Por Lorena García y Mariana Moyano

Informe: María Paz Tibiletti

La marcha fue multitudinaria. Algunos dicen que participó la misma cantidad de mujeres que el año pasado; otros sostienen que fueron menos.

La marcha fue nuevamente un fenómeno social. Algunos y algunas se fascinan con lo que sucede con las mujeres en el mundo. Otros se irritan. Pero nadie puede (o debería) evitar poner atención al coloso.

La marcha fue el gran tema del día viernes. Otra vez ocupó la escena central de la agenda tanto social como de medios.

Todo esto es innegable, como lo es también que ayer se evidenció un problema político que tiene en la organización de la manifestación no tanto una causa como un síntoma de lo que sucede en este espacio ya desde hace tiempo.

La jornada había comenzado con dos hechos que tuvo a las trabajadoras como protagonistas: la manifestación de empleadas de SIAM, Madygraf, Coca Cola y del Hospital Posadas, que exigían la reincorporación a sus puestos laborales y la conferencia de prensa de las Mujeres Sindicalistas, quienes en la "igualdad, trabajo y unidad" resumían el espíritu de la convocatoria.

150 mil, 300 mil y medio millón son las cifras que circulan sobre la cantidad de mujeres que participaron en la manifestación. Pero es muy difícil dar un número exacto.Porque siempre lo es, pero también porque ayer se notó que más que marchar, muchas mujeres se agrupaban y circulaban. Tal vez en este detalle de que no hubo sólo columnas compactas haya también un dato de qué diferencias políticas de fondo quedaron expresadas en la organización.

Desde temprano, mucho antes de la hora pactada, comenzaron a llegar tanto a Plaza Congreso como a Plaza de Mayo, cientos de mujeres, jóvenes y adolescentes en su mayoría; en grupos, de a dos, tres o sueltas. La purpurina y los brillos estaban muy presentes en una marea que iba y venía.

Una vendedora de pañuelos comentó a Diagonales "me consultaron bastante sobre dónde era el acto, había confusión. Como que no fue clara la consigna; hay dispersión".

Mucha dispersión y parece que poco dinero: “se venden más verdes que violetas, pero menos decualquier color que el año pasado. No hay un mango", agregó. 

Emilse, una vendedora de remeras, de 43 años opinó en el mismo sentido: "la venta viene para abajo y, como encima nos aumentan todos los insumos, nos aumenta el costo y nosotros mucho no podemos aumentar porque la gente no tiene plata. No tiene efectivo, se maneja más con tarjeta. Acá está lleno de vendedores y vendedoras porque no te dejan trabajar en muchos lados, te sacan de todos lados".

Este 8M estuvo precedido por la difusión de informes de diferentes centros de estudios que dieron a conocer números sobre la situación socio-económica de las mujeres en Argentina y en el mundo.

Según la Organización de Naciones Unidas la tasa de alfabetización de los adultos ha subido al 85%, pero las mujeres siguen representando el 60% de las personas analfabetas a escala mundial; las mujeres ganan 24% menos que los varones; el 50% de las mujeres en edad laboral trabaja mientras que en el caso de los varones el porcentaje supera el 75%.

El Centro de Economía Política informó que durante 2018 se intensificó la desigualdad de género respecto al desempleo y la informalidad laboral. Las mujeres registraron tasas de desempleo de 10,8% (frente a 8,9% de los varones). Un incremento de 1,3 pp respecto de 2017 y de 3,1 pp respecto de 2015.

Entre las mujeres más jóvenes de entre 14 y 29 años la tasa de desempleo trepó a 19,3%. Respecto a la informalidad laboral, el 37,1% de las mujeres en relación de dependencia trabaja sin registración laboral. Un incremento casi 1 p.p con relación a 2017 y 2,1 pp respecto de 2015. En cambio, para los varones el porcentaje se sostiene en 31,8%, no registrándose variaciones con respecto al periodo anterior.

Los informes de la Defensoría del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires mostraron, por ejemplo, que el 68% de quienes iniciaron trámites en CABA por no poder seguir pagando el alquiler son mujeres.

La crítica situación económica general y de las mujeres en particular generó dos hechos que pueden ser paradojales y que, tal vez, merezcan un análisis con más detenimiento: por un lado, el crecimiento del movimiento de mujeres permite que se visibilice la problemática. Pero, por el otro, también es la razón por la que muchas mujeres no pueden participar ni de las marchas ni de las asambleas organizativas previas a la manifestación.

