Cómo nacionalizar provincialismos
Super domingo: al Gobierno le costará seguir fingiendo calma ante la pila de derrotas provinciales
Cambiemos no logra extraer de las definiciones provinciales que preceden a la sucesión presidencial de este año nada que le permita cambiar el clima que lo muestra llegando a la cita decisiva desgastado y corriendo de atrás. En efecto, si bien no hay correlación mecánica entre los resultados locales y el nacional, sí funcionan como piezas del relato que envuelve a esa previa.Ni siquiera en la excepción cordobesa, que hace años funciona desacoplada del justicialismo nacional: la noche de los festejos por la reelección de Juan Schiaretti, todo el énfasis de las bases estuvo puesto en demostrar lo pésimo que les cae el gobierno nacional. La pretensión del gobernador de desoír ese mandato, vía la foto de un abrazo con el Presidente, derivó en que “por abajo” se le avisara que, sin desconocer su mando, en agosto y en octubre se trabajará por el triunfo de Alberto-Cristina. Esto en retribución a un gesto previo de la senadora, quien a principios de año bajó de la pelea al candidato de Unidad Ciudadana, lo cual robusteció el éxito de Unión por Córdoba, mejorando al conjunto, pues en los municipios ya había confluencias entre ambas huestes. La generosidad sigue rindiéndole frutos a la presidenta mandato cumplido.
Del mismo modo, la obcecación anticristinista de Juan Manuel Urtubey acaba de costarle la fractura de su segmento del peronismo salteño, que de entenderse con las tropas que tiene allí el Instituto Patria, pueden dejar al esposo de Isabel Macedo sin pan ni torta.
Entonces, si nada de lo ocurrido en la categoría gobernador sorprendió del súper-domingo de ayer en ninguna provincia, hay determinadas particularidades de la letra chica de cada pago que haría bien Balcarce 50 en estudiar para revisar ciertas líneas discursivas que estarían agotándose. La más notoria es que les costará seguir fingiendo calma ante la pila de derrotas provinciales con el pretexto de que en todas están ganando los oficialismos y Macri también lo es, pues ello no está sucediendo en las capitales provinciales. Cambiemos acaba de perder la tercera consecutiva, la entrerriana Paraná, tras haber cedido las ciudadas de Córdoba y de Santa Rosa, La Pampa. Y si quisieran atribuir esos tropezones al radicalismo, no tendrían como sacar provecho de las primeras buenas noticias que han tenido este año, Mendoza y Jujuy, cuyos dueños también son de la UCR.
Si en Tucumán la división entre Juan Manzur y José Alperovich (más por capricho del segundo que otra cosa) salía mal, desde Matheu 130 podrían replicar que se debió al no acatamiento de la recomendación de unidad que se bajó unánimemente, y que en donde se produjo arrojó diferencias de alturas que asustan. Eso ocurrió en Jujuy, y así y todo Gerardo Morales anduvo bastante por debajo de sus guarismos de 2015. El otro poroto anotado por los correligionarios, el mendocino, fue a expensas del postulante macrista (Omar de Marchi) en la primaria. Y el gobernador Alfredo Cornejo es quien más duramente castiga a Macri en la alianza oficialista, lo que impide saborear del todo eso en Balcarce 50 porque encarecerá las negociaciones nacionales. En cuanto a la doméstica del peronismo allí, más que el triunfo de la favorita de CFK, Anabel Fernández Sagasti, es interesante que transcurrió en paz, aunque el espacio quedó lejos.
En Chubut, el triunfo del amigo de Sergio Massa, Mariano Arcioni, se computa en la cuenta de la unidad peronista en camino no sólo por el inminente entendimiento entre kirchneristas y renovadores, sino porque en la arquitectura del gobernador el corrimiento de Cristina produjo el mismo efecto estampida hacia allí que entre los restantes jefes del movimiento.
En el marco de una política en que mejor anda quien mayor destreza muestra en el arte de la coordinación de minorías luego del impacto que sufrieron los partidos en 2001, en su hora baja económica, Macri está pagando cara su mezquindad de las épocas doradas. Conviene siempre tener presente que Cambiemos juzgaba alcanzable duplicar sus gobernaciones, y está siendo castigado incluso en las zonas presumiblemente más amigables, como Entre Ríos. Al revés, el giro cristinista hacia el PJ y las ofrendas de amplitud en provincias se cosechan en una atmósfera que a nivel territorial se verifica como el ideal para arrancar una campaña que se promete áspera.