El presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó viajó hasta Panamá el último fin de semana para demostrar que seguirá cumpliendo su rol institucional a pesar de la ruptura con Cambiemos. El dirigente de Carlos Tejedor fue al país donde está radicado el estudio contable que permitió al Grupo Macri hacer magia offshore, tal como revelaron la filtración de los Panamá Papers, para representar a la Argentina ante la asunción del nuevo Jefe de Estado centroamericano Laurentino Cortizo Cohen.

El hombre que reivindicó de forma pública a la “rosca política” respetará su cronograma laboral legislativo de acá hasta el 10 de diciembre. Lo hará, claro, sin mucho entusiasmo. Monzó, y el círculo de legisladores nacionales referenciados en su liderazgo, un club donde participan desde el mediático Nicolás Massot hasta los diputados provinciales bonaerenses Guillermo Bardón -8 Sección Electoral- o Marcelo Daletto -4 Sección Electoral-, se consideran con su pasaporte fronteras afuera de Cambiemos. Eso no implica que estén buscando suscribir un acuerdo con otro sector político en el corto plazo.

Monzó, primero, buscará irse del Congreso con un buen legado de trabajo. Es decir, quizás pueda tomarse alguna licencia como felicitar a viva voz a un colega parlamentario justicialista –como sucedió días atrás para sorpresa del ala cambiemita más orgánica al Jefe de Gabinete Marco Peña- pero, de ninguna manera, boicoteará o pondrá palos en la rueda a la agenda impulsada por el Poder Ejecutivo en la Cámara Baja.

Monzó, de esa manera, intenta cincelar aún más su perfil político de peronista moderado para comenzar a cotizarse post 10 de diciembre en un tablero político nacional imposible de prever hoy. El diputado que construyó un mapa de pines metálicos en su despacho para contar curules propios y ajenos –el colega Andrés Fidanza narró muy bien esa imagen en una crónica del 2007 suya publicada en la edición local del Le Monde Diplomatique- profundizará su rol de dirigente abnegado al mandato institucional a pesar de que, dicen cerca de él, le “cerraron la puerta en la cara y ni siquiera le dejaron cobrar regalías por la marca Pichetto”.  Los dirigentes leales a Monzó utilizan esas palabras para advertir que su sector político bregó desde un principio para abrir las tranqueras de la estancia oficialista al Senador rionegrino y a otros referentes de la comunidad justicialista no identificada con la bajada de línea del Instituto Patria.

Un cuadro de la escudería Monzó que transita la Legislatura bonaerense habla con Diagonales de forma mesurada a pesar de transcurrir las primeras horas del divorcio político de su sector con la alianza oficialista. “No vamos a salir a pudrirla en los medios. Lo único que tenemos para decir es que con el diseño de las listas legislativas nos expulsaron de Cambiemos. Pero, repito, eso no implica que vayamos a jugar sucio. Nos seguiremos manejando con la misma responsabilidad institucional con la que venimos trabajando durante estos tres años y medio”, enfatiza.

Otro dirigente que camina cerca de Emilio Monzó, tanto en términos políticos como en la agenda laboral diaria, utiliza una expresión significativa –“estamos en retirada”- para explicar a Diagonales cómo vive el peronismo homeless de Monzó la primera etapa de su camino errante en una patria política convulsionada por el calendario electoral. “El cierre de listas nos sorprendió muchísimo. Jamás pensamos que nos iban a cerrar las puertas de esta manera. Sí, estamos en retirada del mundo Cambiemos. Pero, ojo, acá nadie va a hacer una trapisonda. Emilio está muy concentrado en terminar bien su mandato como diputado, y como puerta de acceso del oficialismo para hablar con todos los sectores. Emilio va a trabajar la agenda legislativa que le bajen. Y lo hará a pesar de que se vienen tiempos muy movidos en el Congreso. No son meses sencillos. Vienen proyectos importantes, y Emilio va a cumplir con su labor porque fue votado para eso”, detalla la fuente consultada.

No son horas fáciles para el mundo Monzó. A pesar del etiquetado peronista con el que Marcos Peña busco darle otro ropaje al vértice de las listas de Juntos por el Cambio la realidad es que el proceso de toma de decisiones dentro de Cambiemos se obturó de forma pronunciada. La renombrada ala política del oficialismo –un eufemismo para nominar a los dirigentes del gobierno proclives a suscribir acuerdos tácticos con el justicialismo no kirchnerista- hoy debería llevar el extraño precinto narrativo utilizado por los grandes medios para nombrar a los referentes bonaerenses de Cambiemos que van por la Intendencia: los “Sin Tierra”.

Por caso, el ministro del Interior Rogelio Frigerio, en caso de triunfar Macri en octubre, proyecta una retirada dulce de un gobierno donde las tesis contra el círculo rojo de Marcos Peña y Durán Barba cotizan más que el instrumento financiero Leliq: ser el titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Otro de las caras conocidas del ala política, el ya mencionado Nicolás Massot, mano derecha de Monzó como jefe de la bancada PRO en Diputados, comenta por lo bajo, un poco en broma, otro no tanto, que para 2020 vaticina un futuro laboral como jefe de una consultora política.

Y, ¿Emilio Monzó? ¿Dónde recalará el dirigente que intentó darle un color peronista a una administración que piensa a las redes sociales como el territorio principal para hacer anclaje? ¿Está dispuesto a pedirle a Alberto Fernández que pida otra ronda de café? “Hay que esperar al 10 de diciembre”, insisten cerca de él. Por lo pronto, Emilio Monzó quiere terminar su mandato luciendo un pergamino de honores. Se imagina yendo de la Cámara Bajo con un legajo intacto, no quiere padecer reproches, no la quiere Borocotear. Eso sí, su círculo cercano coincide en una cosa: su futuro político lo va a encontrar cantando la marcha peronista. Y lejos de Cambiemos.