Este año el aborto legal fue el principal reclamo de la manifestación, un reflejo quizá de la composición de la marcha de este 8 de marzo que, en su mayoría estuvo nutrida de jóvenes, quienes, pese al revés que significó la no aprobación de la ley el año pasado, siguen firme en su demanda.

Otro elemento que deberá ser analizado con prudencia y análisis lo trajo a la palestra una declaración de la dirigente del PTS Miriam Bregman. “La derrota en el Senado fue leída por los sectores anti ILE (interrupción legal del embarazo) como un espacio de avanzada para ellos”, dijo. Es absolutamente precisa la definición de Bregman. Quizás lo que faltaría agregar para completar la perspectiva es que el movimiento verde se lanzó a la conquista de la ley sin contemplar que siempre una acción genera una reacción y con un exceso de fe en “la calle” y poco ojo y/o desprecio en “el palacio”. La Argentina ha dado acabadas pruebas más de una vez que la mayoría de las veces no ganan “los otros” sino que es uno quien pierde.

La composición social de esta jornada fue preponderantemente de clases medias. Tal vez otro de los síntomas de la crisis.

Silvina es empleada de una lencería cercana a Plaza de Mayo y fue consultada por Diagonales sobre si de poder hacerlo participaría de la marcha: "estoy de acuerdo con la convocatoria. Que cada uno exprese lo que desea expresar, pero yo no iría. No es para hacer paro la situación, es para seguir trabajando. Está difícil y hay que trabajar, si voy a la marcha vendo menos y no se puede". 

El malestar por la situación económica convivía en la manifestación con las otras consignas por las cuales otras mujeres se acercaron a la Plaza.

Valeria Herrera, de la comisión de mujeres de la Asociación de Taxistas de CABA contó que “estamos organizadas hace más de dos años y tomamos la iniciativa de participar de todo lo que es el movimiento feminista. Trabajamos todos los días para cambiar conductas machistas, desde la organización y por eso estamos acá. Queremos aportar a esta profesión y mejorarla compartirla con los compañeros". 

Numy y Renata, de 17 años y estudiantes del Colegio Carlos Pellegrini comentaron que "el principal reclamo es que nos paren de matar, después la libertad de los cuerpos y de la mujer en sí". 

Danila, de 25 años y moza en un bar de Avenida De Mayo dijo a este portal que "no comparto lo que hacen, no lo veo bien, eso del aborto. Sí comparto la protesta contra el maltrato hacia la mujer. En las marchas anteriores el aborto era como la última opción y ahora es la primera de los reclamos".

Topacio tiene 30 años y dijo: “Hoy marcho por mi libertad a ser quien quiero ser. Soy homosexual, soy hombre, soy mujer, soy todo lo que quiera ser y quiero serlo libremente. Por eso estoy acá. Por más respeto, por más igualdad, más equidad y más justicia social".

Coca es una jubilada y militante peronista. Ex trabajadora textil y delegada gremial de Lanús oeste y contó emocionada: “Yo era del pañuelo celeste, pero cambié de opinión con el caso de la nena de 11 años que fue violada y embarazada en Tucumán. Con ella entendí la importancia de que el aborto sea legal, seguro y gratuito. Esa nena tenía que estar jugando con muñecas, no siendo madre. Ahí entendí que nosotros no podemos decidir sobre ella. Ver esta plaza llena siempre me emociona porque yo venía con mi papá a escuchar al General. Siempre vinimos a la plaza porque siempre estuvimos en lucha. Estoy jubilada pero tengo que seguir trabajando porque la plata no me alcanza. Aumentó todo”.

Las particularidades de las mujeres, de los movimientos, de los espacios, de los feminismos y de las demandas se vieron reflejadas en los testimonios pero también en el inconveniente no organizativo sino político que quedó plasmado en la anécdota de cómo se pagaba el sonido, las luces y el escenario.

Rita Segato es una referente para muchas feministas. Estuvo en la manifestación y consultada por Diagonales destacó que hay que marchar "juntas, de modo horizontal, sin hegemonías, sin que nadie se apropie del movimiento, sin acumulación de fuerzas, no me gustan los intentos de secuestrar el movimiento de las mujeres".

No siempre es posible.

 

Antes de empezar el acto, hubo que juntar el dinero para todo lo que es necesario en la logística de un acto de estas características. Lo primero que llamó la atención a quienes no participan del backstage de estas convocatorias es por qué no estuvo previsto con anticipación algo tan básico como estos gastos organizativos básicos.

Y para mayor sorpresa, apenas los medios de comunicación dieron cuenta de esta situación, la agrupación troskista Las Rojas dijo desde su cuenta de Twitter: "La CGT y las CTA están boicoteando este acto".

