En su vista a Portugal, el candidato para el Frente de Todos, Alberto Fernández dijo que ese país es un ejemplo para emular si logra ser presidente. Para Fernández, el ajuste del gobierno portugués es una “alternativa social a la austeridad neoliberal.” Tiene razón, Portugal no bajó el gasto social, pero si hubo un ajuste importante en dos ámbitos sensitivos para un Peronista como Fernández: los salarios y la obra pública.

Después de la crisis de 2008, Portugal cayó en una recesión fuerte. Entre 2009-2013, el PIB del país desplomó por un 8% y, dada a la circulación libre de gente en la UE, la población vio una retracción de casi 300 mil personas entre 2009-2018. Sin embargo, el nivel de desempleo aumentó fuertemente, llegado a nivel máximo de 16.2% en 2013 (en el segundo trimestre de 2019 hubo 6.3 % de desempleo).

Ese nivel de desempleo oculta un mercado laboral debilitado en términos de remuneración y calidad de trabajo.

El costo laboral real cayó más de 5% entre 2009-2018. Eso fue gracias, en gran parte, de un cambio en la composición del empleo. Por ejemplo, en 2009, menos de 9% de los trabajadores con una ocupación a tiempo completo ganaban el salario mínimo; en 2018, era casi 23% de los trabajadores. Además, en la primera mitad de 2018, el 40% de empleo creado pagaba el salario mínimo. La combinación del desplome del número de trabajadores en el país y una reducción dura de salarios explica el descenso llamativo de la masa salarial desde 64% de PIB en 2009 a 54 % en 2017.

Portugal ahora tiene una cuenta corriente en balanza gracias a ese ajuste. Como dice el Fondo, “una depreciación significativa del tipo de cambio real [costo laboral], un auge turístico y una consolidación fiscal han llevado a un reequilibrio significativo hacia el sector externo.”

Supongamos que Fernández no quiere copiar Portugal de esta manera, debe decir entonces cómo van a impulsar un boom de exportaciones para achicar el déficit crónico de la cuenta corriente.

Fernández elogia el gobierno portugués por no bajar el gasto social durante la crisis. Pero Portugal contó con muchas ventajas que a Argentina le faltan. Primero, Portugal se beneficia de las transferencias del UE, que significa casi 1.5% del PIB—un gran alivio para el país.

Segundo, para pagar el gasto social, el país cortó muchísimo sus gastos en inversión pública. Antes de la crisis, el estado invertía entre 6 y 3% del PIB en infraestructura. Entre 2016-2018, invertía solamente 1.8% de PIB. Peor todavía, su inversión neta (excluyendo el consumo de capital) fue -2.9% en ese periodo. Entonces, Portugal está comiendo su stock de capital para financiar gastos sociales.

En comparación con Argentina, la infraestructura portuguesa es sumamente mejor. Argentina tiene un gran déficit de infraestructura gracias a miles de millones de dólares perdidos en corrupción en el anterior gobierno y tiene dificultades de atraer inversión con tanta incertidumbre política. Y sin tener la UE para dar transferencias, Argentina necesita a crear las condiciones para atraer inversión privada en las obras públicas.

El ejemplo Portugal

Además, Portugal contó con el apoyo político, institucional y financiero de la Troika: el Fondo Monetario, la Unión Europea y el Banco Central Europeo. En total ellos dieron al país 78 mil millones de Euros (alrededor de 87 mil millones de dólares) a un país con un cuarta parte de la poblaciòn de Argentina. Argentina solamente cuenta con una, el Fondo y 57 mil millones de dólares que no van a alcanzar.

Para el próximo gobierno, no hay más salvadores ni atajos.

La salida de esta crisis para Argentina va a necesitar una mezcla de pragmatismo en el corto plazo y un plan estratégico de largo plazo que involucra a la oposición y los actores sociales. Forjar un plan de largo plazo debe ser independiente de un signo partidario porque es esencial para dar la confianza para las ahorristas y los inversores. Sin ese compromiso, la grieta va a subvertir cualquier intento de superar la crisis estructural del desarrollo argentino.

(Fuentes: FMI, Banco Mundial, OIT)

*PhD en ciencias políticas por la Universidad de Toronto. Twitter: @NicSaldias