¿Cuáles son los desafíos internos que condicionarán la política exterior de Alberto Fernández en el inicio 2021?
Comenzó el 2021, y con él las expectativas de relanzar una gestión que poco pudo lucirse en su primer año al mando del Gobierno Nacional. ¿Cuáles serán los principales desafíos para este año?
Este nuevo año renueva las expectativas, es cierto. Pero también –y yendo al caso argentino- deja en evidencia los temas pendientes en el plano nacional que son incluso anteriores a la administración de Fernández y que deberán resolverse en los próximos meses. ¿Cómo condiciona esto a la política exterior?
Como mencioné en un artículo anterior en este medio, empecemos por el principio: Alberto Fernández asumió el 10 de diciembre de 2019 la conducción de una Argentina con altos niveles de deuda externa y con una marcada pérdida de confianza por parte del mundo.
En efecto, la política exterior durante el primer año de gestión estuvo orientada –con los acotados márgenes de acción que dejó la pandemia- a dar respuestas a estos dos problemas de base: renegociar la deuda externa y recuperar la confianza internacional. Sin ellos, difícilmente se pueda avanzar en el resto de los objetivos orientados a “Poner a la Argentina de Pie”, lema que el actual presidente mantuvo durante la campaña presidencial de 2019.
Si bien en ambos casos hubo avances, estos objetivos siguen pendientes. Respecto a la deuda externa, se logró un acuerdo con alta adhesión de los acreedores externos en un programa de pago que alivia a las cuentas externas en el corto plazo, pero todavía resta la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Dicha negociación está en marcha y podría traer noticias en el primer trimestre, aunque también necesitará de soluciones en el plano interno, principalmente en lo que hace a la macroeconomía (otro asunto pendiente que heredó el gobierno actual y que sigue presente en la actualidad).
Respecto al otro gran objetivo (y digo “gran” porque es algo que difícilmente se pueda lograr en el corto plazo), hubo gestos de parte del Gobierno Nacional hacia el mundo, tanto en lo simbólico (sostenimiento de vínculos más institucionales y menos ideológicos), como en lo material (el Proyecto de Ley para la Sostenibilidad de la Deuda Pública y el compromiso del ministro de Economía Martín Guzmán respecto al equilibrio en las cuentas fiscales son dos ejemplos). No obstante, esta estrategia por momentos genera rispideces en el plano interno, donde ajustan los intereses cruzados y las diferentes visiones hacia dentro de la alianza gobernante, el Frente de Todos.
A lo mencionado hasta aquí se suman otras urgencias internas que condicionarán la política exterior durante este año.
Uno de ellos es el que refiere a la adquisición de vacunas contra el Covid-19, una necesidad inmediata en medio de un panorama donde la pandemia parece no dar tregua y donde el mundo se disputa la adquisición de la mayor cantidad de dosis posible para sus ciudadanos. Esto condicionará y generará efectos sobre la política exterior de Fernández. Basta observar lo que sucedió semanas atrás con el embajador argentino en China, quien fue desplazado por tomar vacaciones en medio de la negociación con el país asiático para adquirir la vacuna producida allí.
De fondo, el gran dilema: las elecciones de medio término que se llevarán a cabo en octubre de este año. Allí Fernández deberá encontrar un equilibrio entre las reformas que pretende (y aquellas que se les genere en el propio plano internacional, principalmente desde el FMI, donde se terminó el tiempo de las intenciones y comenzará el de las acciones) y las que el conjunto de actores en el plano nacional le permitirán. Un equilibrio que será difícil de encontrar.
Estas tensiones deberán convivir con los dos grandes desafíos electorales del Gobierno: en primer lugar, mantener su posición en el Senado y mejorarla en Diputados; en segundo lugar, será fundamental asegurar la estabilidad en su propia coalición de gobierno, el Frente de Todos.
En este punto, no es menor tener en cuenta que así como deberá encontrar consenso con el conjunto de actores dentro y fuera del país, también deberá hacerlo con los argentinos y las argentinas que votarán en octubre. Cabe mencionar que el presidente inició el 2021 con niveles de aprobación superiores al 40% (Analogías le da 58,7%; Rouvier & Asociados 52,8%; Zuban, Córdoba y Asociados 46,5%; y Management & Fit 40,5%).
Además, más allá del desafío electoral, el Gobierno necesitará del apoyo institucional del Congreso y de los gobernadores (y de otros actores no gubernamentales) de cara al acuerdo con el FMI y el posible compromiso fiscal y financiero que el país deba abordar. Este acuerdo resulta fundamental para el futuro del país, y, en efecto, del gobierno de Alberto Fernández. Lograr el acuerdo podría acompañar a otras mejoras en el plano económico que daría parte del alivio que hoy necesita el país en su frente externo.
A estos condicionantes internos, debemos añadir un último desafío vinculado a la política exterior, y es el que refiere a llevar la presidencia pro-témpore del Mercosur en un contexto donde el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea está en stand-by, donde no existe sintonía ideológica con el Gobierno de Brasil (el otro gran socio del bloque), y donde los intereses internos vinculados al aparato productivo no dejarán de presionar.
Por lo dicho hasta acá, 2021 será un año largo y difícil para el gobierno argentino y su política exterior, donde el panorama económico no ofrecerá el mejor escenario, y donde la política estará atravesada por un proceso electoral clave.