Haría falta ser brujo para decir con certeza si el macrismo realmente cree en sus chances de dar vuelta la historia o sólo actúan para sostener una mínima épica militante que les permita competir decentemente en el rubro legislativo, en CABA y en otros sitios de poder que aún pueden conservar. La pregunta es cuánto margen tienen para emprender una campaña, ficcional o no, con un programa económico tan atado a los humores de los mercados. Si todo depende del Fondo Monetario Internacional, que exige disciplina fiscal, y el intento de dar vuelta la elección vendrá de la mano de lo que hasta el 11 de agosto era descalificado como populismo, ¿qué garantías hay de que el organismo, como en 1989 y 2001, no le suelte la mano al país y la transición sea caótica?

Como sea, si es cierto que en algo puede ayudar la todavía oposición, Mauricio Macri está haciendo todo lo posible para que le nieguen ese auxilio sin que nadie pueda reprochar falta de patriotismo, o cosa parecida. A su muy especial estilo, el Presidente aceptó, en diálogo telefónico con su adversario principal Alberto Fernández, que la macroeconomía volvió a volar por los aires gracias al relato de espanto sobre quienes lo vencieron que vendió en el mundo. Sin embargo, una de sus decisiones políticas más relevantes desde que el ex jefe de gabinete comprometió su colaboración en los meses que faltan hasta el episodio definitivo de octubre ha sido promocionar en su mesa política a Elisa Carrió, la denostadora mayor del peronismo.

Como no podría haber sido de otra manera, la diputada inició su gestión reabriendo el fuego contra el Frente de Todos en idéntica sintonía a la que hizo temblar el país desde el amanecer posterior a las PASO. (Digresión: también contra aquellos que no esperaron ni una semana para abandonar el barco amarillo. Con algo más de razón en este último caso, debe concederse.)

Podrá debatirse si se trata de otra pieza proselitista en la empresa de, por lo menos, salvar algo de ropa; o bien, si, como muchos han escrito, el segmento de (ex)Cambiemos que no defiende posiciones ejecutivas ya prepara su retorno a rol opositor a través de la construcción de una epopeya de resistencia: el golpe que, “una vez más”, les estaría dando el peronismo. Quienes piensen lo primero deberán reconocer que se trataría del mismo libreto que falló en las primarias. Y recordar, con Albert Einstein, que es locura esperar resultados distintos repitiendo métodos.

En cualquier caso, tanto el pueblo argentino como los vencedores en las urnas están siendo sometidos a un nuevo capítulo de guerra psicológica, que el macrismo jamás abandona, y que tiene por objeto quitar del centro de la escena la contundente impugnación popular que ha sufrido el modelo puesto en marcha en 2015, que es lo que alumbró el 47-32 y lo que debe retomarse con urgencia, sin perder más tiempo en desvaríos de desesperados a punto de caer en caducidad.