen el rechazo de toda la comunidad así como la resistencia activa hasta tanto, quienes ejercen el poder depongan la actitud. Esto es así de importante, porque una estrategia de negacionismo exitosa prepara el terreno para el próximo genocidio.
Argentina es reconocida en todo el mundo por la profundidad y efectividad en la defensa de los derechos humanos, la justicia y la memoria. A diferencia de otros países que sufrieron genocidios, aquí se busca un tratamiento integral del terrorismo de Estado indagando las razones que motivaron a los genocidas; las consecuencias sociales, políticas y económicas; el juego de alianzas institucionales e informales entre los factores de poder que contribuyeron u ocultaron aquellos crímenes; deconstruyendo los discursos legitimantes y los arreglos institucionales para diluir u ocultar las responsabilidades. Todo esto acompañado del tratamiento judicial de los genocidas en el marco de la justicia ordinaria y las plazas llenas de todo el país.