Cinco hitos que definen el primer año de Alberto Fernández
Un repaso por los momentos bisagra sobre los que se edificó el primer año de gestión del Frente de Todos. De la cuarentena y las filminas a las cartas de CFK, pasando por la renegociación de la deuda con los bonistas, Vicentín y la enemistad con Larreta
Se suele decir que los primeros 100 días pueden definir el carácter de un Gobierno, que sirven para adivinar un rumbo, pese a que representan apenas el 6 por ciento de la totalidad de un mandato de cuatro años. En eso estaba Alberto Fernández, a pocos días de superar esa primera barrera simbólica, cuando un martes 3 de marzo, para ser exactos, se confirmaba el primer caso de coronavirus en el país. A la hora de los balances, a un año de la asunción, lo primero que salta a la vista por tan obvio es que la pandemia –la “tragedia inédita”, como la definió CFK en su carta de ayer– trastocó los papeles no ya de cualquier gobierno –pongamos, por caso, los ejemplos de Bolsonaro en Brasil, con tres años en el poder, o de Sebastián Piñera, que llevaba dos en Chile– sino de uno que estaba en pañales, dando sus primeros pasos. La cuarentena social, preventiva y obligatoria fue entonces su decisión crucial, identitaria, por la que será recordado. “Elijo la salud por encima de la economía”, dijo el Presidente.
El virus absorbió la agenda y las prioridades de la gestión por larguísimos meses. Cuidar la vida, el grado cero, el más elemental de la responsabilidad pública, se convirtió en la preocupación dominante y exclusiva. Hasta que prácticamente todo el mundo –los funcionarios, los medios y lo que suele llamarse “opinión pública”– decidió empezar a dejarla –un poco– de lado, pese a que la “tragedia” nunca se fue, e incluso amenaza con mayores tormentos ante un posible rebrote el próximo otoño. Quizás recién entonces, cuando en el mundo sea un tema superado –o controlado– y ya sin contratiempos, se termine uno de los principales condicionantes del gobierno del Frente de Todos.
El resto de los condicionantes serán más difíciles de superar, porque para ellos no hay vacunas. Pican en punta la famosa “herencia” económica de la gestión inmediatamente anterior y la propia conformación y correlación de fuerzas del propio frente de Gobierno. En esta nota nos proponemos repasar algunos de los hitos que atravesaron el Gobierno, que cargó en sus espaldas con una realidad más que adversa. El repaso, caprichoso, intenta mostrar precisamente eso.
LA CUARENTENA Y LAS FILMINAS
“La gente en los barrios sintió que había un presidente que los cuidaba”, decía un dirigente social sobre esas primeras conferencias de prensa a partir del 20 de marzo en que Alberto Fernández informaba sobre la expansión del virus en el país, en un primer momento acotado al AMBA, y explicaba los alcances de las medidas sanitarias. Eran los tiempos de las filminas, en las que el presidente comparaba la evolución de la enfermedad en relación con otros países, que ya vivían el infierno que llegaría a la argentina meses más tarde. Las encuestas marcaban niveles de aprobación de la gestión y de la imagen presidencial que rozaban el 80 por ciento.
Es que en paralelo a las medidas de cuidado, el Gobierno se ocupó de cuidar el bolsillo e implementó el IFE y el ATP, desembolsando cientos de miles de millones de pesos, un volumen de inversión social inédito para contener la situación social, que se sabía se iba a deteriorar, aunque muy por debajo de otros países vecinos, como Brasil.
El problema era entonces, por abril y mayo, los barrios populares. La agenda se había corrido a la izquierda: lo principal eran la salud y la contención social. Hasta se pensó en cuidar a la población carcelaria, un gesto sin precedentes. Fernández llegó a decir que “a los empresarios les toca no perder, sino ganar menos”. Se anunciaba que se estudiaba un impuesto a las grandes fortunas –que se terminó concretando ocho meses después- y hasta la necesidad de un salario ciudadano universal, que quedó en la nada.
La oposición hizo un enorme esfuerzo por contrarrestar esa agenda, con cacerolazos “contra la liberación de presos”, “contra la cuarentena eterna” y otras yerbas. Fue el momento de su mayor aislamiento.
Pero el gobierno no pudo sostener ese rumbo y el IFE naufragó (se pagaron 3 a lo largo de 9 meses, lo que da unos 3 mil pesos por mes, un 30 por ciento del valor actual de los planes sociales), se destruyeron miles de puestos de trabajo, la cuarentena se relajó y la inflación siguió trepando, sobre todo en los alimentos.
De esa primera decisión de Gobierno hay que decir, a favor del presidente, que salvó miles de vidas y que, como dijo CFK, permitió que el sistema sanitario no reventara, algo que siguen sosteniendo infectólogos y especialistas en la materia, aunque se rompen la cabeza para explicar cómo fue que el país entró al top ten de muertes por millón de habitantes.
VICENTÍN Y LAS MARCHAS ATRÁS
Quizás la bisagra del período de mayores problemas que atravesó el Gobierno fue inaugurado por aquella conferencia de prensa que compartió el Presidente con la senadora por Mendoza Anabel Fernández Sagasti, para anunciar la expropiación de Vicentín, la exportadora de granos insignia del país, reventada durante el macrismo. Los argumentos estaban del lado del Gobierno, pero aún así se habló de “chavismo”, “expropiaciones masivas”, etc y la oposición encontró la forma de salir de las cuerdas y retomar la iniciativa. Algunos dirigentes de la gestión anterior que guardaban un prudente silencio tuvieron de dónde agarrarse para salir de la cueva.
