Claves, antecedentes y rosca del rechazo al presupuesto 2022
La última vez que la oposición ganó una elección y dejó sin presupuesto al Gobierno. Los presupuestos que le votaron a Macri y qué pasó con sus previsiones. El papel de la(s) interna(s) de la oposición. Posibles escenarios 2022
Como si el 2021 no hubiera sido un año lo suficientemente intenso en cuanto a la discusión y la rosca política, oficialismo y oposición entregaron un nuevo y extenso capítulo de argentinidad al palo tras casi un día de debate parlamentario en el que finalmente el proyecto de presupuesto 2022 fue rechazado por 132 votos a 121. En una sesión plagada de chicanas, insultos y especulación, la oposición mostró los dientes, cantó falta envido y tiró su número arriba de la mesa. El Gobierno, por su parte, que tenía la chance de tratar la “ley de leyes” desde mediados de septiembre cuando Martín Guzmán la envió al Congreso, cuando sus números tenían menos realidad con la que contrastarlos y la composición de las cámaras favorecía más que la actual al oficialismo, tendrá que masticar la primera gran derrota parlamentaria tras las elecciones 2021 y deberá gobernar el año que viene con un presupuesto prorrogado.
Mucha tela para cortar dejó la maratónica y novelesca sesión que comenzó ayer y terminó hoy en medio de un escándalo. Se repite el escenario 2010/2011, donde una oposición envalentonada por un resultado electoral busca asestar un golpe dejando al Gobierno sin presupuesto, aunque los impulsores de esa idea deberían revisar cómo resultó a la oposición de aquel entonces esa jugada. Sobrevuelan también argumentos político económicos para el rechazo del proyecto oficialista que, enunciados por los bloques de Juntos por el Cambio, contrastan con los presupuestos que les fueran aprobados a ellos cuando fueron gobierno y su desfasaje con los números reales de esos años. De fondo, las distintas internas opositoras estructuran la escena prefigurando un clima en el que sólo parece haber lugar para radicalizarse cada vez más. Qué es lo que gana y pierde cada sector y qué escenarios se abren para 2022, con más dudas que certezas para el que promete ser un año caliente.
LOS PRESUPUESTOS QUE LE APROBARON A MACRI VS. LA REALIDAD
Los principales argumentos de la oposición para rechazar el proyecto oficialista tuvieron que ver con el descreimiento de las previsiones del Gobierno para el año que viene. Con una coordinación y precisión sinfónicas, los máximos referentes parlamentarios opositores salieron durante los últimos días a criticar en los medios de comunicación las metas de inflación, el valor estimado del dólar o el nivel de crecimiento que el Gobierno estimó para el 2022. En concreto, rechazaron la inflación proyectada del 33%, amparándose que las consultoras promedian alrededor del 50%. Desestimaron un dólar a $131, lo que implicaría una suba del 28,5% con respecto a la cotización actual, también escudados en las previsiones privadas que lo ubican más cerca de los $160. En cuanto al crecimiento, el 4% proyectado por el oficialismo le sonó a poco a las fuerzas opositoras, que se suben a los análisis que proyectan un fuerte arrastre del crecimiento de este año, ya cómodamente ubicado por encima del 10%. Pero, ¿qué pasó con los presupuestos que se le aprobaron a la gestión macrista durante los años de ejecución?
El primer presupuesto elaborado por la gestión Macri fue el de 2017, presentado en septiembre de 2016, puesto que ese primer año el Gobierno recién llegado al poder había gobernado con el presupuesto elaborado por CFK en 2015. En ese proyecto, el macrismo mostró lo confiado que estaba: no sólo presentó números y previsiones para el 2017, que era lo que estrictamente correspondía, sino que incluyó también proyecciones hasta el final de su mandato. El dólar se estipulaba en $17,92 para el 2017, $21,21 para el 2018 y $23,53 para el 2019, pero la crisis desatada por la pésima gestión económica llevó esa estimación casi al triple, cerrando en $62,99 pesos por cada dólar el último día de mandato. La inflación, por su parte, fue por lejos la variable peor estimada. Se calculaba entre 12% y 17% para el 2017, de 8% a 12% en 2018 y entre 3,5 y 6,5% en 2019, año que cerró con el récord de los últimas dos décadas de 54,8% de inflación. Por último, se establecían tasas de crecimiento interanual que rondaban el 3,5% para todo el período, y finalmente dos de esos tres años estimados fueron de recesión económica.
