El impacto de Pichetto en la familia judicial
El razonamiento es simple: si no suma votos, entonces debe sumar por otro lado. Las preguntas
Entre los múltiples tableros que Mauricio Macri pateó con la postulación de Miguel Ángel Pichetto como su compañero de fórmula, también figura el pesado, complejo y movido tablero de la justicia. Lo que aún no está claro –salvo, quizás, para Macri y Pichetto– es el efecto que ese golpe dado por el Presidente tendrá en el mundo de los magistrados.
Sin reponerse todavía del sacudón por la noticia, algunos analistas sintonizados con la Casa Rosada se apresuraron a señalar una gran verdad; tan grande como hueca: que el senador nacional por Río Negro guardaba para sí la llave de la cámara alta para un eventual desafuero de Cristina Fernández, en lo que sería una versión local de los procesos que en Brasil se llevaron a cabo contra Dilma Rousseff y Lula Da Silva, destituyendo del Planalto a la primera e impidiendo la candidatura presidencial del segundo.
Este reflejo de interpretar la elección de Pichetto desde el prisma de lo judicial responde, en parte, a cierta sorpresa en el plano de lo estrictamente electoral. El razonamiento es simple: si no suma votos, entonces debe sumar por otro lado, y ahí es cuando muchos recordaron el deseo de Cambiemos de remover los fueros de Cristina y dejarla en condiciones de ser detenida preventivamente por el juez federal Claudio Bonadio.
Claro que esto es mucho más fácil decirlo que explicarlo. En principio, habría que abstraerse del escándalo político y social que supondría ver tras las rejas a la compañera de la fórmula que encabeza Alberto Fernández. Más aun teniendo en cuenta el descrédito que hoy embarra al antecedente brasileño, luego de las filtraciones que apuntan a una maniobra orquestada contra los líderes del PT por parte del exjuez y actual ministro de Justicia de Jair Bolsonaro, Sergio Moro.
Pero, además, el propio Pichetto, y con argumentos específicos, ya antes supo oponerse al pedido de la Rosada para revocar el régimen de inmunidad que posee la expresidenta por ser senadora. “Lo que estamos discutiendo –sostuvo allá por octubre de 2017– es si debe haber privación de la libertad a partir del procesamiento. Yo creo que no”. Para el legislador, si no se cumple esa condición, la prisión preventiva “implicaría una pena anticipada”. Incluso, horas después de que anunciara el binomio con Macri, reiteró su postura: “Mi posición sobre los fueros va a ser la misma que he tenido siempre”, garantizó.
Una posibilidad para darle sobrevida a esta especie es que, alejado de la jefatura del bloque Justicialista para abocarse a sus responsabilidades como candidato, Pichetto dejaría libre el camino para que otro hiciera esa faena. Por lo pronto, varios de sus excompañeros de bancada salieron a cruzarlo fuerte, bien lejos de cualquier maniobra coordinada. Silvina García Larraburu consideró lo hecho por su comprovinciano “mucho más que una traición, es muy grave para la política y para la gente”. En la misma línea, el formoseño José Mayans definió al extitular del bloque como “el quinta columna más grande de la historia argentina”, porque “de ser jefe parlamentario que defendía al gobierno de Cristina, ahora se pasa al bando enemigo”.
Entonces, ¿Pichetto supone alguna ventaja para el gobierno en esas pulseadas judiciales que en el último tiempo le vienen dando resultados amargos? En un menor nivel de expectativas, corresponde decir que el flamante candidato es, en síntesis, un hombre del sistema político y un interlocutor respetado en todos los escritorios donde se mueve el poder, sean públicos o privados, locales o extranjeros. Estas credenciales también son válidas en los tribunales, donde jueces y fiscales lo han considerado un apellido de confianza. Algo similar puede afirmarse, por caso, de Alberto Fernández. Sin entrar en el peso específico de cada uno –no por nada hace 16 años que Pichetto preside al PJ en el Senado–, podría pensarse que en ese punto los dos varones peronistas de ambas fórmulas están en equilibrio.
Donde sí saca una diferencia el nuevo dirigente de Cambiemos es en el Consejo de la Magistratura. Allí, ocupa la presidencia de la estratégica Comisión de Disciplina y Acusación. Llegó a ese puesto en diciembre de 2018, en base a acuerdos con el oficialismo pero con la pátina formal de representar, como opositor, a la primera minoría del Senado. Si algo de eso seguía aún en pie, ayer quedó en desuso. De todos modos, Pichetto pretende conservar ese rol: “El cargo del Consejo de la Magistratura voy a seguir ocupándolo porque me eligieron como senador y siempre cumplí la tarea con total idoneidad y responsabilidad”, sostuvo. Uno de los expedientes que tramitan en la comisión a su cargo es nada menos que el juicio político que el macrismo impulsa contra el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla.
La tercera vía para entender el impacto de Pichetto en los tribunales es de corte más general. Es decir, que la incidencia del legislador, incluido el determinante apoyo de los mercados y el Fondo Monetario Internacional, se derrame sobre Comodoro Py y el resto de la justicia federal, para inclinar la balanza hacia los intereses del Ejecutivo en el rumbo de expedientes sensibles. En especial, los que están llevando a juicio oral a Cristina y el que aún permanece en manos de Ramos Padilla y que tanto preocupa al macrismo y a sus aliados políticos, judiciales y periodísticos.
Pero la unción del llamado “Frank Underwood argentino” –por su parecido con el exprotagonista de la serie House of Cards– también cosechó ciertos gestos de rechazo, algunos de los cuales operan en concreto sobre la escena tribunalicia. La novedad fue leída como un ninguneo en la UCR, una fuerza de sabida inserción en la familia judicial. Y algo similar ocurrió entre las golpeadas filas de la Coalición Cívica: Elisa Carrió le dio su respaldo al senador, pero la palabra y el rol de la chaqueña vienen en franca devaluación luego de que Ramos Padilla la imputara y la invitara a declarar en el marco de la causa por la red de espionaje en que aparecen involucrados el fiscal Carlos Stornelli y el abogado trucho Marcelo D’Alessio.
En síntesis, y como sucede también en otras dimensiones de la jugada presidencial, en la justicia la candidatura de Pichetto, por ahora, genera más preguntas que certezas.