Amigos son los amigos
Larreta se reunió con un empresario petrolero que le hizo de nexo con Clinton y cree que el problema del país es el control de cambios. Qué pasaba mientras la legislatura porteña daba otro paso a favor del cemento y desalojaba a mujeres pobres de la Villa 31
Con una agenda en la superficie centrada en relanzar a Buenos Aires como polo turístico de cara a las post pandemia, Horacio Rodríguez Larreta completó una intensa gira de cuatro días por Estados Unidos, con epicentro en Nueva York y Washington.Regresó este martes, luego de concretar una serie de encuentros el fin de semana pasado cara a cara con el establishment de la principal potencia. El plato fuerte fue un almuerzo con el ex presidente norteamericano, Bill Clinton, pero hubo otros puntos altos como las reuniones con el vicepresidente del Banco Mundial para América Latina, el colombiano Carlos Felipe Jaramillo, y con el ex Secretario de Estado de Barack Obama y actual enviado especial para el clima de la administración de Joe Biden, John Kerry.
La gira le sirvió al Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, para reafianzar los vínculos históricos del Pro con un sector del Partido Demócrata, que apoyó con fuerza la llegada de Mauricio Macri a la Rosada en 2015, por lo que bien pudo interpretarse como un cabildeo en favor de su propio proyecto presidencial de cara a 2023, sobre todo a la luz de los resultados de las PASO del 12 de septiembre. Pero también mostraron a un Larreta auténtico, sirvieron como un retrato perfecto de su presente político. El Banco Mundial, sin ir más lejos, es uno de los principales inversores en la urbanización de la Villa 31, en la que lleva invertidos, junto al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), unos 300 millones de dólares desde 2016. En ese barrio, este jueves, la policía porteña protagonizó un brutal desalojo sobre un grupo de mujeres con sus hijos que mantenían una toma escapando de la violencia machista y por no poder pagar un alquiler. No es la primera vez que sucede: las topadoras vienen arrasando con cada vecino que entorpece o resiste el proceso de urbanización, sobre cuyo avance la Ciudad tiene que dar cuenta ante sus acreedores.
Otra de las fotos, con Kerry, vino de la mano de una invitación a la cumbre de los 40 “alcaldes” comprometidos con el cambio climático, conocido como el “Grupo de los 40” o “Grupo de Liderazgo Climático”, que tendrá lugar en Buenos Aires el año próximo, con Rodríguez Larreta como anfitrión. Será una plataforma para mostrar gestión ante un mundo que, sin embargo, va en sentido contrario a la capital argentina, especialmente en materia ambiental y de planificación urbana. La Ciudad tendrá problemas en ese futuro foro para explicar por qué fomenta la privatización de la zona costera para levantar torres de edificios de varios metros de altura para el sector ABC1, de mayores ingresos, a contramano de lo que recomienda la última el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU. Con bastante poca sutileza, los expertos en el tema reclamaron que las urbes no sólo bajen los niveles de emisión de carbono a la atmósfera, sino que abran lo más posible sus espacios cercanos a los mares y cuiden sus humedales y espacios verdes para evitar olas extremas de calor o potenciales inundaciones, como la que padeció Buenos Aires en 2012.
Varias ONG y espacios participativos de la Ciudad, como el Colectivo de Arquitectas, el Observatorio del Derecho a la Ciudad, Basta de Demoler y tantas otras pusieron el grito en el cielo esta semana cuando la legislatura porteña aprobó a libro cerrado una decena de convenios urbanísticos entre el Ejecutivo y un puñado de desarrolladoras que habilitan la construcción “hacia arriba” de torres de edificios en manzanas donde el Código Urbanístico vigente no lo permite. A cambio de los “metros de cielo” que les habilitaron, las empresas aportaron algo más de 30 millones de dólares a las arcas porteñas. La oposición, con criterio, denunció que Larreta “vende leyes” y “constructividad” a quien pueda pagar. Lo cual trae como efecto colateral que el Estado deja de ser el actor que planifica el diseño de la urbe. El cemento y los billetes mandan.
El contraste de los negociados para el capital inmobiliario con las mujeres despojadas en la Villa 31 quedó expuesto de manera espontánea y profunda, y puso al Gobierno porteño a la defensiva, después de varias semanas donde los problemas más serios en materia de agenda pública los acarreaba el Frente de Todos, con Todas sus Internas. No fue la bienvenida que el Jefe de Gobierno esperaba en su regreso al país, aunque el desalojo era una cuestión de tiempo: la fiscal en lo Penal Contravencional y de Faltas Valeria Massaglia, famosa por sus apariciones en concursos de TV, ya tenía acordado el asunto con las autoridades porteñas encargadas de la urbanización. Fue el debut de Tomás Galmarini, sobrino de Malena, en la resonancia pública que adquiere todo lo que sucede puertas adentro del barrio popular más politizado del país. Su antecesor en el cargo, el tristemente célebre Diego Fernández, eyectado del cargo, puede dar cuenta de ello: pasó a la historia como el responsable político de la muerte de Ramona Medina, referente de La Poderosa, quien denunció la falta de agua potable en plena primera ola de Covid, que tuvo a la 31 como epicentro.
CON AMIGOS ASÍ…
El encuentro con Bill Clinton, tuvo un condimento extra que pasó largamente desapercibido. A la mesa, según las fotos y las crónicas, se sentó un amigo en común entre Rodríguez Larreta y el ex marido de Hillray, que ofició de nexo: Rolando González-Bunster, un empresario petrolero de origen argento radicado hace años en Panamá. González-Bunster es fundador y CEO de InterEnergy Holdings, cuya sede está ubicada en un paraíso fiscal.
El empresario invierte en Parques Eólicos en buena parte de la región, pero en Argentina no está dispuesto a poner un peso porque, dijo durante un congreso de empresarios en abril de este año, nos parecemos a Venezuela. “El país tiene todas las condiciones del mundo. El otro día me mostraron un video de dos minutos que me hizo llorar de la grandeza que tiene la Argentina; podríamos ser Canadá o Australia, pero nos estamos pareciendo a Venezuela. No creo que sea posible hacer un negocio en la Argentina”, aseguró.
Para González-Bunster el problema del país es el control de cambios y el cepo al dólar. “El gran problema de la Argentina es la moneda y la seguridad jurídica de los contratos. Mientras eso sea vulnerable y frágil, será difícil que alguien invierta en ese proceso, al menos que haya garantías de organismos internacionales, como el Banco Mundial. Tampoco debería haber control cambiario, que es una de las grandes trabas. Se debería poder entrar con un dólar y luego repatriar dividendos tranquilamente. Los controles no alientan la inversión”, dijo el amigo del jefe de Gobierno. Dime con quién andas y te diré quién eres.