El macrismo no afinó el lápiz para 2018. El dólar, que se proyectó en el presupuesto para ese año a $19,30 terminó costando $36,80. La inflación, que iba a ser de un 15,7% terminó en un 47,6%, y el crecimiento esperado de 3,5% resultó en una caída del PBI del 2,9%. La tendencia de “malos cálculos” incorporados en el presupuesto y aprobados por el Congreso se repitió en 2018/2019. Para ese período, el macrismo intentó sincerar una caída del 0,5% del PBI, pero a fin de año la caída real resultó del 2,1%. El dólar, que se estimó a un valor de $40,10 terminó cotizando $62,99, y la inflación, que iba a ser según las proyecciones del 34,8% destrozó todos los techos alcanzando el 54,8%.
La oposición que critica la supuesta inconsistencia de las estimaciones del presupuesto de Martín Guzmán no parece tener demasiados pergaminos para exhibir a la hora de hacer proyecciones económicas.
GRUPO A, 2011 SIN PRESUPUESTO Y CFK 54%
En 2009 el kirchnerismo sufrió una dura derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, no tanto por la ínfima diferencia porcentual, sino porque el candidato que encabezó aquella lista fue el mismísimo Néstor Kirchner. Un año después, con el país todavía golpeado por la crisis económica global desatada en 2008 por la quiebra del Lehman Brothers y con el terremoto político que significó la muerte del ex presidente en octubre del 2010, la oposición sintió que era su momento para asestar un golpe de gracia a una posible reelección de CFK. Y uno de los flancos de ataque elegidos fue el presupuesto 2011.
En el parlamento de entonces, una mayoría coyuntural opositora había dado en llamarse Grupo A y estaba conformada por la Coalición Cívica, el PRO, la UCR y partidos provinciales. El miércoles 17 de noviembre del 2010, día del tratamiento del presupuesto para el año siguiente, la minoría del Bloque oficialista en Diputados no alcanzó para llegar al quórum, y debido a que no había más tiempo para el tratamiento del proyecto el país se quedó sin presupuesto para el año siguiente. Lo que en ese momento parecía una vitoria política de la oposición tendría un color totalmente distinto un año después.
El titular de la bancada oficialista de entonces, Agustín Rossi, afirmó ese día en el recinto que la jugada de no dar quórum y dejar el Gobierno sin presupuesto era un “suicidio político” por parte del Grupo A. Lo que sucedió fue que el Gobierno de CFK se vio obligado a recurrir al Artículo 27 de la Ley de Administración Financiera, por el cual se prorroga un presupuesto de un año a otro en caso que no se consiga un acuerdo parlamentario. Pero como año a año los números de crecimiento, recaudación y actividad económica cambian, cuando un presupuesto se prorroga y hay excedentes de recursos a las partidas fijadas, esos excedentes pueden ser administrados directamente por el Ejecutivo a través de Decretos. Así, todo el crecimiento extra del 2011 que, lógicamente, no estaba contemplado en un presupuesto que había sido redactado en 2009 para el ejercicio 2010, quedo a disposición del uso discrecional de la presidenta.
El resultado fue uno de los años de mejores indicadores económicos y de crecimiento de toda la década y pico kirchnerista, cuya administración flexible y con mucha más muñeca política habilitada por la falta de un presupuesto actualizado decantó en la mayor paliza electoral en mucho tiempo. Y no solo eso, sino que la oposición llegó fragmentada y debilitada a esa elección, producto del gran año que tuvo el kirchnerismo, tal como vaticinara el “Chivo” Rossi cuando esa misma oposición festejaba su victoria parlamentaria ese 17 de noviembre del 2010.
Este antecedente fue desempolvado en los últimos días por varios referentes opositores, que expresaron el riesgo político de entregarle esa posibilidad al actual Gobierno. Claro está, la situación económica es totalmente diferente, el país está encadenado por el FMI como no lo estaba en ese 2011, y la oposición pareciera tener otro piso de articulación y poder que aquella que tuvo que contentarse con el intrascendente Hermes Binner como candidato y su magro 17%. Pero no faltarán en el oficialismo quienes el año que viene intenten reproducir algo de la épica de aquel 2011 en el cual, sin presupuesto, el kirchnerismo tocó su techo político.
TODOS CONTRA TODOS: LA RADICALIZACIÓN COMO MÉTODO OPOSITOR
¿Por qué el Gobierno esperó hasta diciembre para tratar un presupuesto que está en el Congreso desde el 15 de septiembre, tiempo en el que la composición de las cámaras le era más favorable y las estimaciones presupuestarias estaban más frescas? Una respuesta posible a esta pregunta válida es que, tras la paliza sufrida en las PASO, todos los cañones del oficialismo se apuntaron a la remontada y tirar una discusión siempre polémica como la del presupuesto en un momento de auge para la oposición no era lo más conveniente para ese objetivo. Seguramente, además, el Gobierno habrá especulado con la posibilidad de lograr la colaboración de Diputados y Senadores que responden directamente a Gobernadores radicales para la sanción del presupuesto, ya que los mandatarios provinciales también se verán afectados por el rechazo de hoy. Todos los incrementos en obras públicas y transferencias a las provincias vuelven para atrás, y el oficialismo podrá decidir cuánto se aumentan y cuánto no a partir del resultado de la votación de esta mañana.
