El movimiento obrero copó las calles y no se olvidó ni de Milei ni de los diputados
Manifestantes de distintos sindicatos se sumaron a la movilización impulsada por una CGT que ratificó el paro del 9 de mayo. Hubo pase de factura para el Gobierno y para la oposición acuerdista por la media sanción de la Ley Bases que arrasa con los derechos laborales. La preocupación por los despidos, en el centro de la escena.
No fue un primero de mayo más. Eso lo sabían las miles de personas que se convocaron esta mañana a la concentración que impulsó la CGT, en conmemoración por el Día del Trabajador en el centro porteño. Bajo el lema "La Patria no se vende”, la confederación llevó adelante una movilización que marca la agenda pocos días antes del segundo paro nacional contra el gobierno de Javier Milei.
Aunque como siempre en estos encuentros populares hay elementos festivos, de comunión entre pares, con el folclore de las manifestaciones populares, la música y toda la mística que imprimen las organizaciones sindicales, los reclamos y los gestos de preocupación estuvieron a la orden del día.
No es para menos. Con un consumo que no para de caer, a la par que el poder adquisitivo, sumado a una industria que se desploma a niveles calamitosos, y a la motosierra en la obra pública, la última noticia que viene de la Cámara de Diputados le suma nafta al fuego.
Tercerización y mayor precariedad laboral, nuevas formas de contratación que implican inestabilidad, fondos de cese laboral que facilitarán los despidos en alza, el aumento del trabajo no regulado y la habilitación para echar gente de forma indiscriminada, estarán a la orden del día.
Lejos de ese panorama sombrío, una mujer hacía gym en una plaza paqueta de Puerto Madero a las 10am y en ese momento también un bus de la Ciudad de Buenos Aires con turistas extranjeros paseaba por la calle Rosario Vera Peñaloza. Mientras tanto, las principales columnas obreras enfilaban por esa misma calle, que cruzando Ingeniero Huergo se convierte en Estados Unidos.
El clima de la marcha comenzó tranquilo. El día gris y fresco, pero sin lluvia, tenía que ver. Reinaba la “buena onda” entre los compañeros y compañeras de los distintos sindicatos que se hacían presentes. Por esa calle, Estados Unidos, un trabajador iba arriba de una camioneta Sandero Stepway y puso la Marcha Peronista a máximo volumen. La gente se lo reconocía y le hacía los dedos en V. “Feliz día, compañeros”, se avivaban mutuamente.
Llegando al punto central de la convocatoria antes de avanzar hacia el Monumento al trabajador en Paseo Colón al 800 que sería al mediodía, la confluencia de la Avenida Independencia con la calle Defensa, pasadas las 10 de la mañana, hacía más difícil el paso . El paisaje se pintó de todos los colores y banderas.
Exactamente en esa esquina estaban los manifestantes de la CGT, que pusieron una pantalla grande y unos parlantes imponentes para pasar clásicos infaltables del rock nacional (“Arde la Ciudad”), como también otros temas nuevos (el “Indio” Solari colaborando con Wos, una nueva marca registrada en los actos).
La central obrera iría a la cabeza de la marcha. Una de sus ingeniosas banderas lo “sacudía” al millonario oficialista dueño de Mercado Libre, Marcos Galperin, a quien le adjudicaban ser un “planero del Estado”. “El que no salta votó a Milei” y “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”, se escuchaban de fondo.
A sus costados, los trabajadores de Télam juntaban firmas contra el cierre de la agencia estatal de noticias. Dos trabajadores de La Fraternidad se abrazaban y sonrían; los de Luz y fuerza Rosario nos escatimaban con las bengalas y la pirotecnia. Parecía Año Nuevo. Hoy también era una jornada de fiesta por más que haya mucha bronca acumulada.
