La economía moral del peronismo y los resabios de las PASO 2021
Aquello que hace posible el FdT es también aquello que lo puede hacer estallar
Si las condiciones políticas y sociales de unas décadas atrás hacia acá han mostrado que los viejos cuerpos monolíticos y sin fisuras ya dejaron de ser posibles, que los colectivos se fracturan, las instituciones se resquebrajan y las identidades se desvanecen, los frentes políticos no son ajenos a estas derivas. El domingo 12 de septiembre de 2021 se realizaron en Argentina las elecciones Primarias Simultaneas y Obligatorias (PASO). Cuando el sol comenzaba a ocultarse, los medios de comunicación, los grupos de whatsapp y las redes sociales recién comenzaban su ascendente camino de frenesí. Nerviosismo, consternación, sorpresa, alegría y enojo afloraban en los primeros análisis, las primeras catarsis y las primeras asignaciones de vencedores, responsables y culpables. Porque, como versa el dicho, la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana si no fuese por aquello que están necesitados de despegarse y levantan el dedo acusador que se dirige al más expuesto.
El frente oficialista nace en el 2019 como una jugada ambiciosa, con una figura central capaz de jugar como principio articulador de las diferentes partes, como decía Alberto Fernández: “…sin Cristina no se puede; con Cristina sola no alcanza”. Lo cierto es que ese frente no estuvo exento de observaciones por parte de quienes no dejaban de ver fracturas e internas expresadas en dos sectores: el “albertismo” por un lado y el “kirchnerismo” por el otro. Decíamos al comienzo, todo lo sólido se desvanece en el aire, hasta un frente que reúne al peronismo casi por completo se vuelve líquido o gaseoso y ello fue lo que la derrota electoral del domingo puso en evidencia. Hasta el momento el frente no estalló, pero sí debemos admitir que las grietas se han vuelto estructurales y si no se las atiende se corre el riesgo que todo el edificio se desmorone.
¿Qué sucedió el domingo de las PASO?
Dentro del oficialismo que alberga el peronismo del Frente de Todos (FdT) pesa el halo de una derrota que no parece tener parangón, ya que: dinamitó 4.000.000 de votos en todo el país en contraste con lo obtenido en el 2019; retrocedió electoralmente especialmente en las provincias que más escaños ofrecen para la diputación (35 legisladores en la Provincia de Buenos Aires con, 13 en Ciudad Autónoma de Buenos Aires—CABA—, y 9 en Santa Fe y Córdoba respectivamente) dejando en entredicho cualquier posibilidad de quórum a futuro; se impuso solamente en 2 de las 8 provincias que ponían en juego bancas de senadores, con lo cual está en los albores de perder una mayoría que ostenta desde 1983; y, por último, porque los resultados electorales hacen evidentes las grietas de la coalición oficialista y las tensiones por su liderazgo. Por ende, resta saber si entre los mariscales de la derrota y los adalides de la remontada, el presidente se hace cargo de la primera y busca mejorar su performance en noviembre al encumbrar su liderazgo convirtiéndose en cabeza de ratón, o bien los sectores kirchneristas estrujan aun más al albertismo para recordarles su posición mayoritaria y el liderazgo real de Cristina Fernández de Kirchner, dejando una vez más al presidente en posición de cola de león.
Independientemente de la encerrona política que atraviesa a la coalición de gobierno, los guarismos de las elecciones PASO ofrecen el rostro dulce del éxito a la plétora diversa de espacios de la oposición en general, y de la coalición de Juntos Por el Cambio (JxC), en particular. Dentro de esta fuerza, es necesario advertir que: si bien, el PRO logró fortificar su dominio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de la mano de María Eugenia Vidal e irradiar con figuras “PRO puras” en la pampa húmeda (como Diego Santilli en la Provincia de Buenos Aires o Rogelio Frigerio en Entre Ríos), en contrapartida, el radicalismo experimentó una primavera electoral al vencer en las provincias del interior del país con sus sus propios candidatos, y extender su presencia en la Provincia de Buenos Aires de la mano de un outsider como Facundo Manes; por ello, de cara a las presidenciales del 2023 ambas expresiones llegan fortalecidas y en pie de igualdad.
Ahora bien, estos comicios también fueron provechosos para las fuerzas opositoras que se afincan en los extremos ideológicos. Por una parte, el Frente de Izquierda (FIT), consiguió uno de sus mejores desempeños en años, al obtener 100.000 votos más en la Provincia de Buenos Aires que los que había conseguido dos años atrás, obteniendo el 5,2% de los votantes, pero también al posicionarse como segunda fuerza en provincias como Jujuy, superar la barrera del doble dígito en distritos como Neuquén o Chubut, y colocarse en el tercer peldaño en la escala nacional con el 5,8% de los votos.
Por otra parte, las nóveles fracciones de ultra derecha que comenzaron a tomar visibilidad pública y electoral desde el debate en torno al aborto en el 2018, lograron irradiar mediáticamente con sus consignas, visibilizar socialmente a sus candidaturas y acrecentar su caudal electoral de la mano del sector libertario “Avanza Libertad” que encabezó Javier Milei en CABA (con el 13,6% de los votos) y José Luis Espert en la Provincia de Buenos Aires (con el 4,9%).
El resultado de las generales de noviembre está aun en tiempo de definición, porque la participación electoral —aunque alta para un contexto de pandemia, con el 68%— es inferior al promedio habitual de las elecciones generales, que ronda el 80% de la ciudadanía. Por ende, hay un 10% del electorado que resta por profesarse, amén de los votos que quedaran huérfanos porque sus opciones partidarias no superaron la barrera electoral del 1,5% para participar de las generales de noviembre.
