Murió el Papa: por qué nunca vino a la Argentina, su relación con Milei y su rol de estratega desde el Vaticano
El Sumo Pontífice falleció a sus 88 años luego de padecer una neumonía grave que complicó su cuadro con el correr de las semanas. Jorge Bergoglio, como pocos, supo combinar su rol dentro de la estructura conservadora de la Iglesia Católica, con un papel disruptivo como armador político mundial. El barro de la política argentina.
La bronquiectasia se convirtió en unos de los términos más buscados desde que se conoció que el Papa Francisco debió ser internado en el Hospital Universitario Gemelli, el segundo centro de salud más grande de Italia, luego de que se complicara su cuadro respiratorio, que lo tuvo 38 días internado. Pero la conmoción mundial llegó este lunes 21 de abril cuando el Sumo Pontífice pasó a la eternidad como una de las 266 personas que ocuparon el máximo cargo de la Iglesia Católica en toda la historia.
El Vaticano confirmó el deceso en un comunicado que difundió a través de su canal oficial en Telegram. La muerte del argentino se produjo apenas un día después de que el pontífice hiciera lo que fue su última aparición pública desde el balcón de la basílica de San Pedro por la celebración de Pascua, en lo que se convirtió en su último mensaje al mundo.“No podemos celebrar la Pascua sin seguir enfrentándonos a las noches que llevamos en el corazón y a las sombras de muerte que con frecuencia se ciernen sobre el mundo”, advirtió en su última alocución, en la que la dio un manto de esperanza en medio de la violencia y el sufrimiento en el mundo.
"La luz resplandece lentamente, incluso en tinieblas”, aseguró.Su cuerpo no dio más, pero Francisco deja un legado inconmensurable, tanto para sus fieles y admiradores, como para sus detractores. El cardenal argentino había llegado a la jefatura de Estado del Vaticano, tras la renuncia de Benedicto XVI. Fue el primer latinoamericano y el primer jesuita en ser nombrado Sumo Pontífice. Durante el cónclave, en el que fue elegido el 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio adoptó el nombre de Francisco.
Ya desde su primera aparición emocionó a sus feligreses, con su histórico mantra “Recen por mí”, en un momento en el que crecía el descontento con la milenaria institución, sumida en la corrupción y numerosos casos de pedofilia que la acechaban. Desde el primer momento, Francisco sabía que tendría un rol decisivo para evitar el declive total del catolicismo, predominante en Latinoamérica. Es que allí se registra un 48 por ciento de los 1.390 millones de culto cristiano, según indican las más recientes estadísticas del anuario Vaticano.
Brasil y México aparecen como los países con más bautizados, según el Vaticano, pero países como Venezuela, Paraguay, Colombia y Perú alcanzan números altos para la proporción de habitantes con la que cuentan. Incluso dentro del Policlínico Gemelli, con sus altibajos del día a día desde que entró con un estado de fragilidad preocupante, Francisco se encargó de firmar decretos, nombramientos, renuncias y desplazamientos, dirigió la Catequesis de los miércoles, se encargó de la carta que sustituía el ángelus del domingo, y de la celebración del Miércoles de Ceniza. Es decir que, a pesar de su salud, el Vaticano siguió funcionando y organizándose en torno a él, con un Papa que se reunía con su número dos y tres respectivamente: cardenal Pietro Parolin -secretario de Estado del Vaticano- y Edgar Peña Parra -sustituto de la Secretaría de Estado.
Con el pasaje a la inmortalidad de Francisco, además de su trabajo como jefe de Estado y espiritual mundial, queda al descubierto su papel en el barro de la política local, en una Argentina que, como no podía ser de otra manera, también lo enredó en las grietas coyunturales y en las más históricas y estructurales de nuestra sociedad. No en vano se lo mencionaba como “El Papa peronista”, en reconocimiento a su humildad, y su compromiso con la justicia social, ligado a la Iglesia Villera argentina, a pesar de mantener a rajatabla un férreo conservadurismo doctrinal. Nunca visitó nuestro país para evitar, como señalan autores estudiosos sobre su biografía, el uso político de su figura.