La sorpresa fue general. Se estaba haciendo pública una molestia subterránea que desconocían quienes no siguen al detalle lo que sucede tras bambalinas en el movimiento.

El acto fue iniciado por Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo- Línea Fundadora y por Ángela “Lita”Boitano, referente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Con sus pañuelos verdes saludaron la huelga feminista, rechazaron elajuste del gobierno nacional y exigieron la libertad de Milagro Sala y todas las presas políticas.

Mientras las referentes de los organismos de Derechos Humanos inauguraban el acto y trabajadoras de Interpack, Coca-Cola, docentes y distintas trabajadoras en conflicto; junto a representantes de distintas colectivos como mujeres afro, trans, travestis, delactivismo gordo, trabajadoras sexuales, madres de víctimas de trata, mujeres indígenas, entre otras leían el documento, debajo del escenario comenzaban a hacerse públicas las fuertes diferencias y el problema eminentemente político con el que se llegó a esta manifestación.

Estela Díaz es una feminista histórica, está en la campaña por el aborto legal desde el día cero y tiene un recorrido de lucha sindical en la CTA que es referencia obligada. No es fácil, para quien lo intente, contarle las costillas a ella. Por eso la consultamos. Su lectura fue cruda y dura. Y fue política: “lo que pasó estuvo armado. Hay sectores en el movimiento de mujeres que quieren romper, quebrar, este poder enorme y distinto que crece y crece. Son los sectores antisindicales, claramente funcionales al neoliberalismo. Digo que estuvo armado por razones concretas: hacen asambleas que se inician a las 4 de la tarde y terminan a la 1 o 2 de la mañana. ¿Qué mujer que trabaja o es madre puede participar? Ninguna. Los 8 de marzo son para nuestras compañeras un día más de lucha; no el único. Estamos hablando de mujeres delegadas y trabajadoras que día a día pelean por mantener sus puestos de trabajo y que enfrentan al macrismo desde el 11 de diciembre de 2015”.

“Nos señalan a las centrales como responsables del pago del escenario y demás. Absurdo. Nunca jamás nos comprometimos a pagar nada de eso. Sí a colaborar, como siempre. Pero es ridículo cuando no hipócrita decir que el movimiento de mujeres es un espacio autónomo de partidos y sindicatos y luego pedir que sean ellos quienes financien los gastos. Lo mismo con la idea de paro. En mi carácter de mujer del mundo sindical entiendo que un paro tal como se lo entiende en general, sólo puede ser convocado por las centrales sindicales; de otro modo no es paro. Pero en mi carácter de feminista entiendo que la idea de ‘paro feminista’ es una resignificación a la que adhiero. Lo que llamamos paros feministas de los 8 de marzo son más que nada una interpelación a que pueda parar la que no puede parar. A que esa mujer que no tiene un trabajo formal tenga su día de lucha y visibilización. Si tergiversamos esto, entonces, lo que estamos pidiendo es que sean las centrales sindicales las que decidan los paros del 8 de marzo y no el movimiento de mujeres. Acá lo que pasó fue que colapsó el modo asambleario que algunos y algunas quieren mantener sólo para romper la profunda alianza que mujeres de muchísimos espacios políticos nos dimos para enfrentar al neoliberalismo de Macri. Son los mismos sectores que rompieron las asambleas del 2001 y los que dividieron los actos del 24 de marzo. Son los sectores que en ese documento inentedible e imposible de leer y que aleja a las mayorías ponen como responsables de lo que pasa en una misma línea a Macri, al FMI y a las centrales obreras. Quieren romper el movimiento. Quizás lograron eso. Sumisión es romper, no enfrentar a Macri. Antineoliberales, claramente, no son”.

Las construcciones transversales son difíciles de sostener en el tiempo. Reúnen, acumulan, pulen diferencias y acentúan los acuerdos. Pero la particularidad necesita siempre un paraguas. Le pasa a los indigenismos y a los defensores del medio ambiente. Le pasó a los propulsores de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y le pasa al movimiento de mujeres. Mucho más sucederá, entonces, en un año electoral. No es para asustarse sino para hacerse cargo y desde ahí mirar lo que pueda venirse en y con el Encuentro Nacional de Mujeres que tendrá lugar nada más y nada menos que en La Plata y tan luego en octubre.

Cuando las mujeres ganamos, nuestras demandas se convierten en políticas públicas y para que eso suceda, no es muy difícil comprender qué parte del abanico político ideológico conviene que triunfe en las elecciones.