“El boletín” de Alberto Fernández
Muchas de las iniciativas del presidente quedaron truncas por el escenario de la pandemia o bien por la pérdida de capital político a través de errores propios
Llega fin de año y con ello la entrega de los boletines escolares en los cuales puede apreciarse la evolución de los estudiantes a lo largo del año y el contraste respecto de los distintos trayectos. En otras palabras, hablamos de un resumen o balance de lo acontecido durante el año. Algo parecido podría hacerse respecto del gobierno de Alberto Fernández quien hace pocos días cumplió dos años de gestión.
Comencemos por el lado de las Ciencias Exactas. Quizás uno de sus mejores rendimientos lo encontremos en Biología o más específicamente en Ciencias de la Salud. La gestión Fernández comenzó con un escenario inusitado para cualquier político: la pandemia ocasionada por el COVID-19. El aislamiento inicial tuvo sentido al menos por dos razones: se necesitaba tiempo para pensar una estrategia capaz de lidiar con el virus al mismo tiempo que evitase el colapso de un sistema sanitario bastante endeble. Por otro lado, la incertidumbre respecto a las vías de contagio, síntomas y posibles soluciones no ofrecía demasiadas alternativas más que un lockdown sanitario y ver lo que acontecía en Europa y los EEUU como un adelanto de lo que estaba por venir a nuestro país. La estrategia inicial contó con el apoyo de casi todo el espectro político incluyendo a los ejecutivos provinciales. Empero, la solución propuesta por el gobierno pronto comenzó a chocar con la dinámica de una economía endeble.
La aparición de las vacunas ofreció algo de luz frente al sombrío panorama. Más allá de las polémicas respecto de qué vacunas comprar, el precio y cómo encarar el plan de vacunación, debe reconocerse que la estrategia de vacunación ha sido bastante exitosa si se consideran dos elementos: la escasa disponibilidad inicial de vacunas a nivel mundial debido a la alta demanda, y el bajo impacto de la variante “Delta” en comparación con otras regiones. En este sentido podría afirmarse que frente a un errático 2020, el gobierno de Alberto Fernández mejoró su performance en el 2021.
Las matemáticas, como para la mayoría de los mortales, no han sido el lado más exitoso del gobierno. Como muchas cosas en la vida, contar con una base sólida es importante. Desafortunadamente para Alberto Fernández, la situación económica al asumir era endeble y la pandemia la terminó por debilitar. Entre la necesidad de acordar un plan de pagos realista con el FMI y la obligación de reactivar la economía en un país con un nivel de pobreza, según datos oficiales, que bordea el 40%, el gobierno tironeó de una sábana corta durante buena parte de estos años sin grandes mejoras. La falta de divisas y los saltos en la cotización del dólar paralelo oficiaron como un limitante adicional para un gobierno bastante maniatado. En el 2022, al no ser un año electoral, posiblemente el gobierno pueda congeniar mejor las necesidades impuestas por los acreedores con los deseos propios.
Pasemos al mundo de las Humanidades. En Lengua y Literatura el gobierno avanzó y retrocedió. Fernández comenzó con una épica de renovación y dialogo capaz de unir al peronismo y achicar “la grieta”. La pandemia le confirió una imagen positiva bastante alta y un liderazgo político capaz de esmerilar su supuesta debilidad frente a Cristina Fernández. El 2021 tuvo un giro abrupto dejando la épica y el relato oficial en niveles críticos. El escándalo por el “vacunatorio VIP” y las fotos del festejo de cumpleaños en la quinta de Olivos dañaron seriamente la capacidad del gobierno para sostener su imagen de liderazgo. Asimismo, el resultado de las PASO (donde en varios distritos clave las listas fueron encabezadas por candidatos cercados al presidente) dejó a Alberto Fernández como mariscal de la derrota. Las renuncias ministeriales que no se cristalizaron junto con el show mediático de filtraciones y la carta abierta de la vicepresidente contribuyeron fuertemente en este debilitamiento. El resultado fue un retorno a un kirchnerismo modelo Néstor.
En el área de Educación Ciudadana, la administración Fernández logró anotarse un punto importante con la sanción de la ley que permite la interrupción voluntaria del embarazo. Siguiendo esta línea, también debe destacarse la posibilidad de cambiar el género de una persona en el documento nacional de identidad. Frente a estos reconocimientos de derechos individuales y de identidad están las restricciones prolongadas sufridas durante la ASPO.
Un boletín suele incluir un apartado donde se habla de la conducta y la relación con los compañeros. Este balance no será la excepción. En marzo de este año, Alberto Fernández tuvo su reconocimiento como buen compañero al asumir la presidencia del PJ. No obstante, las fricciones al interior de la coalición gobernante como los roces innecesarios con otros gobernadores peronistas como Schiaretti o Perotti le restan puntaje.
Existen dos compañeros que merecen especial mención en estos dos años de gobierno. El primero de ellos es Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de gobierno porteño supo ser un aliado valioso durante las primeras semanas de aislamiento. Luego, entre runners, quita de fondos de la coparticipación y las tensiones entre este y el gobernador de la provincia, la relación se fue desgastando. Ambos supieron sacar rédito electoral del distanciamiento. Empero, la pelea por la suspensión de la presencialidad en las escuelas durante el 2021 y la judicialización del conflicto fue algo que afectó negativamente la figura presidencial a nivel nacional y fortaleció la figura de Rodríguez Larreta.
Por otro lado, está Cristina Fernández, su compañera de banco. La primera mitad del mandato de Alberto Fernández parecería estar signada por la necesidad de acordar políticamente las principales medidas políticas con la vicepresidente. Cuando el presidente intentó algo de independencia encontró silencio o desaprobación pública en su partenaire. Este condicionamiento por un lado es lógico al tratarse de una coalición de gobierno donde las medidas tienden a consensuarse entre los espacios políticos. Al mismo tiempo, desgasta la figura del presidente al limitar su margen de autonomía.
Muchas de las iniciativas y proyectos propios del flamante presidente quedaron truncos ya sea por el imprevisible escenario de la pandemia o bien por la pérdida de capital político a través de errores propios. La agenda política de Alberto Fernández de cara a la segunda mitad de su mandato se presenta más difícil aún con un Congreso que a priori no acompaña al oficialismo. Quizás sea el momento de volver a la primera versión de Fernández donde el dialogo era una herramienta cotidiana y no un instrumento para alejar posiciones. Existen dos buenas razones para ello: el acuerdo con el FMI y la recuperación post pandemia.
*Politologo, Investigador y Profesor de grado y posgrado en varias universidades nacionales e internacionales. Especialista en Teoría Política Moderna y Contemporánea. Doctorando en Ciencias Políticas. Twitter: @AGunsberg