Motivos para una campaña sucia
De la suelta de globos a la agresividad
La foto de Alberto Fernández con los gobernadores del peronismo y con otros de espacios afines fue muy potente por su volumen político y porque terminó con las especulaciones acerca de los provincialismos que participarán de las próximas elecciones con boleta corta. Si alguna duda quedaba sobre las cualidades del pre-candidato a vicepresidente que Mauricio Macri incorporó como pecado justicialista de una fuerza que nació como refutación histórica del movimiento, esto terminó de liquidarla: Miguel Ángel Pichetto no logró agregar más que marginalidad a (ex)Cambiemos en los pocos casos en que fue escuchado.
En este sentido, el golpe más duro para el oficialismo es el recibimiento que el cordobés Carlos Caserio, sucesor del rionegrino en la jefatura del bloque de aquellos mandatarios provinciales en el Senado, organizó con la casi totalidad de sus pares para el postulante del Frente de Todos. Si ese respaldo es de por sí mayoritario, que se apoye fundamentalmente en el territorio comandado por Juan Schiaretti tiene un valor cualitativo superior. En Córdoba, el Presidente hizo sus mejores desempeños en 2015, tanto en primera vuelta como en el balotaje.
Schiaretti no consigue compatibilizar su falta de horizonte (carece de reelección desde el 10 de diciembre venidero) con su obstinación anticristinista, pese a los gestos de conciliación ofrecidos desde el Instituto Patria, que le han significado navegar con mayoría legislativa propia la fase de pato rengo de su ciclo institucional. El futuro está abierto a discusión en el cordobesismo, y Caserio y los intendentes del espacio quieren formar parte de él: mejor hacerlo en buenos términos con un justicialismo nacional en el que ya nadie falta, excepto los de la provincia mediterránea.
Dispuestos a sacudirse la mufa de tres derrotas consecutivas, en FdT combinaron esta vez calculadora y mapa. Los números de la consagración de Macri importan sobre todo por los sitios en los que se produjeron: un rendimiento cambiemista por encima de lo esperado y de su propia media en el segundo distrito electoral argentino (eso es Córdoba), y, en cambio, otro del peronismo muy debajo de lo acostumbrado en su bastión histórico de la provincia de Buenos Aires. Un impacto doble que ahora podría estar revirtiéndose por idéntica partida.
Si lo hasta aquí comentado era ya bastante, la primera reunión de Sergio Massa con el PJ bonaerense desde su acuerdo con los Fernández parece haber pegado feamente en La Plata, a estar por el modo en que inició María Eugenia Vidal su campaña, lo cual sucedió a pocas horas de la juntada entre el tigrense y sus viejos/nuevos compañeros. La política no se trata sólo de rosca de superestructura, pero es lógico que algunos ánimos se alteren ante la (por usar las palabras con que el Frente Renovador definió su ingreso a Todos) corrección de la geometría dispersa que las oposiciones traían, y que fue un ingrediente esencial de la victoria CEOcrática.
La combinación entre Massa y José Manuel De La Sota hace cuatro años escaló lo suficiente como para provocar la segunda vuelta fatal. De nuevo: justo Buenos Aires y Córdoba. Los dardos que está lanzando Alberto son, pues, quirúrgicamente precisos. Un atisbo de solución pareció esbozarse en 2017, cuando el regreso a escena de Florencio Randazzo podía ofrecer un paraguas a quienes entonces sentían que el massismo peleaba más contra CFK que contra Macri. Sabrá el chivilcoyano qué hace de su vida hoy, pero detrás de él latían fuerzas a cuyo reencuentro se fue desde Unidad Ciudadana tras la caída ante Esteban Bullrich. Pasado, pisado, pero, ¿puede seriamente ser puesto en duda que tanto el Presidente como la Gobernadora preferían aquello?
En fin, más interesante que la enumeración del giro discursivo en tono negativo del macrismo y de la obviedad del miedo que ello transmite, es intentar descular a qué se debe el archivo de las sueltas de globos y el pase a la agresividad: cuatro años de un fracaso catastrófico sería suficiente, pero no menos cierto es que no les resultaría tan peligroso si hubiese una disputa por los escombros que caen de un edificio que se viene abajo. Y resulta que esta vez no la hay, salvo en cuanto al voto desencantado que, igualmente, sigue rechazando a la presidenta mandato cumplido: para esos se han abierto bastantes ventanillas. Se comprende, así, tanto desencaje.