¿Qué puede suceder?
En todo el mundo, los presidentes fueron los encargados de imponer las restricciones de reunión y circulación por la pandemia, lo cual fue horadando la paciencia de la ciudadanía y enfureciendo el humor de los votantes con los oficialismos al momento de las elecciones, tal y como sucedió en Estados Unidos, Brasil, Chile, Ecuador, México o Bolivia, por poner ejemplos de América. Claramente, Alberto Fernández y el oficialismo peronista del Frente de Todos (FdT) no escapan a estas generales de la ley. Inclusive, a la furia por las políticas de confinamiento de la pandemia, el humor electoral se vio crispado por una situación económica en franco deterioro y la agonía ética de la legitimidad presidencial tras el affaire del cumpleaños de Fabiola Yañez en Casa Rosada.
Considerando estas situaciones, otro elemento que suma a la construcción de debilidad del gobierno nacional es el de la indecisión, el de las idas y vueltas, que pretendió ser tamizada como capacidad de reflexionar y recalcular pero que, finalmente, se impuso como retroceso en chancletas. El comportamiento débil con los poderosos -cuyo ejemplo más paradigmático fue el asunto Vicentín-, no deja de formular interrogantes respecto al rumbo y al modo de gobernar que pretenden llevar adelante desde oficialismo. Por ello, la pregunta sobre lo que puede suceder, por los escenarios probables que, sin duda, son innumerables pero que si nos apuran nos animamos a resaltar dos posibles a partir de los últimos movimientos con la presentación de las renuncias de funcionarios del sector de CFK sobre la mesa de Alberto Fernández. Este movimiento no ha dejado de ser interpretado de diferentes maneras y, si bien resulta improbable que Alberto Fernández las acepte, no puede dejar de ser considerado como posibilidad una vez que están presentadas y disponibles.
En primer lugar, entonces, un escenario posible sería: Alberto Fernández acepta las renuncias que lo ubicaría en una posición de muchísima ambivalencia. Por un lado, debilitaría la presencia en el gobierno del sector de CFK pero ello lo colocaría en una situación de extrema debilidad como figura principal del Poder Ejecutivo. Si ello sucediese asistiríamos a una efectiva crisis de gobernabilidad. No basta resolver esta situación con un mero cambio de fichas para recomponer el edificio. Lo que aparentemente parecería ser la fortaleza del sector “albertista” con la aceptación de las renuncias, expresa al mismo tiempo su propia debilidad. Aquella ecuación política que supo formular hace dos años: “Sin Cristina no se puede; con Cristina sola no alcanza”, fue la llave que le abrió la puerta a la victoria en 2019, pero parece ser también la espada de Damocles que pende sobre su gobierno actualmente.
Este frente que articula una importante cantidad de espacios y expresiones del peronismo, se sostiene sobre la frágil pero inevitable relación entre Alberto y Cristina. CFK es una gran electora pero no suficiente, además ella sola no logra la articulación necesaria entre todos esos diversos espacios. Alberto Fernández solo o, en su defecto, con el Frente Renovador, no es un gran elector ni tampoco, por si sólo, lograría articular esos espacios peronistas. Dichos espacios confluyen por la combinación de ambas fuerzas (AF y CFK) que al mismo tiempo se repelen. El frente es posible por la combinación de Alberto Fernández y Cristina que, por mucha repulsión que sientan entre sí, se necesitan. Lo que muestra el componente trágico del FpT, aquello que lo hace posible es también aquello que lo puede hacer estallar.
Por el contrario, el otro escenario que se abriría es: la no aceptación de las renuncias del sector CFK, la renuncia de algún funcionario clave del sector albertista y, por lo tanto, el fortalecimiento del sector CFK. Esto podría abrir un escenario más confrontativo, más agonal, de mayor disputa, con un discurso político que visualice adversarios más claros, algunas otredades con contornos más definidos y disponga el campo de la política con términos nuevos de los que se venían manejando hasta el momento. Las modificaciones en el gabinete de estos días apuntarían a este último escenario, sin embargo, la permanencia de funcionarios “albertistas” en la cartera económica habla más de una resolución gatopardista, de una suerte de empate, de una salida de compromiso rápida más que una preeminencia de un sector sobre otro. Todo ello indicaría que la tensión no está del todo resuelta y que en breve podría haber novedades.
En términos estrictamente electorales, sea cual sea el escenario que se abra de aquí en adelante, será imperioso para el Frente que la sutura sea rápida y lo más indolora posible con el fin de llegar a noviembre (que es mañana) lo más entero y con las aparentemente menos fisuras existentes en el frente. Se deben atender situaciones sociales urgentes, en ese punto hay que ser inflexibles y tomar las medidas necesarias de forma urgente, pero además el Frente de Todos se debe presentar como una coalición sólida y con una política clara.
Por mucho que les pese a varios, el electorado no votó con el estómago, lo hizo con la cabeza y con el corazón. Parafraseando a Edward Thompson, el domingo no hubo una reacción espasmódica, sino una decisión consciente. Por eso, atendiendo las necesidades materiales inmediatas, a la economía moral de la multitud que se expresó el domingo se debe responder con más y mejor política.
*En co-autoría con Juan B. Lucca (UNR-CONICET). Giavedoni José: Doctor en Ciencia Política. Profesor de Teoría Política en la Facultad de Ciencia Política y RRII de la Universidad Nacional de Rosario. Investigador Adjunto del CONICET. Twitter: @GiavedoniJose.