El impacto de la inflación en el humor social
Dificultad para organizarse en gastos cotidianos, peleas y discusiones en la familia por dinero y preocupación por “bajar de clase social” son algunos de los dramas sociales que relevó una encuesta de la UNSAM. El corrimiento de votantes del FDT hacia un “consenso antiinflacionario fiscalista”.
Hace ya meses que la inflación es el principal problema para la gran mayoría de la sociedad argentina y así lo refleja cualquier encuesta que se mire. El pico histórico del 7,4 marcó un nuevo hito en dos décadas y para encontrar un valor mensual superior hay que remontarse al proceso de salida de la convertibilidad en abril del 2002. Sin embargo, el 6,7 de marzo ya había alcanzado ese récord, seguido de cerca por el 6,1 de abril, evidenciando la enorme presencia del problema inflacionario en todo lo que va del 2022.
Justamente esa omnipresencia de la inflación en la vida cotidiana de argentinas y argentinos es lo que intentó reflejar un estudio reciente realizado por la Universidad Nacional de San Martín y publicado por su revista Anfibia, arrojando resultados que muestran la profundidad del impacto en el día a día de la gente. Aquella fórmula que instalara CFK en 2017 de “nos desorganizaron la vida”, se vuelve la constante a esta altura del gobierno del FDT con una intensidad inédita en veinte años.
La encuesta fue realizada sobre 800 casos en al AMBA y un 83% de los consultados afirmó haber tenido que tomar medidas en su vida frente a la inflación. Aquello que el estudio recoge como “adaptación forzada” al proceso inflacionario tiene que ver con acciones como “dejar de pagar cuentas, facturas o boletas” señalada por un 48 de los consultados; comprar marcas más económicas, 47% de los encuestados; pedir dinero prestado, 46% de respuestas afirmativas; o reducir consumos, opción marcada por el 42%.
El humor social se ve fuertemente impactado por la inflación descontrolada justamente porque ésta permea prácticamente en todos los órdenes del día a día. Por ejemplo, un 70,7% de los consultados afirmó que hoy dedica más tiempo que antes a buscar mejores precios en productos y servicios, mientras que el 78,6% expresó que le resulta muy difícil organizarse con los gastos diarios.
Quizás el impacto más profundo de la problemática sea el que se revela puertas adentro de los hogares en las relaciones familiares. Un 83,8% de los encuestados dijo estar cada vez más preocupado por lo que va pasar con los precios, lo cual se evidencia también en el 82,6% de las respuestas que se inclinaron por señalar que en el ámbito familiar se habla mucho sobre el aumento de los precios. Lógicamente, el estrés que genera una problemática social de este alcance deriva en situaciones conflictivas en todos los ámbitos, incluido el doméstico: el 68% de los participantes reconoció que la falta de dinero genera peleas y discusiones en su familia.
Otro bloque que el estudio identificó como “incertidumbre y desclasamiento” evidenció otros dos preocupantes aspectos de la crisis: que no muestra horizonte de resolución ni tampoco permite ver cuál es el fondo. Así lo revela el hecho que el 62% de los consultados haya respondido que no puede pensar en su futuro debido al contexto actual, y que el 69% sienta que bajará de clase social en los próximos meses.
Desde un punto de vista más político, el estudio arrojó una lectura interesante sobre cómo perciben el problema y su posible solución las personas dependiendo de su preferencia electoral. Así, el artículo publicado por Ariel Wilkis y Esteban Foulkes identifica que hay un importante consenso en que la inflación es el principal problema que aqueja al país pero hay dos miradas sobre cómo encararlo. A la primera la denominaron “Consenso social anti-inflacionario fiscalista”, y se define por identificar en el gasto del Estado y la emisión monetaria a las principales causas de la inflación. La segunda mirada es la de un “Consenso social anti-inflacionario distribucionista”, menos pesimista que la anterior, que prioriza la lucha contra la inflación junto a una mejora salarial y del empleo a la vez que identifica como causas del aumento de los precios otras variables como la voracidad empresarial.
Los autores del estudio identifican que la mirada fiscalista se asocia mucho más con votantes de la oposición y con votantes defraudados del FDT que pueden haber migrado su voto, mientras que la explicación por la puja distributiva y las presiones devaluatorias se presentan con más fuerza en los votantes leales del FDT. Pero ante el avance imparable de la inflación, lo que los autores marcan es que paulatinamente se va generando un acercamiento cada vez mayor de sectores que se identificaron con el FDT pero que van adoptando una mirada fiscalista y demandas similares a los votantes de JxC. “El consenso social anti-inflacionario de corte fiscalista le “come” adherentes al FDT al calor de la experiencia de ajuste, desorden cotidiano y monotematismo que aumentan las expectativas negativas con respecto al futuro” explica el artículo.
De esta manera, la encerrona del Gobierno radica en que la situación de desorden total en la economía cada vez instala en más sectores de la sociedad distintos grados de adhesión a la idea de la necesidad de un ajuste, lo que a su vez atenta contra la necesidad política del FDT de recomponer la economía cotidiana de las familias en el corto plazo si pretende llegar competitivo al 2023. Allí está el gran desafío para Sergio Massa quien, de lograrlo, verá allanado su camino hacia una candidatura presidencial el año que viene.
El “nos desorganizaron la vida” de CFK está más presente que nunca en las últimas dos décadas de la vida de las familias argentinas y el Gobierno del FdT deberá revertir esa costosa realidad cotidiana o quedará condenado al fracaso electoral. La sociedad sigue expectante y demandando que el experimento político que logró la unidad del peronismo para derrotar a Macri y volver a organizarle la vida a la población cumpla con el contrato que asumió con sus votantes. Hoy por hoy, nada más lejos que eso de la realidad.