Transcurrida ya una semana desde los famosos cierres de listas, se pueden elaborar algunas lecturas más calmas, y en ese sentido, un tweet del politólogo Nicolás Tereschuk hizo hincapié en algo que decíamos aquí el lunes, comentando las candidaturas del oficialismo. “No lea encuestas. Observe cómo se mueven quienes sí las leen.” Aquí teorizábamos que un gobierno que intenta que ni siquiera puedan presentarse José Luis Espert y su homónimo Gómez Centurión, luego de haber arrancado el camino hacia 2019 dando por hecha la triple reelección, no transmite la sensación de seguridad que, al mismo tiempo, asegura tener en sus declaraciones periodísticas. Lo mismo puede concluirse del énfasis en el comentario sobre presuntos descontentos en Frente de Todos.

Desde las vocerías amarillas se empeñan en bajarle el precio a lo obtenido por Sergio Massa en los acuerdos, en alertar sobre hipotéticas promesas de venganza entre los intendentes peronistas bonaerenses y en pronosticar que algunos gobernadores del movimiento jugarán sotto voce a favor de la postulación presidencial de Mauricio Macri. Lo cierto es que el tigrense obtuvo porcentualmente en las nóminas igual cantidad de sitios que los alcanzados en soledad en 2017 (siendo esperable que hoy estuviese por debajo incluso de aquellos guarismos), que los alcaldes ya habían sido bien pagados hace dos años y que los mandatarios provinciales cedieron ahora en retribución a la generosidad de Cristina Fernández en los comicios locales celebrados en lo que va de este recorrido electoral, lo que posibilitó una pila de derrotas cambiemistas.

Entonces, pregunta: tanta dedicación a revolver las sábanas peronistas, ¿tendrá que ver con un temor a la potencial fortaleza que la reunificación en curso podría suponer en votos?

Si alguno de todos esos rumores fuese veraz, nada de lo acontecido desde lanzados autoriza a pensar que vayan a traducirse en lo concreto. Los bloques legislativos de los gobernadores caminan hacia reconfiguraciones que los acerquen al de CFK. También el de Massa en Diputados.

Esto es así a tal punto que la coordinación de todos ellos dejó sin quórum al oficialismo en la cámara baja a pocas horas de anuncios de candidaturas que, supuestamente, habían dejado multiplicidad de heridos y rencores. No se habría notado. Y en el Senado, la designación de Carlos Caserio como reemplazo de Miguel Pichetto significo, eso sí, un corte de manga a la abstención con olor a complicidad con Olivos del cacique cordobés Juan Schiaretti. La única que podían dar por hecha en Balcarce 50 se quedará sin obreros que la laburen: es por abajo. El nuevo jefe del justicialismo en la cámara alta canaliza la voluntad de muchos compañeros que en la provincia mediterránea desaprueban el rechazo del ex secretario de Industria de Carlos Menem a la unidad aún luego del corrimiento de la presidenta mandato cumplido a favor de Alberto Fernández.

Si aquel gesto de Cristina sigue cosechando frutos a más de un mes y medio de producido, el de Macri con Pichetto no consiguió hasta ahora más que dar vías de escape a expresiones muy marginales del peronismo, fuera de juego independientemente de cualquier cosa que se haga en el Instituto Patria. Al revés, cuatro de los seis provincialismos que competirán con boleta corta (Chubut, Misiones, Río Negro y Santiago del Estero) ya han hecho más que señales de humo a los Fernández, el Movimiento Popular Neuquino seguirá en la suya como siempre y el cordobesismo, se insiste, se disgregará entre los que repartirán la boleta auspiciada por Matheu 130 (la mayoría), y otros, los menos, que harán lo propio con la de Roberto Lavagna-Juan Manuel Urtubey.

Conviene recordar que las boletas cortas eran, hasta hace mucho tiempo (diez días), un prodigio de la astucia pichettista, cuya magia --de momento-- se parece demasiado a las tropas del general Ernesto Alais, que nunca llegaron a auxiliar a Raúl Alfonsín en Semana Santa de 1987. No sorprende, luego de este racconto, que se festeje tanto el pacto UE-Mercosur, que deja chiquito al Roca-Runciman y cuyos efectos (de aprobarse en el Congreso, lo cual, como vimos, le costará bastante a Cambiemos) recién se sentirían en una década: hambre de buenas nuevas, se le llama.