Ayer y hoy, la misma lucha: la dignidad del trabajo
La necesidad de conquistar y preservar los derechos laborales adquiere hoy nuevas formas y se suma a la urgencia de incorporar a los millones de excluidos que permanecen en la informalidad laboral
El 1 de mayo, Día del Trabajador, tal como todos lo conocemos, no solo celebra al trabajador individualmente, sino que este día en primer lugar es el hito que marcó profundamente la lucha del movimiento obrero y que su celebración sin duda es la reivindicación de la solidaridad obrera que continua con compromiso de clase hasta nuestros tiempos.
Los antecedentes históricos de esta fecha nos remiten a la segunda mitad del siglo XIX en los Estados Unidos y Europa, donde las movilizaciones obreras y la lucha de los trabajadores se centraba en la reducción de la jornada laboral.
Los hechos que dieron origen al día del trabajador, fecha de alcance verdaderamente universal, tuvieron epicentro en la ciudad de Chicago el 1° de mayo de 1886, cuando la Federación Americana del Trabajo convocó a una jornada de reivindicación obrera bajo el lema “8 horas de trabajo, 8 horas de descanso, 8 horas de instrucción”. Se reclamaba que la reducción de la jornada laboral, que regía sólo para los trabajadores del sector público, alcanzara a todos los trabajadores (en ese momento la jornada del sector privado oscilaba entre 11 y 15 horas diarias). La convocatoria fue multitudinaria y las huelgas se diseminaron por toda la ciudad extendiéndose hasta el 4 de mayo, fecha en que un conjunto de trabajadores fueron despedidos, reprimidos por la policia, con un saldo que incluyó heridos y muertos.
En 1889 el Congreso Obrero y Socialista de París, proclamó el 1 de mayo como Día Internacional de los Trabajadores en homenaje a los “Mártires de Chicago”.
La celebración de esta fecha en nuestro país, un año después, se vincula con la aparición de las primeras Centrales Obreras como conjunción de organizaciones de trabajadores de distintas áreas o rubros.
De aquellos años a la actualidad la realidad ha cambiado y mucho. En la etapa neoliberal del capitalismo la organización de las sociedades ya no se centra alrededor del trabajo y las relaciones de producción. Las ganancias se obtienen a través de los mercados financieros y es por eso que hoy el sistema puede prescindir del hombre, inclusive para explotarlo. La financiarización de la economía es solo un instrumento para la concentración de riqueza que, al aumentar la desocupación y destruir los mercados laborales, profundiza los niveles de desigualdad.
Los capitales circulan por el mundo sin restricciones, la oligarquía financiera internacional entra y sale de los Estados sin pedir permiso causando estragos en el tejido social. Mientras tanto, millones de trabajadores y trabajadoras migrantes, los excluidos que se trasladan buscando condiciones de vida dignas, se ven impedidos de atravesar las fronteras de muchos países. Esta doble condición para la circulación en el mundo ha generado una de las crisis humanitarias más importantes de las que se tenga registro.
El año 2020 dejó en evidencia las terribles consecuencias del capitalismo en su versión depredadora. La llegada de la pandemia de Covid-19 puso en el centro de la escena las profundas desigualdades sociales, económicas, territoriales y los altos niveles de concentración de riqueza que afectan a toda la humanidad. Esto, sumado a la degradación del ambiente y la imposibilidad de acceder a un hábitat digno para vastos sectores de la población, configuró un escenario poco alentador para las necesidades del movimiento obrero.
La lucha de aquellos trabajadores/as de finales del siglo XIX por mejorar sus condiciones y conquistar derechos, que pusieran límites a un sistema económico y productivo, que generaba ganancias a partir de la intermediación y explotación de la mano de obra, continúa hasta nuestros días. La necesidad de conquistar y preservar los derechos laborales adquiere hoy nuevas formas y se suma a la urgencia de incorporar a los millones de excluidos que permanecen en la informalidad laboral.
El neoliberalismo, instalado a escala global, y las perturbaciones que provocó la pandemia a nivel económico y social, afectaron profundamente el mundo del trabajo, llevando al movimiento obrero a afrontar nuevos desafíos. Estas transformaciones tuvieron su réplica a nivel local.
Se impusieron nuevas modalidades de trabajo en función de la necesidad de sostener las fuentes laborales y el nivel de actividad económico, resultando la virtualidad el principal recurso y el teletrabajo su forma más expandida. Esta situación abrió el debate en relación a las condiciones y el marco regulatorio necesario para garantizar los derechos de aquellos trabajadores/as que tendrían como nuevo lugar de trabajo sus hogares.
La economía de plataformas, instalada en los últimos años en nuestro país, tuvo un crecimiento exponencial en el contexto de pandemia. El consumo desde los hogares centrado en deliverys y compras vía plataformas digitales como Mercado Libre, Uber, Rappi o Pedidos Ya, hizo de la precarización laboral un fenómeno instalado y poco cuestionado. Se intensificó la utilización de aplicaciones, que bajo la denominación de “empresas de tecnología”, no se reconocen como empleadores y consideran a los trabajadores/as como “colaboradores” con el consecuente desamparo en términos de derechos laborales.
Estos son solo algunos de los emergentes con los que nos hemos encontrado en el último tiempo, pero el alcance de las transformaciones es mucho más amplio y en su mayoría desconocido.
El examen de la realidad actual vuelve imperiosa la necesidad de elaborar un Programa de propuestas del Movimiento Obrero que tenga como pilares la producción, el desarrollo, el empleo registrado, la salud, la educación, la problemática de género y la tecnología conveniente, asimismo hay un nuevo tiempo de jornada laboral, en su momento la lucha fueron las 8 horas, hoy es necesario luchar por 6 horas laborales, para que más hombres y mujeres salgan de la informalidad y tengan un trabajo digno y registrado.
Desde las usinas de pensamiento neoliberal se busca minar el potencial de las luchas colectivas con planteos individualistas, de emprendedurismo y meritocracia, produciendo sujetos sumidos en la soledad, que bajo la lógica del “sálvense quien pueda” pierden la capacidad de conmoverse ante la injusticia social, de cuestionar el sistema y proyectar modos de transformarlo. Por el contrario, desde el movimiento obrero sostenemos que “El individuo se hace interesante en función de su participación en el movimiento social” (la Comunidad Organizada, Juan domingo Perón). La apuesta debe ser por la construcción colectiva, partiendo del trabajo como organizador de la vida en comunidad, y la importancia de generar lazos solidarios en el conjunto de los trabajadores.
“Dividimos al país en dos categorías: una, la de los hombres que trabajan, y la otra, la que vive de los hombres que trabajan. Ante esta situación, nos hemos colocado abiertamente del lado de los que trabajan". (Juan D. Perón)
*Secretario General delSindicato de Canillitas y Senador Provincial por el Frente de Todos. Twitter: Twitter: @omarplaini53