SU VIDA Y EL CAMBIANTE VÍNCULO CON LA POLÍTICA
Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio porteño de Flores, en el seno de una familia de trabajadores. Fue el mayor de cinco hermanos, e hijo de un padre contador y obrero de ferrocarril, que debió exiliarse de su Italia natal por el crecimiento del fascismo; y, de una madre ama de casa con origen también italiano. Cursó la primaria en el colegio salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles de la localidad de Ramos Mejía, para luego hacer el secundario en la escuela secundaria industrial (ETN Nº 27) Hipólito Yrigoyen, de la que se graduó como técnico químico. De hecho, antes de desarrollar su rol espiritual, trabajó en el laboratorio Hickethier-Bachmann, realizando análisis bromatológicos.Fue en esos tiempos de juventud en los que Jorge debió someterse a una operación quirúrgica en la que le fue extirpada una porción de su pulmón a causa de una enfermedad.
Ese tejido que le falta, podría de hecho haber tenido influencia decisiva en la disminución de reserva en su respiración, como lo manifestó en este cuadro último de bronquiectasia.Apenas pasados los 20 años, Bergoglio ya había optado por seguir su carrera religiosa, y decidió convertirse en sacerdote. Ingresó al seminario del barrio Villa Devoto y después al noviciado de la Compañía de Jesús.
Tras esta experiencia, terminó sus estudios en un juniorado jesuita en Chile. Una vez que culminaron sus cursos en Ciencias Clásicas y profundizó sus estudios de historia, literatura, latín y griego, trabajó como profesor de Literatura y Psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe.Su primera relación más directa con la política fue cuando a los 30 años, en 1966, él y varios jesuitas de la Universidad del Salvador se convirtieron en directores espirituales de los jóvenes integrantes católicos que ingresaron a la agrupación juvenil peronista Guardia de Hierro, que desafiaban a la dictadura de Juan Carlos Onganía. Bergolio llegó a la sangrienta década de 1970 con un cargo como sacerdote y formado en teología en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José, en el Partido de San Miguel, bajo la tutela del teólogo jesuita Juan Carlos Scannone, fundador de la Filosofía de la liberación y de la Teología del pueblo.
Desde mediados de 1973 hasta el final de la década, tuvo un cargo como provincial de los jesuitas argentinos.Eran los años de la más sangrienta dictadura militar de nuestra historia, y el régimen impuso su mano de plomo contra los sectores eclesiásticos, especialmente los vinculados al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, al movimiento de curas villeros y a la teología de la liberación, que el propio Bergoglio depuró de la Compañía de Jesús, en su cruzada “antimarxista”.
En ese contexto, Bergoglio, jefe provincial de los jesuitas, intervino en el caso de la desaparición forzada y las torturas sufridas en la ESMA por los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, que realizaban tareas sociales en las villas miseria de Buenos Aires, siempre desde una prédica pacifista. También organizó una red clandestina de huidas hacia Brasil para salvaguardar a opositores perseguidos por la dictadura; y, una vez que comenzaron los juicios por delitos de lesa humanidad, brindó su testimonio.Durante la década del `80 fue rector del Colegio Máximo de San Miguel y de las Facultades de Filosofía y Teología por la misma casa de estudios.
Además se convirtió en el primer párroco de la Parroquia del Patriarca San José, ubicada en barrio San José del partido bonaerense de San Miguel. Pero los comienzos de la década de 1990 lo encontraron bajo la misión de la Compañía de Jesús en la ciudad de Córdoba como confesor de Monjas, viviendo en la Residencia Mayor de la orden. Fue crítico del rol de la iglesia durante el menemismo. De acuerdo a lo que indican quienes más conocen su biografía, su rol como sacerdote en Córdoba ha sido considerado como una especie de castigo, del que pudo salir tras conocer a su predecesor en la Arquidiócesis de Buenos Aires, el arzobispo Antonio Quarracino. Fue nombrado por él como obispo auxiliar el 27 de junio de 1992 en la catedral de Buenos Aires; y, con la muerte de Quarracino, se convirtió en arzobispo de Buenos Aires el 28 de febrero de 1998.
