¿Igualdad ante la ley? Los números de pobreza que desnudan la falacia de Milei
En la Argentina libertaria 6 de cada 10 pobres son mujeres, 7 de cada 10 hogares monomarentales están por debajo de la línea de pobreza y 3 de cada 10 bajo la línea de indigencia. No hay igualdad posible sin reducción de la pobreza, y no hay reducción de pobreza posible sin políticas de género.
Un nuevo día internacional de la mujer llega en el marco de una Argentina arrasada por las políticas del gobierno libertario de Javier Milei, que castiga a distintos grupos sociales, entre ellos y particularmente a las mujeres. La línea discursiva y política con la que el oficialismo pretende combatir lo que identifica como “ideología de género” es la de una supuesta “igualdad ante la ley”, que en lo concreto significa la justificación para el desarme de todos los avances en materia de derechos para las mujeres y diversidades.
Un abordaje un poco más profundo que las consignas simplistas del oficialismo expone a las claras una realidad donde esa igualdad queda cada vez más lejos. Y la explicación es principalmente económica. Así lo muestran los datos que el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género procesó a partir de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, y que exponen la falacia de un oficialismo que en su cruzada contra las políticas de género no hizo más que agravar una situación ya de por sí inaceptable.
Si la pobreza es uno de los problemas centrales de la Argentina actual, es imposible pensarla sin una clave de género. Y es que más del 52% de la población argentina son mujeres, y de cada 10 pobres en el país, 6 son mujeres. Por otro lado la informalidad también las castiga particularmente: según los datos procesados por ELA, el 43,3% de las asalariadas jefas de hogar no están registradas, constituyéndose en el sector con más alto grado de informalidad.
El panorama recrudece cuando se contempla la situación de los hogares argentinos. Según el INDEC, en el primer semestre del 2024 la pobreza alcanzó al 42,2% de los hogares. Pero en los monomarentales o de jefatura femenina, ese porcentaje alcanza casi el 70%. Dicho de otra manera, 7 de cada 10 hogares monomarentales están por debajo de la línea de pobreza. Y el gobierno de Milei es en gran medida responsable de esto: entre el 2023 y el primer semestre del 2024, los hogares monomarentales o con jefatura femenina pasaron de estar entre el 57% y el 59% a casi el 70%, un crecimiento de 10 puntos porcentuales explicado por la disparada de la pobreza que generó la gestión libertaria.
Algo similar sucede con la indigencia. En el primer semestre del 2024, el promedio general en hogares argentinos fue del 13,6%, mientras que en los monomarentales o de jefatura femenina alcanzó prácticamente al 30%. Aquí también se observó un salto brutal tras el cambio de gobierno: en 2023 los hogares encabezados económicamente por mujeres que estaban por debajo de la línea de indigencia no llegaban al 22%, 8 puntos porcentuales menos que lo que dejó la disparada inflacionaria de Milei.
Resolver la problemática de la pobreza implica, indiscutiblemente a partir de estos números, diagramar y ejecutar políticas específicas apuntadas a esa población. El Gobierno nacional, al contrario, todo lo que hace es desarmar las existentes.
Por otro lado, el mercado laboral también presenta importantes barreras para las mujeres que podrían ser consideradas y abordadas desde el diseño de políticas públicas si lo que efectivamente se persigue es la reducción de la pobreza y la igualdad de oportunidades. El análisis de los datos del INDEC desarrollado por ELA determinó que las mujeres tienen menos oportunidades de crecimiento laboral que los varones, ganan menos y que el principal freno para el crecimiento del empleo femenino son las tareas de cuidado. "Las mujeres dedican el doble de horas en promedio que los varones a cuidar y a realizar tareas domésticas (y esto incluye a las mujeres que trabajan a tiempo completo). Esto tiene un impacto en la trayectoria laboral de las mujeres y en sus ingresos. Porque el tiempo es finito y en este sistema, el tiempo es dinero también y las mujeres dedican mucho más tiempo a tareas no remuneradas que los varones", señaló la Directora del área de Políticas de ELA, Delfina Schenone Sienra.
