La deriva cambiemista se expresó en Córdoba antes del triunfo histórico de Juan Schiaretti. Ya en el diseño de la oferta. Quedará para otro momento el debate por los motivos de la división de la segunda alianza en su territorio esencial. Independientemente de ello, el presidente Mauricio Macri no logró ordenar en ningún sentido. Y luego, en campaña, tampoco pudo aprovechar la buena relación que tiene desde siempre con el gobernador reelecto para, por lo menos, jugar a la prescindencia.

La dinámica de la interna oficialista llevó a que las primeras figuras del elenco fueran a hacer campaña por Mario Negri. Claro, se trata del jefe del interbloque de diputados nacionales amarillos, no era tan sencillo soltarle la mano, como se hiciera en otras provincias cuando se advertía que la derrota era inevitable con el módico objeto de reconfigurar rumbo hacia el sub-óptimo de apostar a la derrota de CFK. Dicho sea de paso, ayer el periodista Santiago Fioriti escribió que para los capítulos locales que vienen se hará lo mismo, poner el cuerpo aunque la derrota sea ineludible. No pareciera haber funcionado la primera receta.

Ese involucramiento, de un modo que habría que recortar y guardar para la posteridad por el mal gusto y la violencia con que se desplegó, se contrasta con lo que hizo Cristina Fernández de Kirchner, quien jugó mejor sus porotos esta vez, escondiéndolos en el mayor volumen del cordobesismo: como decíamos en esta misma columna el sábado último, la gambeta de la senadora a la grieta tal cual se venía tramitando es anterior a su discurso de presentación de su libro Sinceramente.

Córdoba es la antepenúltima posta de la gira por la región centro, donde Macri esperaba sus mejores performances. No ha sido así hasta aquí, y lo que falta (Entre Ríos y Santa Fe) no augura ser mejor. Ahora se leen muchas relativizaciones: que las sumas de Unión por Córdoba-K por un lado, y la de Negri y Ramón Mestre por el otro, dan cifras iguales a las de 2015; que la comparación con 2017 no es pertinente porque esos eran comicios legislativos nacionales y estos ejecutivos locales. La verdad es que eso era válido para un retador que recién llegaba, no para un campeón que va por la defensa de su corona, en su cuna y luego de mapear, a la salida de la cita de medio mandato de hace un año y medio, a la provincia mediterránea entre las capturables con alguien de la tropa propia. En este rechazo juega lo frustrante del actual mandato. Y a su vez robustece expectativas negativas de cara a las PASO, a las que llegan coleccionando tropezones.

Seguramente Macri, si juega, venza en Córdoba. Pero asimismo es probable que no lo haga por los mismos márgenes que en 2015. Y su drama es que necesita cada voto como agua. En especial los de las provincias más cercanas a la zona núcleo del agro pampeano: no es imaginable que consiga crecer en distritos más alejados de allí, dados los efectos devastadores de su economía.

En la Convención de la UCR de Gualeguaychú, hace cuatro años, cuando y donde se armó Cambiemos, Ernesto Sanz, promotor máximo del pacto de pureza no-peronista, explicó que de esta experiencia su partido sacaría crecimiento territorial: puede que, por el contrario, salga de la misma habiendo cedido el comando de tres capitales de provincia (si no más). Cuidado: esto figurará entre las cuentas a tratar en la próxima reunión boina blanca, que definirá el futuro de los herederos de Raúl Alfonsín de cara a las próximas elecciones presidenciales. Roberto Lavagna y el cada vez más flaco justicialismo que insiste en excluir a la líder de Unidad Ciudadana estarán mirando eso atentamente. Schiaretti no dio ninguna señal porque, como bien señaló Diego Genoud, jugará a ganador. No se encargará del trabajo que no hacen otros.

El cuadro es bien mirado en el Instituto Patria. Allí no cae mal la emergencia de alguien relativamente potente para atrapar macrismo desencantado, algo que Cristina jamás podría hacer. Al mismo tiempo, el sucesor de José Manuel De La Sota no se la jugó tanto como para que la plataforma de la nave insignia del interior catapulte más de lo calculado a Alternativa Federal. Más bien, Gringo repartió para que todos tengan frases de las que hacer uso en sus respectivas carreras. La presidenta mandato cumplido arrancó a trotar mucho antes que sus compañeros y no está hoy tan abollada como Macri, con una economía que promete seguir ayudándola. Su lucha es ahora por reconciliarse con el electorado, y a eso apostó con la generosidad: dejar atrás la promesa de ir a por todo. Había otras formas de triunfar, nomás.