Cuando un país toca al Fondo, también llama a Estados Unidos
El FMI es una palabra que atraviesa generaciones en Argentina, como pasa con el dólar y el riesgo país. Y no es porque seamos todos economistas, es porque marcaron (y marcan) a fuego nuestra historia reciente. Pero falta algo, hay otro actor clave en esta historia
Desde su asunción en 2019, en el gobierno de Alberto Fernández tienen como prioridad la renegociación del esquema de pagos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El acuerdo todavía no se firmó, aunque se estima que podría suceder en el primer trimestre de 2022. Lograr este acuerdo es fundamental para la estabilidad del país. Pero, como toda negociación, lleva tiempo.
Durante este tiempo, la estrategia del gobierno argentino giró en torno a varios ejes de política nacional y política exterior. En política exterior, la estrategia oscila entre un pedido revisionista al accionar del Fondo y una búsqueda de apoyos en diversos países del mundo, donde se destaca el de Estados Unidos. ¿Por qué ellos?
El Fondo se crea en 1944, en tiempos donde se empezaba a dejar atrás la segunda Guerra Mundial. El organismo tuvo siempre la misma misión: “asegurar la estabilidad del sistema monetario internacional”. Para ello, su principal herramienta son las distintas líneas de crédito que ofrecen a países con problemas en su balanza de pagos. Si bien tuvo transformaciones a lo largo de su historia, esa es su esencia.
Como organismo multilateral, está compuesto por países que aportan recursos y que tienen cuotas de participación allí. Éstas son clave a la hora de tomar decisiones. Por ejemplo, aprobar un nuevo acuerdo de pagos para un país deudor, como sucede actualmente con Argentina.
Dicho en criollo, en una negociación con el FMI se necesita contar con el apoyo de sus miembros. Si bien todos son importantes, hay uno del que no se puede prescindir. El de EEUU, porque concentra la mayor cuota de votación. Sin su apoyo, no hay acuerdo posible.
Esto no significa que el FMI sea un área de Gobierno de dicho país. Pero sí es cierto que ellos tienen el voto más pesado dentro del organismo. Sin ellos no se puede. Ahora, para que este país apoye a otro en su negociación, solicita cumplir con ciertas premisas políticas y económicas, que por lo general fueron siempre en sintonía con las contraprestaciones de reforma que exige el Fondo en cada línea de crédito que da.
Esto sucede hoy por hoy en la negociación del gobierno de Alberto Fernández con el FMI. Basta observar que días atrás, el principal asesor del presidente de Estados Unidos para América Latina, Juan González, reafirmó el apoyo de su gobierno a las negociaciones argentinas con el organismo y pidió un "acuerdo sólido" para poder retornar al sistema financiero, aunque también exigió al gobierno argentino que idee un plan duradero.
Esta forma de vinculación no es nueva. Los programas de financiación del FMI en América Latina se inauguraron con un acuerdo firmado con Perú en 1953. Desde entonces, la institución ha formado parte del imaginario colectivo latinoamericano con un rol primordial, que se destacó principalmente durante las crisis de deuda de los 80 (la famosa década pérdida) y durante la adopción de la doctrina neoliberal del Consenso de Washington en los años 90.
¿Por qué los países recurren tanto al FMI desde su creación? Hay una cuestión clave. El Fondo se diferencia de los actores privados del mundo financiero. Es el único dispuesto a proveer financiamiento externo a un Estado cuando su situación macroeconómica es lo suficientemente mala como para que actores del mundo privado se rehúsen a otorgar créditos y los inversores fuguen sus capitales de ese mercado.
No todo lo que brilla es oro, dice la frase. Y esto retoma lo dicho anteriormente. Cada vez que el Fondo presta plata, exige medidas y reformas que impactan sobre la política, la macroeconomía y la sociedad de ese país deudor.
De este modo, se configura una relación donde el organismo influye sobre la agenda macroeconómica de ese país mientras dure la deuda. Así fue que durante estos años condicionó, con vaivenes, la política económica de parte importante de la región (y de otros países del mundo que atravesaron situaciones similares, como sucedió con Grecia en 2011).
Si se afirma que el Fondo tuvo influencia sobre la política económica de estos países, y al mismo tiempo se reconoce el rol primordial de EEUU por su cuota de votación, se confirma su rol como variable de peso allí. Cada país que se encontró en la necesidad de negociar con el Fondo, necesito de la aprobación final de los miembros del organismo, pero principal y exclusivamente la de Estados Unidos. Para ello, al gobierno de turno de dicho país le tiene que complacer la situación que está frente a sus ojos.
Ahí está el poder de influencia de Estados Unidos sobre este tema. Esa es una clave para entender al FMI como un esquema de vinculación que existe entre el país del norte y América Latina, pero también del resto de los países que en algún momento acudieron a un préstamo del FMI.
*Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Actualmente se desempeña como analista internacional sobre América Latina para el sector privado y como asesor para el sector público en Argentina. Twitter: @FrancoLagorio