Para la Rosada fue todo pérdida: no se logró la expropiación, hubo cacerolazos y el Presidente tuvo que salir a dar explicaciones. “No soy necio, si hay una alternativa mejor la escucharé”, dijo y todo quedó en manos de un juez ignoto ligado al campo. La oportunidad se perdió, el mensaje quedó confuso, los reproches internos se multiplicaron y la imagen del máximo mandatario se deterioró.
No sería la única vez. Algo similar sucedía por aquellos meses del invierno con el propio aporte de las grandes fortunas, del que no se conocía el paradero. La reforma judicial, que Cristina sigue reclamando, también había ocupado titulares y saliva de la política. Pero hasta ahora también puede anotarse como una “marcha atrás”.
UNA NEGOCIACIÓN EXITOSA
El gol lo anotó el ministro de Economía, Martín Guzmán. Resolvió parte de la herencia, el otro condicionante. “La economía arrasada del macrismo”, la definió CFK en su carta como la otra “tragedia”, esta “anunciada”, que afrontó el Gobierno. “Se logró reestrucuturar en un 99% la deuda externa en manos de bonistas privados que, como ya sabemos, dejó el gobierno de Cambiemos”, escribió la vicepresidenta sobre el logro de uno de los ministros del gabinete que considera que sí funcionan.
La negociación fue ardua, el ministro presentó varias ofertas hasta que bonistas como Blackrock, ante quienes el “Messi de las finanzas”, Luis Caputo, se había sentido traicionado. La frágil estabilidad de la macroeconomía argentina se debe en parte a esa negociación exitosa, que garantizó patear vencimientos de deuda para 2023 que de haberse tenido que afrontar en el corto plazo hubieran terminado de condenar al Gobierno. Resta saber si, como todo indica, tendrá la misma suerte con el FMI.
La noticia, la buena noticia, pasó desapercibida en su momento y fue recibida con frialdad por el poder económico, que insólitamente tenía otras prioridades y elegía dar sus pequeñas batallas con una gestión de la que no se sentían parte.
LA REBELIÓN DE LA BONAERENSE Y LA TENSIÓN CON LARRETA
Fue quizás el momento más tenso del año. Patrulleros de la bonaerense llegaron a rodear nada menos que la Quinta de Olivos. Un sector se declaraba en rebeldía, no en paro, porque la constitución se los prohíbe. En rebeldía. Con las sirenas sonando y el Puente 12 en la Matanza como epicentro de un reclamo salarial que se arrastraba desde el último año de gestión de María Eugenia Vidal, el Presidente decidió dar por finalizadas las negociaciones con el Jefe de Gobierno porteño, Horario Rodríguez Larreta, por el porcentaje de coparticipación de la Ciudad, y decretó un recorte de 1,18 puntos que transfirió de inmediato a la provincia para afrontar los aumentos de la fuerza.
La decisión tiene consecuencias hasta hoy. Dice la carta de ayer de CFK: “Tampoco deberíamos extrañarnos si esta Corte, que consintió alegremente el mayor endeudamiento del que se tenga memoria a escala planetaria con el FMI, empieza a dictar fallos de neto corte económico para condicionar o extorsionar a este gobierno… O lo que es peor aún: para hacerlo fracasar”. Lo que recorre esas palabras es el fantasma de un posible fallo de la Corte que le dé la razón a Larreta en su apelación frente al recorte, que además fue más a fondo y se espera que sea mayor aún cuando el senado –que dirige la propia CFK– convierta en ley el proyecto elaborado por el ministerio del Interior, que conduce Eduardo "Wado" de Pedro.
Otra de las consecuencias es el quiebre de una relación que fue más que buena, por decirlo así, y con la que muchos en la política fantasearon y se entusiasmaron. Fernández llegó a llamarlo “mi amigo” al Jefe de Gobierno. Ahora están enfrentados en los tribunales de la Corte y también en los despachos de sus funcionarios: la Ciudad es el único distrito que sigue sin firmar el pacto fiscal impulsado por la Rosada.
DE LA PRIMERA CARTA A REVIVIR EN EL CONGRESO
“Funcionarios que no funcionan” es quizás la frase que quedará. El periodista y analista político Martín Rodríguez encontró que el verdadero autor fue el poeta Juan Gelman. Pero anécdotas al margen, hubo consecuencias después de aquél tuit que dirigía a la página de CFK donde una extensa carta sentaba posición política después de un largo silencio.
Tuvo mil interpretaciones: que si habla, cuándo lo hace y por qué. Ese tipo de especulaciones pierden de vista que el “silencio” de Cristina es sólo el período de tiempo que pasa entre que efectivamente se pronuncia. Como buena tiempista, sabe cuándo y cómo subrayar lo que dice y darle el peso que necesita que tengan sus palabras. Y no mucho más.
El resto es conocido: hubo una salida de una ministra, María Eugenia Bielsa, y su reemplazante fue un intendente cercano a Cristina y con espalda para la tarea, Jorge Ferraresi.
Y más: pudo haber sido una coincidencia o no, pero a partir de esa carta el Gobierno salió de su peor momento y entró en un frenesí legislativo en el que concretó varias iniciativas y va por varias más. Recuperó iniciativa y volvió a fijar un rumbo. A tiempo.