La pregunta muta entonces hacia un por qué el Gobierno no consiguió efectivamente esa cooperación por parte de los Gobernadores radicales. Y la respuesta hay que buscarla en una de las tantas internas que atraviesan a la oposición hoy por hoy, y que se constituyen en un elemento indispensable para entender el mapa político actual.
El Bloque radical se partió por la disputa por la presidencia del mismo entre el sector porteño, encabezado por Lousteau y Yacobitti, y los Gobernadores y popes partidarios del interior, como Gerardo Morales, Mario Negri, Alfredo Cornejo o Gustavo Valdés. Esa discusión por la presidencia del Bloque se traslada también a otra por la conducción del partido. Este viernes serán las elecciones partidarias en las que el sector de Morales tiene las de ganar, y que levantaron altísimas temperaturas en los días previos. Pero, ¿qué tiene que ver esto con el presupuesto? Justamente que, en medio de la disputa entre facciones, pareciera que el peor insulto posible es el de ser funcional al kirchnerismo. Con eso se tiraron y se siguen tirando de un lado al otro, y esa dinámica terminó obligando al sector más dialoguista de los Gobernadores a una intransigencia con el Gobierno nacional que quizás no estaba en los planes de nadie, y que se tradujo en mucho votos negativos esta mañana.
Pero la interna radical es parte de una interna más amplia en la oposición, donde se está discutiendo a cielo abierto en forma descarnada quiénes encabezaran el proyecto anti kirchnerista en 2023. Parte de las críticas del sector de Morales fueron de hecho hacia Rodríguez Larreta, a quien acusó en una entrevista con Romina Manguel este jueves de “chuparse” para su proyecto a cada radical suelto que ve por ahí, entre los cuales metió al sector de Lousteau.
En ese tira y afloje, el saldo de las elecciones de este año pareciera ser que lo que más cotiza es ser lo más anti k posible. Con los límites discursivos corridos fuerte a la derecha por las emergencias de actores como Milei, Espert o el propio López Murphy, los aspirantes a la conducción de la oposición se ven obligados a disfrazarse lo más quede halcones sin importar su plumaje real. En este contexto el Gobierno eligió dar la discusión por el presupuesto, y quedó expuesto a la espiral radicalizada de la oposición donde nadie se quiere mostrar ni un centímetro más cerca del kirchnerismo que el de la banca de al lado.
ESCENARIOS
El Gobierno tuvo una fuerte derrota política, se le acabó el veranito que disfrutaba desde la remontada en las generales de noviembre y quedó muy comprometido en sus negociaciones con el FMI. La imagen de una derrota tan contundente en el primer partido legislativo importante post elecciones llenará tensiones un vestuario ya de por si en cercano al punto de ebullición. Podrá, por otro lado, acusar a la oposición de no dejar gobernar, intentar mostrarla como negada al diálogo y construir una épica propia y cerrar filas desde allí que, por cierto, bastante falta le hace. Además, habrá que ver cuánto le conviene gestionar el 2022 económico con el presupuesto 2021 y las asignaciones de recursos por decreto.
La oposición, por su parte, podrá con su triunfo político de hoy salir del lugar de victoria ni triunfalista en el que cayó tras la remontada del oficialismo que achicó la diferencia entre septiembre y noviembre. Ya tiene una medida de su poder de fuego para mostrar, y alimentó más rápido de lo que hubiera esperado a todo el espectro social anti k que había quedado algo decepcionado tras unas elecciones que no fueron lo que sus referentes le habían vendido luego de las PASO.
El riesgo para la oposición será, sin embargo, no quedar demasiado pegada y acostumbrarse demasiado rápido a esta dinámica de trabar todo y endurecer cada vez más su discurso y sus acciones. Si todas las piñas son la más fuerte el brazo en algún momento se cansará, y los sectores que más beneficio pueden sacar de eso son justamente los libertarios a quienes Juntos por el Cambio pretende pisarles el crecimiento. Por otro lado, habrá que ver si el grueso de la sociedad premia o castiga esa actitud cuasi rupturista de un clima democrático que supone trabar cualquier iniciativa del Gobierno sólo por alimentar una posición anti.
Con la inminencia de la presentación del plan plurianual y la necesidad de tomar una definición con respecto al FMI antes de los vencimientos incumplibles de marzo, la batalla por el presupuesto sienta un precedente poco auspicioso para quienes esperaban un clima un poco más tendiente a los acuerdos entre oficialismo y oposición una vez pasadas las elecciones. Todavía no termina el 2021 y ya parece 2023.