Como una metáfora perfecta de la Argentina macrista, casi a la misma hora en que el Senado completaba la sanción de la emergencia alimentaria, descalificada porque supondría “seguir bancando negros que no quieren laburar”, se conocieron los datos que dan cuenta de la gravísima situación de empleo que se vive en Argentina desde 2015. Mauricio Macri es, con su gestión, el primer militante de la iniciativa que impulsaron los movimientos sociales.

Los detalles de ese informe proveen el mejor análisis electoral que se pueda escribir: si en la franja etaria más nutrida del padrón (jóvenes hasta 30 años) la desocupación más que duplica la media nacional de 10,6%, llegando casi al 25% en el Gran Buenos Aires (la región más densamente poblada del país), las PASO se explican solas. Especialmente cuando se observa que buena parte de este retroceso se funda en que mayor cantidad de gente sale a buscar trabajo porque, aunque se cuente con ingresos, no alcanza.

Todo cierra coherentemente con un crecimiento económico miserable (0,6%), tironeado apenas por el agro mientras el resto de la actividad se derrite irremediablemente junto a un consumo al que no se lo ha podido atacar más desde Balcarce 50 en estos cuatro años. De ahí que el desempleo trepe a dos dígitos en todas las zonas urbanas, con Pymes y comercios en terapia intensiva, soporte de los sopapos que Cambiemos vino recibiendo en las provincias (al extremo de perder muchas capitales que gobernaba) hasta el porrazo global del 11 de agosto.

En semejante contexto, es delirante que Macri crea que el Congreso le delegará la renegociación de la deuda monstruosa que deja de cara a un futuro que difícilmente lo incluya. Fue más duro el capítulo de emergencia alimentaria en la cámara alta, donde habitualmente las sesiones discurren de modo más calmo y se refleja mejor el clima del interior, que en Diputados. Síntesis perfecta de la defunción de la pax administrativa Olivos-gobernadores.

El monobloque que acaba de formalizar Miguel Pichetto provee otro ejemplo, más grave: la derrota en el debate que pretendió introducir en el peronismo entre quienes sólo demandaban otro reparto de poder, que cuando CFK sintetizó, confluyeron; y él, que reivindica un giro doctrinario porque antes se convenció de la hegemonía CEO y ya había ido muy lejos en eso.

Es lo de menos determinar si el equipo comunicacional del Presidente cree que tienen un problema de campaña, y por eso anuncian un giro territorial que supone que lo que falta puede sencillamente agregarse sin el trabajo adecuado de amalgama de elementos que ello impondría; o si no les queda otra y avanzan por mera inercia: en concreto, es en otras áreas que se ha escrito la derrota cambiemista, y no están operando sobre ellas. Dicho sencillo: hay que poder dar la cara para bajar a la calle. Ergo, serán apariciones cuidadas, de diseño.

Lo resumió pícaramente Nicolás Lantos sobre el nuevo spot de Cambiemos: luego de candidatos a intendentes y a gobernadores, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, llegó el momento en que también el propio Macri borra a Macri. Se rompió piantavotométro.