Argentina efectivamente volvió al mundo, pero no de la forma que todos lo soñaban. Argentina hoy es fuente de inestabilidad, tanto si se la analiza a nivel nacional como así también en lo que hace a su vínculo con el sistema internacional. Hoy el mundo –y los sectores financiero y de inversión- no confían en el país.

Hoy Argentina está en los primeros lugares de gran parte de los índices negativos a nivel mundial, como por ejemplo, el de productividad, o el de inflación.  Y al mismo tiempo, está último en los índices que reflejan, por ejemplo, el salario real medido en dólares. Esto en el marco de una absoluta volatilidad en lo que hace con las variables económicas y financieras del país.

A los problemas nacionales que se observan en el día a día del país, se suman elementos que el tiempo parecían haber dejado atrás. Un ejemplo de esto es cómo la inflación y el riesgo país volvieron a la agenda pública del país, ya sea en la TV, la radio, los discursos políticos, e incluso como tendencia en Twitter.

Esto sucede porque el problema ya no solo tiene que ver con el mantenimiento de las cuentas nacionales  -y sus efectos sobre la población- sino que ahora la variable externa juega un rol muy importante.

¿Cómo es que el mundo condiciona a Argentina?

En primer lugar, los altos niveles de deuda externa que acumuló el país en los últimos años generan una presión sobre el país en torno a poder mantener la capacidad de pago, e incluso, a la necesidad de tomar deuda para pagar vencimientos de deudas previas, las cuales poco se han traducido en transformaciones claras de la estructura productiva y de infraestructura nacional.

Argentina tuvo una oportunidad en el inicio de la gestión macrista, luego de que el oficialismo sellara la disputa con los fondos buitre. En ese momento, el mercado financiero internacional estuvo abierto al país, pero no lo supimos aprovechar. La mayor parte de ese endeudamiento fue a parar al lugar equivocado.

En segundo lugar, el perfil productivo al que el gobierno nacional está apostando es el que más dependencia nos genera en relación al mundo. Esto se da a partir del hecho de que los precios vinculados a este tipo de productos a los cuales Argentina apuesta como ejes de exportación son completamente inestables, ya que están atados a niveles de rendimientos de las cosechas según clima y al precio internacional que estos tengan, los cuales son altamente elásticos, es decir, son los primeros en variar en tiempos de crisis.

En este sentido, la actualidad argentina parece estar acotada sólo al objetivo coyuntural de aguantar y ganar tiempo, rezando porque no haya ningún sobresalto (climático, internacional, o local).

Si bien algunos sectores tratan de vincular el desarrollo del riesgo país y del precio del dólar a “que gane o no el populismo” las próximas elecciones presidenciales, lo cierto es que el gobierno de Macri ya perdió la confianza del mercado. En este escenario, la única luz que asoma al final del túnel es la de la desconfianza traducida en un constante desmoronamiento de las expectativas.

Hoy Argentina necesita más que nunca de un mundo estable, y eso es un grave error. Es cierto que la vulnerabilidad del país en su inserción internacional es una constante en su historia reciente, pero también lo es que estos 3 años y medio de gestión macrista no han hecho otra cosa más que profundizar esta debilidad.

El gobierno apostó a un modelo de política exterior diseñado y preparado para el mundo pre Trump, el mundo que apostaba por la victoria de Hillary. Lo cierto es que, desde 2017, Trump es presidente y el mundo cambió. Hoy estamos en un mundo en tensión entre los grandes, y –como dice una viejo dicho - cuando dos elefantes grandes se pelean, es mejor no estar en el medio. Argentina lo está, y eso es en parte fruto de una política exterior errónea. Hoy Argentina reza porque no haya un cisne negro internacional.

Lo dicho hasta acá significa que, si bien el mundo está en momentos de tensión -los cuales generan consecuencias económico políticas-, lo cierto es que Argentina tiene una sobrerreacción a cada hecho que suceda a nivel internacional. Dicho de otro modo, hoy el país es más débil y mucho más dependiente al transcurso de la escena internacional. Eso no es casualidad.