El Primero de marzo de cada año se produce el hecho institucional más importante del país. Cargado de ritualismo formal, el Presidente de la Nación, que en un sistema presidencialista es Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, en un acto que participan los Tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), da cuenta del Estado de la Administración Pública. El artículo 99 inc. 8, entre las atribuciones del Poder Ejecutivo dice que “hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunidas al efecto ambas Cámaras, dando cuenta en esta ocasión del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución y recomendando a su consideración, las medidas que juzgue necesarias y convenientes”. Es una atribución, pero también un deber del Presidente.

Es la única actividad contemplada por la Carta Magna en donde se reúnen físicamente las autoridades de los tres poderes del Estado. Antes de la reforma de 1994, desde el tiempo de Justo José de Urquiza se realizaba el 1 de mayo, porque era el día que iniciaba el periodo legislativo. Ya en ese primer acto hubo ausencias: la provincia de Buenos Aires.

Nuestro país nunca se ha caracterizado por altos niveles de institucionalidad política, por ello. En muchas oportunidades, el debate no gira en torno al discurso presidencial, sino en algún hecho tangencial, este 1 de marzo fue el capítulo 143 de la película o sainete de la Argentina. Cuando Julio Argentino Roca iba por su discurso inaugural, un simpatizante de Dardo Rocha le arrojó un piedrazo que fue a dar en la cabeza del presidente y el discurso lo ofreció con una venda en la cabeza ensangrentada. El presidente Hipólito Yrigoyen, quien tenía un Congreso hostil, nunca se presentó en el recinto y en 1917 envió un mensaje escrito de cuatro párrafos.

Hace unos veinte años, la novedad fue que los legisladores, lleven carteles con consignas variadas, algunas de ellas inverosímiles. Este año 2025, tuvo su propio capítulo parainstitucional. Desde el Poder Ejecutivo y en complicidad con las autoridades del legislativo, la prensa (a quien el Presidente de la Nación considera “ensobrada”) fue limitada en su trabajo. El Círculo de Periodistas Parlamentarios (CPP) denunció las severas restricciones impuestas por los presidentes de la Cámara de Diputados, Martín Menem, y del Senado, Victoria Villarruel, por impedir el acceso a los palcos asignados históricamente a periodistas acreditados en el Congreso de la Nación para cubrir la apertura de la Asamblea Legislativa. Por otro lado en la transmisión oficial, de manera deliberada, decapitaron a la Vicepresidente de la Nación, que es la Presidente del Senado. Durante toda la transmisión, la imagen de la primera en la línea de sucesión la mostraron sin cabeza, mientras le hicieron todos los desplantes públicos y privados que podían hacerle.

Desde el lado de la oposición, el gran ausente fue el bloque de Unión por Todos, que dejó semivacío al recinto, algunos radicales también aportaron al desplante.

Quien sí estuvo presente, es el neurólogo Facundo Manes del bloque radical “Democracia para siempre”, quien en algún momento mostró la Constitución Nacional, aludiendo al reciente nombramiento por decreto de Manuel García Mansilla y Ariel Lijo por decreto. La respuesta fue contundente, el Presidente en plena cadena nacional afirmó: “Manes, seguramente vos entendés cómo funciona el cerebro y parece que no entendiste nada, léela bien. Quizás tu versión es de inteligencia artificial y cambia de libertaria a kirchnerista como hiciste vos, Manes. Te falta mucha teoría política. No podés confundir colectivistas con libertarios, por favor. Te falta mucha lectura, Manes”. Acto seguido, al salir el Diputado, el asesor presidencial Santiago Caputo lo amenazó y un colaborador le ofreció “dos cortitos”.

Así las cosas, una Argentina que nunca goza de buena vida institucional, la dirigencia política refuerza lo que el imaginario colectivo recepta. El alejamiento del ciudadano común de la vida política del país.

El Congreso de la Nación pasó desde los primeros años de vida democrática con Diputados de la talla de César Jaroslavsky, Juan Carlos Pugliese, Antonio Cafiero, José Bordón, María Cristina Guzmán, Enrique Estevez Boero o Alfredo Bravo, a legisladores que no pueden formular ideas criteriosas, en donde la chicana y el meme han reemplazado al argumento. La racionalidad pasó de moda en la Argentina y la descalificación al otro se convirtió en la manera de hacer política.

El Presidente se autoconvence que es el mejor gobierno de la historia argentina, mientras la oposición dice que es un fascista, sin escalas. Mientras tanto, un demos anestesiado ante semejante tragedia institucional, con una dirigencia política, sindical y empresarial de pantalones cortos, como muchas veces, la tragedia se convierte en comedia. Y en este sainete, nosotros espectadores.