Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio,

Que las que sueña tu filosofía

William Shakespeare

Hamlet, acto I, escena V


Muchas veces sentimos alguna conexión cuando nos suceden hechos externos y azarosos que, de modo simultáneo, se encuentran vinculados por algún trazo de sentido. Esto no quiere decir que un evento sea causa del otro. Hay algún tipo de coincidencia temporal, tal vez es una relación cósmica que mantiene un halo de significados que los une. A esto se conoce como sincronicidad, y de algunas sincronicidades me gustaría hablar en este texto.

En el año 2020, en pleno confinamiento, me puse a leer nuevamente los Discursos sobre la primera década de Tito Livio de Nicolás Maquiavelo. Abrí al azar el libro como si fuera un oráculo y me encontré con el capítulo quinto del segundo libro. Allí, Maquiavelo enumera tres causas que provienen del cielo y que pueden extinguir a la humanidad: peste, hambruna e inundación. La naturaleza, como los cuerpos celestes, dice: “cuando ha acumulado mucha materia superflua, se mueve por sí misma muchas veces y se purga de ella, lo que le devuelve la salud”. ¿Extinguirnos como especie es una posibilidad? ¿Qué relación mantenemos con la naturaleza y con las otras especies?

Después, ocurrió el segundo hecho sincrónico. Por vicio de investigadora, me puse a buscar todo lo relativo a la peste en el siglo XVI en Italia y su relación con mi objeto de estudio. Así es como encontré un texto de Maquiavelo que se llama “Descrizione della peste di Firenze dell'anno 1527” en el depositario digital del Istituto per il Lessico Intellettuale Europeo e Storia del Consiglio Nazionale delle Ricerche, cuya existencia desconocía por completo. Inmediatamente, hablé con un especialista consagrado en la obra de Maquiavelo que me dijo que por el lenguaje y el estilo parecía ser un texto apócrifo del siglo XIX. No lo creí y seguí consultando. Otro colega italiano especialista en Gramsci me confirmó que, en efecto, era un texto de Maquiavelo. De hecho, descubrí que un filólogo italiano, Pasquale Stoppelli, había iniciado una investigación minuciosa sobre ese texto y, con argumentos probatorios, otorga a Maquiavelo la autoría de ese texto y lo publica bajo el nombre de Epistola della peste en el 2019. Como un cuento de Borges, ese texto había sido originariamente atribuido a Lorenzo Strozzi, un amigo de Maquiavelo perteneciente a una de las más ricas e influyentes familias florentinas. Justo antes del inicio del temblor, en el 2019, el texto vuelve a su autor original como un modo de venganza.

De esta manera, tenemos acceso a un nuevo texto de Maquiavelo, en el cual se narra, en un tono tragicómico, sobre una Florencia asediada por la peste en la primera mitad del siglo XVI. La sincronía entre este texto descubierto y el contexto actual que nos toca habitar es sumamente sugerente. En esta epístola, Maquiavelo describe la situación de su ciudad apestada, que se asemeja bastante a la introducción de Decamerón. Pero también recuerda a la voz y al estilo nostálgicos de la famosa carta del 10 de diciembre de 1513, en la cual otorga detalles sobre su vida cotidiana en el desierto político de Albergaccio, en Sant'Andrea de Percussina, y a la voz cómica de La Mandrágora.

La epístola comienza con la descripción del camino que va recorriendo el escritor. La voz que narra es ambigua; pendula entre el miedo y la esperanza, dos grandes pasiones maquiavelianas. El narrador camina por el Mercado Viejo, luego se dirige al Nuevo, hasta llegar a la célebre Santa Reparata, antiguo nombre de Santa María del Fiore. Observa a devotas que a su vez lo miran, se encuentra siempre en movimiento y se dirige a la plaza frente al Palacio de la Señoría, esperando encontrar algún tipo de tranquilidad. Sin embargo, solo encuentra cruces, ataúdes, muertos en camillas y sepultureros. De camino a la iglesia de Santa Croce, se cruza nuevamente con sepultureros. Pero también se encuentra con una joven y magnética mujer que le genera el deseo de conocerla y, a su vez, el miedo al contagio pestífero. A medida que se avanza con la lectura de la epístola, el paseante se parece cada vez más a un cronista que describe los ánimos y las pasiones de los/as habitantes de una ciudad apestada: los efectos perniciosos que producen tanto el amor como la peste, fisonomía de los tipos de temores que tienen tanto los/as enfermos/as como los/as sanos/as, el desplazamiento de la gente de la ciudad al campo, la tensión entre un adentro caracterizado como el cuidado y el refugio y un afuera donde se halla la amenaza de la muerte. Llama la atención como este narrador hace un uso de su libre arbitrio: no realiza ningún confinamiento y pasea sobre una ciudad apestada.

En esta descripción Maquiavelo nos recuerda el sentido trágico de la existencia, el hecho de que no todos los sucesos pueden ser controlados y previstos por la racionalidad humana. O, en algún punto, Maquiavelo pone al hombre en una cierta perspectiva, alejado del narcisismo extremo. Nos recuerda que el hombre es parte de un mundo y de un sistema que es más grande que el mismo. Por eso Maquiavelo es un clásico en el sentido íntimo de Italo Calvino porque “establece una relación personal con quien lo lee”.

Las casualidades existen, sí, y también, hay sincronicidades, hay ciclos. Quizás sirva de consuelo hacer uso de un anacronismo y recordar que después de la peste negra vino un Renacimiento.

*Investigadora asistente de CONICET y docente de la Carrera de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.