Días atrás, el presidente Javier Milei dio un discurso transmitido por cadena nacional -el tercero desde su asunción-  para comunicar con solemnidad lo que él considera un éxito trascendental en la economía argentina: tres meses consecutivos de superávit fiscal, una hazaña que el país no había experimentado desde 2008.

Incluso habló del gran milagro económico, en el que nadie creía y que sorprendió a todos. Momento en el que no perdió oportunidad para señalar indirectamente a todos aquellos que se opusieron y siguen buscando su fracaso. Reforzando la diferenciación entre los propios que buscan resolver los problemas de Argentina y “La casta” que busca seguir perpetuada en el poder y los privilegios.

Con un enfoque principalmente económico, y con el tono exacerbado y directo que suele identificarlo, delineó los logros alcanzados en materia de estabilización financiera y planteó la necesidad de un futuro basado en el equilibrio fiscal radical. Sin embargo, hubo momentos en donde amenizó el discurso, salió de lo técnico para hablar directamente con los argentinos y dar tranquilidad al esfuerzo que viene haciendo. Incluso fue determinante a la hora de decirles que ya van más de la mitad del  “esfuerzo” que se llevó adelante y que los resultados positivos están  cada vez más cerca.

Un dato a destacar y que no debe pasar desapercibido fue que el discurso estuvo marcado por la seriedad, gestos precisos y manos al frente de quienes lo acompañaban como parte de la escenografía. Sin duda, se busca mostrar empatía por lo que viene sucediendo y a la vez mostrar el equipo que defiende  y ejecuta este plan económico. 

Fueron sorprendentes los datos sobre los que defendió que la sociedad frente a  tantos ajustes e inflación no había perdido su poder adquisitivo. Consideró que muchos de nosotros debemos preguntarnos: ¿Qué tipo de milagro representa este logro para la mayoría de los argentinos? Hasta ahora se ha avanzado sobre medidas que buscan dar cuenta de austeridad, reducción del gasto público, ajustar a la casta pero  en el proceso la clase  media y baja  han sido impactadas. De eso no hay dudas.

El Presidente aún cuenta con gran popularidad, su imagen positiva se sostiene y hay una aceptación en gran parte de sus medidas pero no en todas. Eso quedó evidenciado con la gran movilización de las universidades, gremios y parte de la sociedad civil, donde por primera vez desde que comenzó este gobierno dijeron que no podían avanzar contra las universidades. El primer límite de Milei fue la educación, como valor, como derecho adquirido y como la única herramienta de ascenso social sobre la que no se debe  ajustar. 

Y hablamos de primera vez,  porque hasta ahora las limitaciones fueron desde las diferentes instituciones o funciones del estado como el Congreso con la primera Ley de bases, en la justicia con algunos artículos del DNU e incluso en la política con los enfrentamientos de algunos gobernadores. En ninguno de estos conflictos había intervenido la sociedad ni se había movilizado marcando un parate para el nuevo gobierno. Si bien el 8 de Marzo hubo una gran movilización fue en el marco del día de la mujer y no por una medida precisa que se haya tomado desde el gobierno.

Por otro lado, también es relevante destacar que el Presidente no realizó nuevos anuncios durante su intervención, sino que se centró en destacar los resultados del ajuste en el gasto público y la trascendental victoria de poner fin al déficit fiscal. Este enfoque refleja una estrategia de consolidación de logros y legitimación de la gestión gubernamental.

Hasta ahora vemos que lo que se viene proponiendo y haciendo sugiere un cambio en la forma en la que se vinculaba el Estado, el mercado y la sociedad civil. Modificaciones que se están gestando y ahora probablemente con la aprobación de la nueva ley de bases se intensifique.

Una vez más podemos afirmar que el verdadero desafío va a radicar en la capacidad del gobierno para garantizar el bienestar de la población y la estabilidad del gobierno en un cambio de paradigma tan radical que apuesta al libre mercado y la no intervención del Estado en un país donde los datos socioeconómicos son cada vez más alarmantes y la pobreza no ha dejado de crecer en ningún gobierno de los últimos años.