En el mes de octubre la Argentina asistirá a una nueva contienda electoral para elegir un/a nuevo/a presidente/a. La inestabilidad institucional que se observó durante gran parte del siglo XX, pareciera haber quedado en el pasado, ya que han acontecido 36 años del fin de la última dictadura militar. Es importante mencionar que, desde el primer Golpe de Estado en 1930, nunca se ha visto en la historia argentina un período tan extenso de gobiernos democráticos.

 A diferencia de la mayoría de los países de la región –y del mundo- gran parte de las elecciones en nuestro país estuvieron signadas por la problemática económica y no necesariamente por el elemento político. Sin dudas, la situación financiera será el elemento aglutinador y decisivo de las próximas votaciones. Para tratar de comprender este arduo proceso, es importante indagar en los organismos de gestión económica en general, y del ministerio rector de la economía en particular.  Lo sucedido con esta agencia primaria de la política económica y financiera de la argentina es una fiel radiografía de los problemas estructurales que aquejan a la economía nacional. En ese sentido, el país es un claro modelo de los avatares administrativos que conllevaron directamente a la imposibilidad de aplicar medidas económicas de mediano o largo plazo.

Desde su creación en 1854 el órgano encargado de dirigir las cuestiones económicas en la Argentina fue el ministerio de Hacienda, que en definitiva era más bien un ministerio de contabilidad y presupuesto que se encontraba atado de facto al modelo agroexportador. Este escenario se modificaría parcialmente en 1935 con la creación del BCRA y totalmente a partir de las reformas impuestas por el peronismo en el período 1946-1955.

En esos años de existencia del Ministerio de Hacienda, pasaron 59 ministros con un promedio aproximado de un año y medio de permanencia en cargo. Figuras emblemáticas como Dalmacio Vélez Sarsfield, Juan Bautista Alberdi o Victorino de la Plaza ocuparon la cartera en la naciente república. A su vez, varios repitieron la experiencia, entre ellos José Terry, Carlos Acevedo, Marco Avellaneda, Norberto Riestra o Federico Pinedo, en notable demostración del carácter endogámico de la clase dirigente y económica. La gran mayoría de ellos ostentaban el título de abogado, debido a la necesidad del ministerio de hacer cumplir la ley y contabilizar cabezas de ganado más que administrar la política económica.

Con la llegada del peronismo en 1946 se observó el ingreso de un grupo más vinculado al capital intelectual y la trayectoria académica que a la descendencia familiar. Por primera vez ocuparía el cargo de ministro de Hacienda un economista, el por entonces joven Ramón Cereijo. Con la crisis económica y política de 1949 (que produjo la salida del gobierno del verdadero hacedor de la economía, el llamado “mago de las finanzas” Miguel Miranda) y la modificación de la Constitución, se produjo un nuevo organigrama financiero-económico. El hombre fuerte del período fue Alfredo Gómez Morales, flamante primer ministro de Finanzas, doctorado en Ciencias Económicas por la FCE-UBA, proveniente de una familia de inmigrantes y trabajadores. No obstante, hasta 1955, convivieron varias agencias de gestión económica, como los ministerios de Economía, Hacienda, Finanzas o Asuntos Económicos, poniendo de manifiesto la falta de planificación gubernamental y la ausencia de una política económica de largo plazo.  En esa etapa fueron tres los planes de ajuste que se implementaron con el objetivo de reducir la inflación y solucionar la problemática de la restricción externa: 1949, 1952 y 1954.

Con el Golpe de Estado de 1955, lo que se había avanzado en relación a la gestión económica, tuvo un claro retroceso con la disolución de todas las agencias creadas durante el peronismo y se volvió al tradicional Ministerio de Hacienda. Nuevamente se puede observar no sólo la implementación de planes de ajuste como en 1956-1958/9-1962 y 1975, sino que nuevamente se repiten nombres al frente del ministerio como Álvaro Alsogaray, Federico Pinedo, Alfredo Martínez de Hoz o Adalbert Krieger Vasena. El autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” de 1976 modificó la estructura económica de la Argentina con el consecuente cambio de redistribución de la riqueza. El modelo industrial conocido como “sustitución de importaciones” había quedado en estado de “enfermedad”, pero sin dudas la política impulsada por Martínez de Hoz a partir de la reforma financiera de 1977 lo terminó por aniquilar. El BCRA que desde 1935 había acompañado el programa industrial, perdió toda autonomía al quedar bajo el denominado “sinceramiento y disciplinamiento” llevado a cabo por la Junta. De esta forma los industriales nacionales que se habían favorecido por el crédito barato durante décadas, vieron imposibilitada la continuidad de financiamiento por parte del estado, a diferencia de los sectores concentrados que lograban divisas desde el extranjero.

Con el retorno a la democracia en 1983 se volvió al tradicional Ministerio de Economía hasta 1991, y se impulsaron tres planes económicos: el Austral de 1985, el Primavera de 1988 y el de Convertibilidad en 1991. Ese año nuevamente se modificó el nombre de la cartera de gestión económica, y hasta el presente se alteró diez veces su denominación.

Si tomamos 1946 como punto de partida para la burocratización e ingreso de especialistas en la cartera económica, observamos que en 73 años hubo 71 ministros de economía, lo que da como promedio de un año y pocos días por gestión, evidencia empírica que imposibilita medidas no ya pensadas en el largo plazo sino de corto o mediano. Sin dudas, este dato no es menor para entender la grave crisis económica por la que atraviesa la economía nacional y que difícilmente pueda recuperarse en un corto período de tiempo.

*Historiador AESIAL / FCE - UBA