Una cena compartida entre dirigentes del Pro y de la UCR fue la ofrenda de paz con que el presidente Mauricio Macri ahora intenta rearmar los lazos dentro de Cambiemos. Tras años de desatención por parte de la Casa Rosada, el partido centenario se plantó y amenaza con pegar el portazo de la coalición que llevó a Macri a Balcarce 50.

La reunión tuvo lugar ayer por la noche y acudieron la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal; el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; el gobernador de Mendoza y presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, y el mandatario de Jujuy, Gerardo Morales. Allí, repasaron la agenda de Macri, con eje ineludible en la reciente decisión de posibilitar la vicepresidencia a los boina blanca.

A ello se suma el fortalecimiento de la participación de la UCR en todas las decisiones venideras de la cúpula de Mauricio Macri, hecho que evidencia un cambio de actitud por parte de la Casa Rosada frente a sus socios partidarios, luego de una larga temporada de destratos en proyectos legislativos y gestos políticos. Con viento en contra, ahora el presidente debe reunir toda la fuerza que necesita para dar la pelea electoral.

La UCR, en tanto, tiene sus motivos para mantenerse reticente. Fue una sumatoria de elementos que desembocó en la reciente “rebelión interna”. Se destaca la falta de acompañamiento del macrismo a proyectos como la iniciativa radical para que los jueces paguen Ganancias, o el desplome del Plan Belgrano, justificado por el propio Macri “porque nadie le da bolilla a (José) Cano”. A esto se agrega las fuertes fricciones que provocó el proyecto de Cambiemos de Reforma Laboral a fines de 2017, medida que dividió aguas en el proyecto centenario.

Durante los años de gestión, el Pro siempre tomó la delantera en las decisiones y el radicalismo quedó reducido al vagón de cola. En los últimos meses, la puesta en duda de la vicegobernación de Daniel Salvador por parte de la propia Vidal terminó de colmar la paciencia de un nutrido grupo de intendentes de toda la provincia de Buenos Aires, que salieron de inmediato a poner el grito en el cielo.

En tanto, en 2019 el escenario no se muestra favorable para la cúpula cambiemita. La continuidad de Macri en el poder despierta cada vez más dudas y muchos gobernadores ya comienzan a soltarle la mano poco a poco. Por ello, el núcleo duro del macrismo necesita recomponer la relación con todos los desencantados y remarcarles que la unidad es el único camino. Aunque sea de rodillas.