En el tercer trimestre del 2024, la brecha salarial entre varones y mujeres ascendió a un 27,77%. A su vez, en 9 de las 12 ramas de actividad que releva el INDEC, hay mayoría de empleo masculino. Las únicas ramas donde trabajan más mujeres que varones están entre las que perciben menores remuneraciones: Servicios sociales y de salud, Enseñanza, y Servicio doméstico. “Las mujeres están más concentradas en sectores de menor remuneración, mientras que los varones dominan los sectores mejor pagos. Persisten estereotipos de género que ubican a las mujeres como mejor “capacitadas” para tareas relacionadas con el cuidado”, expresaron desde la ONG.
Justamente, en 2024 se observó una reducción de las mujeres con hijos insertas en empleos formales. ELA encontró un dato que resulta contundente: la tasa de actividad tiene un comportamiento inverso entre varones y mujeres con hijos. Mientras en los varones con dos o más hijos la participación en el mercado laboral aumenta, entre las mujeres cae hasta 20 puntos porcentuales. Lo mismo sucede con la tasa de desempleo, que aumenta entre las mujeres en hogares con hijos. "Para decirlo de forma más sencilla: 25 de cada 100 mujeres que participaban en el mercado laboral se retiran al tener 2 o más hijos/as. Esto nos habla de que sigue imperando una división sexual del trabajo que marca que, cuando crece la demanda de cuidados, las mujeres asumen mayormente ese rol mientras los varones intensifican el rol de provisión económica", completó Schenone Sienra.
La Directora del área de políticas de ELA agregó que "esto se sostiene entre otras cuestiones por patrones culturales, por prácticas y costumbres en los empleos que castigan a quienes tienen responsabilidades de cuidado, por nuestra legislación que sigue anclada en un modelo antiguo de mujer cuidadora y varón proveedor. Y las consecuencias son precisamente económicas: las mujeres tienen menos ingresos, son más pobres y esto impacta directamente en su autonomía, en la posibilidad de elegir proyectos de vida, de poder mudarse y subsistir si se encuentran en una situación de violencia, por ejemplo".
El correlato de esta situación económica y laboral es que las mujeres se ven mucho más confinadas a permanecer en sus hogares ejerciendo tareas de cuidado. Ese es el rol que desde la perspectiva conservadora del Gobierno se piensa como el adecuado para la mayoría de la población femenina. Pero, paradójicamente o no, los hogares tampoco parecen ser un lugar demasiado seguro para las mujeres.
A partir de las bases del Sistema Nacional de Información Criminal-Sistema alerta temprana (SNIC-SAT), dependiente del Ministerio de Seguridad de la Nación, ELA encontró que de las 361 mujeres asesinadas en 2023, en el 87,7% de los casos la víctima tenía algún tipo de relación con su victimario, y en el 40% de los casos el femicida fue su pareja o su ex pareja. Entre los varones ese porcentaje fue solo del 2%.
Estos datos muestran que las desigualdades entre hombres y mujeres siguen siendo muy profundas en planos tan centrales de la vida social como el económico, el laboral y hasta la seguridad personal. Es desde el reconocimiento de esa realidad inobjetable que durante los últimos años gobiernos de distinto signo político avanzaron, en mayor o menor medida, en el reconocimiento de derechos y el diseño de políticas públicas que apuntaran a paliar esa situación. Hoy, el Gobierno nacional encabezado por Javier Milei dedica esfuerzos especiales a intentar desarmar todo lo construído en esta materia, y hacer retroceder al conjunto de la sociedad a un modelo de organización donde las desigualdades no sólo no sean combatidas, sino que se profundicen. Pero los datos desnudan su falacia: terminar con la pobreza, mejorar los niveles y la calidad del empleo, y lograr una sociedad más segura implican, necesariamente, políticas específicas que aborden las problemáticas de las mujeres desde una perspectiva de género.