El dólar en una economía vegetativa
Las maniobras del Banco Central bajo los lineamientos del FMI en un contexto de fragilidades
El desafío del programa económico para transitar el año electoral sin sobresaltos cambiarios fue concebido para tratar de normalizar la macro, en detrimento del crédito y de reanimar el nivel de actividad.
Como el plan stand by no consideró al tipo de cambio como ancla nominal del programa, las autoridades monetarias con la súper tasa como herramienta intentarán frenar una espiral inflacionaria y tender a cero en el déficit fiscal primario. Si la tasa de referencia no tiene el efecto esperado sobre la inflación el pass-through a precios tenderá a acelerarse.
La flotación entre bandas que exige el Fondo, opera a su vez como un protector del bajo poder de fuego que tiene el BCRA para proteger el tipo de cambio. Si sube la demanda de dólares, subirá el tipo de cambio. La restrictiva política monetaria de cero emisión, sin permitir estacionalidades, espera el rebote de la cosecha gruesa para compensar la demanda, pero no podrá mejorar la actividad económica en las grandes urbes. La industria, el comercio y la construcción caen a un ritmo de 2 dígitos respecto a 2018.
El Tesoro con permiso del FMI, desde mediados de abril podrá vender U$S 60 M diarios para cancelar obligaciones en pesos, pero a su vez generará una oferta adicional de dólares en el mercado cambiario. A cambio, el Fondo exigió endurecer aún más la política monetaria para secar la plaza, de manera de acotar el poder de compra de la demanda. Si el tipo de cambio perfora nuevamente el piso de la banda, el BCRA podrá comprar las ventas del Tesoro, como máximo U$S 50 M diarios en abril y hasta 2% de la base monetaria (U$S 650/700 M).
En tanto, la profunda recesión económica golpea directamente el poder adquisitivo de las familias y afecta los niveles de empleo, se estima que el salario real pierde a pesos constantes casi un sueldo por año. Por lo tanto si bien el deseo de atesorar de la clase media muestra en dólares números favorables al Gobierno, la realidad es que las familias siguen destinando en pesos parte de sus salarios a proteger sus ahorros.
Las medidas adoptadas por el Gobierno no alcanzan para mitigar la contracción de la macro. El adelantamiento de la rebaja de los aportes patronales para economías regionales, representan apenas el 0,02% de PBI; las líneas de crédito para Pymes a tasa subsidiada y el adelantamiento a marzo del 46% para la AUH, son medidas microeconómicas poco relevantes para cambiar la coyuntura actual.
Para aumentar la liquidez y eventualmente el crédito, el BCRA deberá comprar dólares (si el TC perfora el piso de la banda inferior) o dejar de sobre cumplir la meta de emisión cero que le impuso el FMI. Los créditos en pesos al sector privado no ceden su caída desde mayo 2018, las elevadas tasas podrían incluso tener un crecimiento negativo del stock de préstamos tanto por el lado de la demanda como por el interés de los bancos a invertir en Letras de Liquidez.
Tras las últimas devaluaciones (2002, 2014 y 2016) tuvimos en promedio un semestre de elevada inflación, si el incremento de las tarifas públicas, los bienes y los servicios privados, se posterga la desinflación y por lo tanto las tasas seguirán en niveles que afecten la economía real. Se torna primordial para lo que resta del año consolidar el equilibrio fiscal antes de que el pago por los servicios de la deuda se torne insostenible.
*Lic. en Economía de la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM).