Candidatos en fuga de un Frente de Todos huérfano
El Presidente dijo que se bajaría de una candidatura para preservar la unidad. Antes, Máximo declaró que no veía candidata a CFK y la Mesa de Enlace dijo que Massa les afirmó que él tampoco lo sería en 2023. Liderazgo a la deriva en un oficialismo con clima de derrota.
“Alberto no puede decir ahora que no va competir, ¿cómo sigue gobernando un Presidente que se baja de la reelección un año antes?”. La idea, palabras más palabras menos, es un susurro que se escucha recurrentemente por lo bajo en distintos sectores del oficialismo cercanos a Alberto Fernández y no tanto. Lo cierto es que la apreciación, a simple vista correcta desde cualquier análisis político, chocó hoy con la sorpresa de una declaración del presidente que nadie tenía en el radar, por lo menos a esta altura del mandato del FDT.
Ante una consulta del periodista Roberto Navarro sobre la actitud de CFK de bajarse de una candidatura en 2019, Alberto Fernández afirmó “Yo haría lo mismo. Soy parte de un proyecto colectivo, no me conocen, yo estoy acá cumpliendo una misión en el peor momento de la historia. Me tocó ser el soldado que se quedó solo frente a toda la artillería enemiga. Lo estoy tratando de hacer del mejor modo, he puesto todo honestamente”. El Presidente había dicho varias veces hasta ahora que intentaría ir por su reelección, pero esta ocasión fue la primera en la que deslizó la posibilidad de bajarse de una candidatura que se vive como obligada en el sistema político argentino por cualquier jefe de Estado que transita su primer mandato.
Los dichos de Fernández no pueden comprenderse sin su contexto. El oficialismo no logra trasladar ciertos resultados positivos de la macroeconomía, como el crecimiento del producto o los altos niveles de exportaciones, al bolsillo de las mayorías. Más bien lo contrario, la inflación sigue desordenando la vida de las familias argentinas y los salarios no terminan de recuperarse. En ese mapa, ninguno de los padres de la criatura política llamada Frente de Todos parece estar buscando conducirla a un horizonte y común, sino que lo que los movimientos del oficialismo denotan es una preocupación extrema de sus diferentes componentes por cuidar lo propio, ante el escenario de derrota en 2023 que hoy pronostican todas las encuestas y nadie en el peronismo discute con convicción.
Dos días antes que Alberto Fernández, desde el mismo escenario amigo, Máximo Kirchner afirmó “hoy por hoy creo que el peronismo no tiene candidatos. Alberto creo que ha dicho que sí. Por lo que he leído, Massa ha dicho que no. Y creo que Cristina tampoco va a ser”. Pero el líder de La Cámpora, más allá de que sus dichos puedan ser leídos como un patear la pelota a la cancha de Alberto, se encargó de dejar en claro lo que para él significaría una candidatura del Presidente: “Para un oficialismo, que su presidente vaya a una PASO con otros competidores es por lo menos extraño”.
El hijo de la Vicepresidenta se encargó de enfatizar cuánto desgaste provoca estar al frente del país, remarcando la posibilidad de que CFK no se haga cargo del FDT con una candidatura presidencial el año que viene. De allí puede inferirse que no está muy firme en los planes del kirchnerismo jugarse a todo o nada con un CFK 2023, que se empuja en la militancia como una forma de ganar posiciones para la negociación interna pero que no parece ser la mejor de las opciones para el campamento K.
De hecho, Máximo dijo también que para él un buen candidato de su espacio sería el actual Ministro de Interior, Eduardo Wado de Pedro. “Wado es muy capaz. Se trabaja muy bien con él, es un buen militante, un buen compañero, buen criterio, laburante, camina, anda. Tiene una edad interesantísima” expresó. Independientemente de las expectativas que pueda generar De Pedro en un sector de la política y la militancia, difícilmente pueda sostenerse que esa es una apuesta ganadora del kirchnerismo pensando en las presidenciales.
Por su parte, Sergio Massa ya fue noticia hace dos meses en relación a su posible negativa a ser el candidato del FDT el año que viene. Todo surgió a partir de una declaración del presidente de la Federación Agraria Argentina, Carlos Achetoni, quien en presencia de las autoridades de las otras tres entidades de la Mesa de Enlace afirmó que Massa les expresó que no sería candidato en el próximo turno electoral, aunque quizás sí en 2027. El vicepresidente de la Sociedad Rural, Marcos Pereda, ratificó los dichos de Achetoni.
¿Cómo se explica que ninguna de las tres patas del FDT quiera asumir la candidatura del espacio a menos de un año de las elecciones? La respuesta bien podría ser que nadie quiere ser la cara de la derrota.
Sin dudas, quién más tendría para perder en ese escenario es CFK. Una eventual candidatura suya sería algo así como un plebiscito de toda su trayectoria, algo demasiado grande para jugarlo en la ruleta de un clima social y económico tan adverso. Sergio Massa, por su parte, ya asumió una cuota de protagonismo enorme al ser puesto en el lugar del superministro que llegó para salvar al Gobierno del abismo, y tiene desde allí la posibilidad de especular hasta último momento con los resultados económicos para ver si le conviene o no exponerse como candidato.
Alberto Fernández es quien está más obligado de los tres. En las últimas décadas, sólo Néstor Kirchner no fue por la reelección tras un primer mandato, pero lo hizo jugando la carta CFK y apostando un tándem con la actual Vicepresidenta que se vio frustrado por su muerte en 2010. El Presidente viene intentando mostrar para afuera la recuperación de una autoridad que se vio muy mellada por las críticas cristinistas y el papel asumido por Massa. Las últimas designaciones de ministros, y el haber filtrado a la prensa que fueron decisiones inconsultas con el resto de los espacios del FDT, fueron jugadas en esa línea.
Sin embargo, con su imagen por el piso y sin muchos logros de gestión para mostrar por ahora, esa impronta de recuperación de la fuerza propia parece por parte de Alberto Fernández más que una verdadera voluntad por volver a ser candidato, una movida para fortalecerse en una negociación con el resto del frente. Las declaraciones de hoy pueden abonar esa lectura: bajarse, pero negociando.
La pregunta que se desprende es cuál podría ser esa negociación. La respuesta habrá que buscarla en lo que pueda ser una reorganización del peronismo ante una eventual derrota electoral. En 2015 el peronismo llegó a la derrota partido, con importantes sectores y referentes por fuera del oficialismo kirchnerista. El año que viene, una derrota sería una derrota de todos, por lo que el post Frente de Todos es un escenario que ya se evalúa y para el cual los distintos actores ya están midiendo sus fuerzas.
Hoy por hoy, el factor que mantiene unido al FDT es el mismo que lo unió allá por 2019, pero con una perspectiva diferente: Mauricio Macri. “Lo veo a Macri decir lo que dice, y digo, por favor ordenémonos, vayamos juntos, resolvamos las diferencias escuchando a nuestra gente y vayamos” dijo hoy el Presidente, y agregó “mi mayor preocupación en este momento es gobernar. La segunda, es que no vuelvan los mercaderes de la derrota, los profetas del odio, del desánimo, no quiero que ellos se hagan cargo de la Argentina porque lo único que ellos trajeron cuando gobernaron fue dolor a la Argentina. Eso es lo que quiero y para eso voy a trabajar”.
Máximo Kirchner también fue categórico esta semana, en ese mismo sentido: “Las ideas de Macri y Bullrich marcan lo que vamos a hacer muchos ciudadanos y ciudadanas argentinas que queremos que le vaya bien a nuestro país, que es no votarlos. Buscaremos la mejor opción en las PASO, generales y si hay segunda vuelta en segunda vuelta”.
Pero si el espanto ante el desastre macrista de 2019 como factor de unidad estuvo acompañado también por una expectativa de futuro, que se logró traducir a la campaña y en el mensaje a la sociedad, hoy por hoy los movimientos parecen sólo defensivos y de auto preservación. Basta mirar a intendentes y algún gobernador regresando de la gestión nacional a sus pagos para asegurar sus elecciones locales, frente al riesgo de una ola amarilla como la del 2015.
Más allá de este panorama del oficialismo, todavía falta mucho en un país donde un mes equivale a un año. La recuperación económica no se frena y algún rayo de esperanza se mantiene en que la situación del año que viene permita ilusionarse. Habrá que ver cómo se llega, y quién o quiénes se animan al riesgo de agarrar el fierro caliente de una candidatura que, hoy por hoy, parece destinada a la derrota. El premio también puede ser muy grande: luego de la experiencia de este Gobierno donde la conducción política estuvo siempre en disputa, queda claro que si alguien asume el liderazgo y gana en 2023 todos tendrán que ordenarse bajo suyo.
Los resultados económicos marcarán las chances de Massa. Alberto Fernández ya tiene la presión encima y si el contexto mejora puede resultarle menos costosa una candidatura que bajarse de ella, independientemente del resultado. Hay que poner un ojo también en los gobernadores, muchos de ellos con elecciones en sus provincias antes de los cierres de listas nacionales que pueden significar un espaldarazo para alguno de los que ya manifestaron sus aspiraciones. En el kirchnerismo, restará ver la fuerza de su apuesta por la elección nacional, considerando que todos sus cañones están apuntados a la construcción de la trinchera bonaerense. Lo concreto es que, hoy por hoy, la candidatura presidencial del FDT para el año que viene es el penal que define el campeonato para el cual nadie está pidiendo la pelota.