Esta mañana, el mandatario de Brasil Luiz Inácio “Lula” Da Silva dejó la Basílica de San Pedro totalmente conmovido. Mientras tanto, Javier Milei miraba su reloj: anoche se quedó hasta tarde en ESEADE, la universidad privada de los Benegas Lynch, para entregar un premio libertario a un economista amigo. Finalmente sucedió lo que cualquiera esperaría: en una muestra de desprecio total, el Presidente argentino llegó tarde a Roma y no le pudo dar el último adiós al Papa Francisco a cajón abierto, como sí lo hicieron los líderes internacionales. Un papelón histórico.

X de Diagonales

Milei llegó tarde a la despedida del argentino más importante de la historia. Este viernes, y tras tener una semana entera disponible para planificar el viaje, la nutrida comitiva del Gobierno -que este fin de semana tiene más ministros fuera del país que dentro- aterrizó en Roma una hora después de lo previsto. ¿El motivo de la demora?: la decisión del Presidente de quedarse charlando hasta la noche con su economista amigo Jesús Huerta de Soto, con quien pasó los últimos tres días en Buenos Aires.

Cientos de miles de personas concurrieron en los últimos días a la Basílica de San Pedro para darle el último adiós al fallecido Papa. La lista incluye a líderes mundiales, celebridades, activistas y mandatarios como Lula o su par de Francia Emmanuel Macron, quienes le rindieron un solemne homenaje al Sumo Pontífice esta mañana; pero en la nómina no figura Milei, que no ocultó sus diferencias con Jorge Bergoglio ni siquiera post mortem y terminó faltándole el mayor de los respetos con una demora escandalosa para su funeral.

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Mas lo peor del caso es que, en lugar de partir con el tiempo suficiente desde la Argentina, el líder libertario prefirió pasar la tarde noche de ayer en la ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas), la polémica universidad privada fundada por los Benegas Lynch. Allí acudió anoche en carácter de disertante en un acto partidario para entregarle un premio libertario anarcocapitalista al español Huerta de Soto, con quien después se quedó conversando. El resto es historia, y es una de sus páginas más vergonzosas.