El ciudadano ilustre, la película de los caminos del éxito
Se estrenará este jueves en los cines y el sábado participará por el León de Oro en el 73º Festival de Venecia
Volver al lugar dónde el pasado se convirtió en olvido puede no ser una buena decisión. Es el desafío de encontrarse con uno mismo o al menos con esa parte que con el pasar del tiempo se descartó, y es el atrevimiento a interrogar el presente y detener el futuro por un instante más o menos largo - lo que dure el encuentro. Y a partir de ese entonces la suerte puede ser otra, nueva e inesperada; otra historia capaz de completar las páginas de una novela.
Daniel Mantovani resuelve desviar su académica y prestigiosa agenda de eventos y presentaciones por el mundo tras ser elegido Premio Nobel de Literatura para viajar a la invitación de un homenaje en Salas, el lugar donde nació y no visita desde hace cuarenta años. En una decisión que parece una corazonada y en la que centra toda su atención logrando un quiebre en el correr de sus días.
Daniel es interpretado por Oscar Martínez y Salas es un pueblo de la provincia de Buenos Aires de muy pocos habitantes, de esos donde los zapatos juntan fácilmente polvo, la plaza recibe todas las mañanas los mismos caminantes, la escuela, el club, la Sociedad Rural y la Municipalidad son lo público y lo privado. Salas es un pueblo donde como en cualquier otro las historias pueden volverse verdaderas.
Hay un viejo amor que supo conseguir un amigo suyo. Ella es Andrea Frigerio en el papel de Irene, la mujer que alivió su partida a través de sus libros y la que con criterio y amplitud lo acompaña y aconseja en su estadía. Está casada con Antonio Dady Brieva - y llevan una vida que dicen ser feliz, con un buen pasar y siendo padres de una hija que conoce a Daniel por sus obras y que intentará conocer aún más.
El itinerario organizado por el intendente encuentra descansos diarios en los bancos de cemento de las veredas y la compañía silenciosa de vecinos que lo siguen cada paso que da, durante los días que no llegan a ser una semana porque debe irse antes; no por sus otros compromisos, reuniones con reyes, en destacadas casas de estudios y medios internacionales, sino porque la realidad se le vuelve adversa, hasta peligrosa en ese lugar que tiempo atrás le perteneció.
Su libro de notas se fue escribiendo con las anécdotas consecutivas que le fueron sucediendo ya desde su llegada al país, esas que se cuentan en la mesa de los domingos y que representan la costumbre argentina o más específicamente, al interior argentino y que suenan a comedia; pero también, se vió obligado a anotar el paso por la tumba de sus padres, las reacciones violentas y replanteos de algunos vecinos acerca de su valorización del pueblo y su gente, como de su obra.
Y las emociones que logran abatir su racionalidad se vuelven inevitables. En ese regreso que encarna desarraigo, reconocimiento, nostalgia, resentimiento, felicidad y tristeza según el día y la hora, el rostro o la esquina que se cruzara; en contraposición a la señal primordial de éxito que recibe en Barcelona a partir de su vida desde hace poco como Nóbel, pero desde mucho antes como virtuoso escritor.
Es por todo esto, que Daniel nunca hubiera imaginado todo lo que le sucedió en ese viaje, menos lo que haría después con esa historia. Y tampoco Oscar Martinez imaginó la ovación que recibió el pasado domingo 4 en el 73º Festival de Venecia y las excelentes críticas de la prensa extranjera en esta autoría de Gastón Duprat y Mariano Cohn, en lo que consideraron una comedia dramática con casi rasgos de tragedia.
El ciudadano ilustre se estrenará en los cines este jueves 8 y el 10 participará por el León de Oro como única película argentina compitiendo entre otras dieciocho, de las cuales dos son chilenas y una mexicana. Serán dos expectativas cercanas pero de distinta índole, por un lado la que conlleva la aprobación de los espectadores y por otro, la de un destacado jurado; pero en un punto semejantes, tanto como las historias de Salas y los personajes de Mantovani.