La semana pasada se dijo en esta columna que en los últimos tiempos se aceleraba el avance de los componentes locales por sobre los nacionales en las elecciones distritales. Las primarias celebradas el domingo pasado no han sido la excepción: allí los distintos fragmentos peronistas consiguieron acordar una oferta unificada y el radicalismo tiene peso en Cambiemos. El gobierno de Mauricio Macri, en su sexta derrota al hilo en igual cantidad de comicios provinciales en lo que va de 2019, esta vez sí tiene motivos para preocuparse fuertemente: Entre Ríos forma parte de la geografía donde el oficialismo espera su mejor desempeño, la zona núcleo del agro pampeano. Como ya han dicho muchos analistas, el mapa de los puntos en que más fuertemente se sintieron las protestas por la 125 es al mismo tiempo el de mayor voto CEOcrático.

Además, esta vez jugaron fuerte en campaña tanto Macri como María Eugenia Vidal y Elisa Carrió. Ni siquiera les queda ahí el premio consuelo de culpar al ala purista-marketinera de Jaime Durán Barba y Marcos Peña. El armador del cambiemismo entrerriano es Rogelio Frigerio, que en el consenso del debate público viene a integrar, junto a Emilio Monzó, el ala racional de la segunda alianza, en contraposición al extremismo anti-peronista del jefe de Gabinete. Por si todo fuese poco, en la capital, Paraná, también triunfó el justicialismo, que allí es oposición, por lo que la regla de los oficialismos triunfantes no vale. Para cerrar lo que fue un desastre para el macrismo, también perdió esa interna, pese a que el rival está procesado como presunto narco.

Aquí no había provincialismo a cuya victoria apelar como sub-óptimo ante la imposibilidad de vencer con postulante propio, contentándose con que no capture el duelo alguien identificado con CFK. Era un mano a mano entre Cambiemos y el peronismo, que logró la proeza de replicar, ahora junto, lo que había obtenido vía dos listas en 2015. Aunque Gustavo Bordet, quien se encamina a revalidar su mandato como gobernador, ha dicho que preferiría que la presidenta mandato cumplido no encabece la fórmula opositora a nivel nacional, agregó que debe estar adentro del armado que vaya a intentar impedir la prolongación macrista. Y que Roberto Lavagna, si quiere apoyo de los gobernadores, debe aceptar las PASO a las que se niega enfáticamente.

Discurso y resultado casi calcado al del sanjuanino Sergio Uñac, los mandatarios provinciales no van a poner el cuerpo por alguien que prefiere subrayar los aspectos no-peronistas de su figura. Bordet pactó con el canciller cristinista, Alberto Fernández, la cesión de la cabeza de la lista de legisladores provinciales y varias candidaturas municipales para referentes de Unidad Ciudadana que, si iban por la suya, podían complicarlo, o por lo menos estrechar el resultado. A diferencia del derrotado Martín Soria, no escondió al kirchnerismo ni a nadie, y tuvo éxito.

Desde el Instituto Patria se colaboró esta vez con un discurso mesurado que, por no despertar expectativas mayores a las que podía abarcar, y por la generosidad de aceptar un rol secundario en una escena puntual, le permite a esta hora disfrutar de una paliza que Olivos no tiene cómo disimular. Justo, se insiste, donde más necesitaba despertar expectativas. En 2017, había realizado en Entre Ríos su mejor performance, y por eso la listó entre las provincias que podía llegar a arrebatarle al justicialismo en esta maratón de episodios locales. Dos años antes, había caído apenas por tres puntos. Y si de superstición se trata, los resultados del comicio a gobernador de la patria chica de Justo José de Urquiza suelen parecerse mucho al presidencial.

No está definida la derrota presidencial, menos a partir de esto, pero con la economía y lo institucional incendiados a la par, a Macri le queda apostar a la política. Pero no existe la magia.