Si un día Koshmar (Pesadilla)
Koshmar, como acontecimiento, suele revestir un doble opacamiento. Para la historia del movimiento obrero argentino es un capítulo discreto, entrelazado en la trama sindical y política de enero de 1919. Para la historia judía argentina, Koshmar queda prácticamente en el olvido, aunque sea un hilo conductor de antisemitismo que desemboca en la última dictadura militar.
Para la historia judía argentina, Koshmar queda prácticamente en el olvido, sin contemplar que es el hilo conductor de una línea de antisemitismo que continuará incubándose hasta desembocar trágicamente en la última dictadura militar.
Hay un acontecimiento. Algo singular que se resiste a un nombre, pero que sin embargo lo tuvo, más temprano que tarde. La huelga porteña en los Talleres Vasena, el pogrom antijudío. El gobierno de Yrigoyen, la Policía y el Ejército. La Liga Patriótica y decenas de jóvenes armados desde el Centro Naval, donde se reparten 500 revólveres Colt. Se habla de asesinatos, vejaciones y maltratos, torturas y detenciones ilegales. Hay una referencia específica a la noche del 10 de enero, en que los niños bien de la recién fundada Liga Patriótica salen a "cazar judíos" por los barrios de Once y Villa Crespo.Algunos hablan de que durante la "semana trágica", del 6 al 13 de enero de 1919, hubo un saldo aproximado de entre 700 muertos y más de 4000 heridos. Nunca se investigó seriamente.
Para los judíos, el nombre del acontecimiento es Koshmar, pesadilla en idish. Se lo dio una de sus víctimas directas, el periodista Pinie Wald, acusado de presidir un Soviet, que logró sobrevivir al episodio y contarlo. “Leer a Wald -señala Perla Sneh, hija del traductor del texto al español- desgajado de su contexto lingüístico cultural puede ser un modo de repudiar una experiencia que bien podríamos llamar vanguardista: la de un lector comprometido con una lectura que es, en sí, un modo de militancia, una verdadera vanguardia de lectura”.En esta herencia se inscribe este texto, que permaneció ajeno a la lengua argentina hasta que en 1987 Simja Sneh lo traduce al castellano en el Departamento de Cultura de AMIA.
José Mendelsohn, joven periodista que venía de las colonias agrarias del Interior testimonió en Di Idische Tzaitung del 10 de enero el salvajismo de esos días: "Pamplinas son todos los pogroms europeos al lado de lo que hicieron con ancianos judíos. Las bandas civiles en la calle, en las comisarías 7ma. y 9ma., y en el Departamento de Policía. Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, les tiraban de las barbas, de sus grises y encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y los látigos de los hombres de a caballo caían y golpeaban intermitentemente sobre sus cuerpos".
El embajador francés acusó a la policía de la masacre de obreros y judíos, escribió Herman Schiller. Y testimonió que algún dirigente político se vanaglorió de haber matado en un solo día a "cincuenta rusos judíos". El embajador norteamericano informó a su gobierno que hubo 1.536 muertos en general y unos 5.000 heridos. Y que, en el Arsenal, ubicado en Pichincha y Garay, poco antes cementerio público de la fiebre amarilla y hoy cercano al Hospital Garrahan y el nuevo Archivo General de la Nación, "se depositaron 179 cadáveres de rusos judíos".
El comisario José Ramón Romariz, titular de la seccional 34ra. de La Boca durante la represión, admitió que la "milicia blanca" fue "armada en el Departamento Central de Policía", desde donde partieron para "castigar a anarquistas y judíos", y ofrece detalles escalofriantes sobre las órdenes recibidas por el general Luis J. Dellepiane, jefe de la Segunda División del Ejército, para incinerar rápidamente los cadáveres. El general Domecq, abuelo del escritor Juan Forn, dijo que, en los tres meses posteriores a enero de 1919, "nunca se practicaron tantos abortos en Once y Villa Crespo a raíz de las innumerables violaciones".
Koshmar, como acontecimiento, suele revestir un doble opacamiento. Para la historia del movimiento obrero argentino, de la cual la huelga en los Talleres Vasena es uno de sus hitos centrales, el ensañamiento contra la población judía de inmigración reciente es un capítulo discreto, entrelazado en la compleja trama sindical y política. Para la historia judía argentina, Koshmar queda prácticamente en el olvido, sin contemplar que es el hilo conductor de una línea de antisemitismo que continuará incubándose hasta desembocar trágicamente en la última dictadura militar. En 1999, en el marco de los Juicios por la Verdad sobre delitos de lesa humanidad, el CES (Centro de Estudios Sociales) de la DAIA (Delegación Argentina de Entidades Israelitas Argentinas) realizó un informe, en el que estableció que de las 10.424 personas identificadas como víctimas documentadas por el Nunca más, unas 1291 poseen alguna ascendencia judía, elevando a un 12,43% del total. En ningún momento de la historia argentina la población judía superó el 2%.
“La delimitación de una identidad coherente -reflexiona Alejandro Kaufman sobre las propias contradicciones políticas y religiosas de la calle judía-, caracterizable desde el exterior, es solo producto de narrativas ajenas a la productividad propia de la historia socio cultural judía, sin perjuicio incluso de cuántos aportes procedentes de fuentes judías hayan ofrecido recursos argumentativos a los detractores, apologetas o testigos de la condición judía”.
Numerosos escritores, pensadores y protagonistas de la época y de la actualidad han pensado las circunstancias, y muchos de sus textos, narraciones, datos y testimonios han sido relevados: Juan Forn, Juan de Soiza Reilly, José Mendelsohn, Herman Schiller, Christian Ferrer, Nerina Visacovsky y Elina Malamud, algunos de los cuales forman parte de una edición crítica colectiva del libro Koshmar impulsada en 2019, cuando se cumplió un siglo de los hechos. El último domingo 12 de enero, se realizó un homenaje a las víctimas de la semana trágica en el cementerio israelita de Liniers, con familiares descendientes, investigadores, autoridades religiosas y de AMIA, impulsado entre otros por el cantante litúrgico y activista cultural Enrique Grimberg. También hubo días pasados una caravana de la Multisectorial de San Cristóbal, que todos los años conmemora la huelga metalúrgica de los Talleres Vasena, del que quedan pocos vestigios en la Plaza Martín Fierro, donde se repudió la represión a los trabajadores y a la población judía, de la que participó el ICUF y el Llamamiento Argentino Judío. Tales conmemoraciones, en este contexto mundial, abren una perspectiva nueva de pensamiento, recuerdo y elaboración colectiva. En tiempos en que la identidad judía resurge tironeada por proyectos negacionistas y supremacistas, que relativizan el ideario emancipatorio y humanista, resulta necesario poner bien alto la memoria de nuestros abuelos y abuelas que llegaron al Río de la Plata.