Los parlantes del escenario montado de espaldas a la Rosada hacían sonar las cumbias de Ráfaga. A apenas diez metros, entre la gente, lo que se escuchaba era el repiqueteo de los bombos y los redoblantes. Y más allá, de fondo, las bombas de estruendo, una tras otra. Cuando la CGT, los intendentes o las organizaciones sociales movilizan, hacen ruido. Cuando se juntan, truenan. Esa forma de fiesta popular ensordecedora es desde hace por lo menos dos décadas una forma de hacer política. Casi siempre desde la Plaza de Mayo. Esta tarde sirvió para inyectarle todo ese volumen a un Presidente que lo necesitaba después de meses angustiosos, para que tuviera en quién hacer resonar su voz.

El día de la militancia estuvo plagado de sindicatos, organizaciones de la economía popular y aparatos políticos de las intendencias del conurbano. En su mayoría fue una plaza popular: trabajadores organizados de casi todas las ramas productivas, desocupados, cooperativistas, militantes barriales de base. Casi todos de la Provincia. Protagonistas, en última instancia, de la remontada electoral del Gobierno el último domingo. La “otra” militancia, que no convocó, se quedó cerca, pero a la vez lejos: La Cámpora, la JP y sus satélites delegaron esta vez el protagonismo y se estacionaron sobre Diagonal Norte, a un par de cuadras de la última línea de altavoces que reprodujeron el discurso de Alberto Fernández, único orador.

“El triunfo no es vencer, el triunfo es nunca darse por vencidos”, dijo el Presidente y fue el tramo de su discurso más festejado, sólo comparable en aplausos y vitoreo al fragmento en que reconoció que “hay mucho por hacer y hay muchos que están esperando que este Gobierno haga mucho más, y lo vamos a hacer”.

Una plaza ruidosa y popular para darle volumen a Alberto Fernández

UNA TARDE DE RESISTENCIA

Las principales columnas ya habían colmado la plaza pasadas las tres de la tarde, bajo un cielo “peronista”, del que varios y varias se protegían con paraguas. Las banderas, como siempre, llevaban impreso el territorio: “UOM-La Matanza”, “CCC-Merlo”, “Movimiento Evita-Rosario”, “UPCN-La Plata”. Prácticamente no hubo municipio ni sindicato sin hacer su aporte, en gente y en ruido. Desde el escenario se repetía la consigna de la convocatoria, impresa en remeras y volantes con la tipografía y la simbología del Frente: “Todos unidos triunfaremos”.

“Hoy vine por convicción, y para agradecerle al presidente, porque a pesar de todo lo que pasamos, sigue de nuestro lado”, dijo a Diagonales Pablo, trabajador de Cliba. Llevaba una campera verde con el logo de camioneros estampado a la altura del corazón y el del PJ a la derecha, igual que sus compañeros, a los primeros que saludó en su día a través del grupo de wasap que comparten, que llamaron “Godoy Cruz”. “Con mucha militancia lo dimos vuelta. Fue un empate técnico lo del domingo, digan lo que digan”, insistía.

Una plaza ruidosa y popular para darle volumen a Alberto Fernández

Sobre uno de los canteros de la Plaza, un grupo de mujeres del Evita llegadas desde Iberlucea, una localidad situada 12 km al oeste de Rosario, descansaban a la sombra de un árbol. “En verdad perdimos, pero no lo digas”, se reía Sara, encargada de una olla popular. Es hija de padres militantes y se acercó a los espacios del barrio hace más de 20 años. “Está jodido. Básicamente porque no hay laburo. Viene así la cosa desde antes, pero con la pandemia todo se vino abajo. Hoy vine a escuchar al presidente hablar de trabajo, de esperanza, eso siento yo que le falta a la gente”, pidió. Algo de eso hubo en los “compromisos” que asumió Fernández desde el escenario para “la segunda etapa” de su mandato.

Gabriel, que vive en Haedo, Morón, pero trabaja en la fábrica que tiene Malboro en Merlo, llegó a la plaza con un tercio de sus dos mil compañeros de planta. “Hoy más que nunca teníamos que estar para apoyar. Si vuelve a ganar la derecha, estamos al horno”, dijo. La fábrica donde trabaja, al contrario que la mayoría, tomó nuevos empleados el año pasado en lugar de echarlos. En Morón, donde vive, el peronismo no logró revertir la elección, como sucedió en otros municipios, como Quilmes o San Martín. “Hay una parte de la clase media, comerciante, que no nos da bola”, explicó sobre el resultado.

Desde Quilmes, donde la intendenta Mayra Mendoza logró revertir siete puntos de desventaja respecto de las PASO, llegó “Mingo”, un militante histórico de los barrios del Oeste. “Tengo 71 y milito desde los 14, los vi pasar a todos”. “Esta marcha es una demostración de fuerza para afuera y una forma de devolver la esperanza hacia adentro, estábamos muy golpeados”, reconoció. “Pero lo dimos vuelta con un despliegue que yo no recuerdo haber visto, se recorrió casa por casa, como en los momentos de resistencia, sin bajar los brazos. Eso es lo que hay que seguir haciendo de acá a dos años”.