En este rol, fue parte de la Conferencia Episcopal Argentina, que presidió por seis años, en dos períodos consecutivos desde noviembre de 2005 hasta noviembre de 2011. Bajo su mandato, autorizó la tramitación de la causa para la beatificación de los seis miembros de la sociedad de vida apostólica de los Padres Palotinos, que fueron asesinados en 1976 en la conocida masacre de San Patricio, crímenes atribuidos a la dictadura militar. Fue pieza clave para el acercamiento pastoral en las parroquias, con un fuerte aumento de la presencia de los sacerdotes en las villas y los barrios marginales.Sus encontronazos con el matrimonio de Néstor y Cristina Kirchner, una vez que llegaron a la jefatura de Estado, tuvieron como puntos centrales la legalización de los matrimonios homosexuales y el aborto, aunque Bergoglio reconoció, sin éxito alguno, la conveniencia de que la Iglesia católica propiciara la unión civil de las personas del mismo sexo.
Néstor Kirchner incluso señaló que el jefe de la oposición era el obispo, y los rumores indicaban que el Gobierno quería deshacerse de Bergoglio. Desde esta época, que afloran los rumores de enojos contra Sergio Massa que era jefe de Gabinete, a quien nunca quiso recibir en Roma. Pero una vez que comenzó el desgaste de la gestión de Cristina en su segundo mandato, el propio Papa se erigió como “pacificador”, como también hizo durante el gobierno de la coalición CAMBIEMOS, asegurando que bajo su tutelaje de los movimientos sociales, la calle no “explotara”. Se suele destacar que con quien Bergoglio tuvo mejor relación en el mundo de la política más encumbrada fue con Mauricio Macri, incluso antes de ser Papa.
Bergoglio tejió su influencia, primero con el exjefe de Gobierno Jorge Telerman y luego con su sucesor Macri. Se le atribuye a ese acercamiento con el titular del PRO, la confección de políticas promocionadas por Francisco, una vez llegado al Vaticano. El periodista Ignacio Zuleta señaló como algunos de sus logros en la política: la sanción de la Ley de Emergencias Sociales, el salario complementario de los pobres, el plan Potenciar Trabajo y, fundamentalmente el censo de Barrios Populares y las Ley de Villas. Es conocido el recelo de Francisco durante la gestión de Alberto Fernández, en el que rápidamente se aprobó la ley de interrupción voluntaria del embarazo.
En la campaña presidencial de 2023 hubo algún guiño entre el candidato de Unión por la Patria Sergio Massa y el Papa, por una posible visita al país si el exministro de Economía se imponía en el balotaje. Fue en ese momento en el que se produjeron fuertes críticas hacia el Sumo Pontífice por parte del entonces candidato Javier Milei. El economista libertario le pidió “perdón” al Papa por sus numerosas críticas en el pasado y afirmó: “Lo voy a respetar como jefe de Estado y líder de la Iglesia”.
Milei se había propasado. Señaló que el Papa era “el representante del maligno en la Tierra” y lo definió como un “jesuita que promueve el comunismo” y un “personaje impresentable y nefasto”.Allegados al Vaticano siempre marcaron Francisco siempre tuvo la intención de ver por última vez a su país y, en particular, a su hermana, María Elena, la única hermana que tiene con vida y con la que mantiene un estrecho vínculo. Pero la especulación política que lo rodeó fue más que su amor por San Lorenzo, el tango, el dulce de leche, los alfajores y el vino Malbec que tanto amaba.