Fueron más de cinco cuadras atestadas de trabajadores reivindicando su día: UDOCBA, sindicato del calzado, Judiciales Bonaerenses, UTEDYC, SATSAID, Pasteleros. “Los derechos no se negocian”, señalan desde el gremio de trabajadores de la Educación Privada SADOP. Siguiendo a la altura de Independencia y Perú, trabajadores de Balizamiento y Dragado, la Federación Marítima y Portuaria de la Industria Naval, con un cartel en el que planteaban que hay que evitar “el naufragio” al que nos lleva el Gobierno de Milei.
Pegados a los metalúrgicos de SMATA, se concentraba unos de los gremios más buscados: el de los camioneros. Su titular e integrante del triunvirato cegetista, Pablo Moyano, rodeado de gente de seguridad del sindicato que no bajaba del metro noventa y los 100 kilos, se fundía en abrazos con sus compañeros que coreaban su nombre. Cuando decidió atender a la prensa, el tumulto y los apretujones se hicieron sentir.
“Hoy estamos rechazando la entrega que se ha realizado ayer en el Congreso de la Nación, por eso no solo la movilización de hoy, sino también el paro general del 9 de mayo, para pedirles y exigirles a los gobernadores que rechacen la ley Ómnibus que se ha votado ayer”, señaló el hijo de Hugo.
“Es una ley que entrega los derechos de los trabajadores a través de la reforma laboral, donde nuevamente vuelven a pagar ganancias, donde se habilita al presidente un año de facultades, que puede llegar a ser cualquier cosa. Vendiendo los recursos del Estado, privatizando las empresas del Estado y sumado a la recesión, a la inflación y los despidos, creo que hay motivos suficientes para que el paro general sea histórico”, añadió.
A continuación, comenzó la “misa camionera”, en la que el orador denunciaba que el Gobierno nacional quiere a los trabajadores “como esclavos”. “Te pedimos que les des el castigo necesario a los que hacen la maldad contra los trabajadores”, seguía. Y afirmaba a sus “fieles” del gremio que ellos darían batalla “con el arma de la palabra, la lucha y la victoria en las calles”. Todos, incluido Moyano, alzaban sus manos.
A unos metros, se preparaba con su megáfono la “Evita” de la Avenida Independencia, que desde su balcón entonaba unas canciones y recitaba poemas justicialistas, mientras ofrecía a los manifestantes llenar sus ternos con agua caliente. “Esta es una casa peronista”, repetía.
Más allá del clima por momentos festivo, siempre se vuelve el drama de la recesión, de la debacle económica y el miedo a perder el trabajo. Eso lo pone de relieve Edison (42 años), trabajador hace cinco años en el área de Infraestructura de Trenes Argentinos, donde se preparan unas 6 mil cesantías.
“Se logró reincorporar a algunos compañeros pero no fueron todos. La mayoría somos profesionales que estamos hace años. Esto se hizo a dedo. Quieren hacer como dice Milei, privatizar y cerrar todo. Se vuelve a los `90. Estamos tratando de poner el pecho y hacerle frente, siempre trabajando, como nos enseñaron nuestros viejos. En otros sectores de la empresa ya tienen la carta de despido y no hay vuelta atrás. Es triste porque hay muchas familias afectadas y se vuelve a desmantelar todo”, afirmó.
La obra pública es otra de las áreas heridas de muerte por la gestión “libertaria”. En Vialidad nacional se viven momentos de zozobra y desconcierto. Así lo cuenta Marcelo.
“Por la política de llevar a cero la obra pública, nos dejaron sin trabajo. Somos 200 compañeros. Soy papá de cuatro hijos y hace veinte años que estoy en la repartición, siempre laburé en esta área y hoy me encuentro sin funciones. No tenemos expectativa de nada, no va a haber ni siquiera obra de los privados, de nada. Somos los encargados de mantener las rutas nacionales, nuestra misión era salvar vidas, que hoy vuelven a estar en riesgo. La gente se va a morir en la ruta, esto es lo más peligroso”, sostuvo.
Llegó el mediodía y las columnas comenzaron a marchar hacia el Monumento al Trabajo en Paseo Colón. Durante la caminata se entrelazaban representantes de La Bancaria con los de Maestranza de la Escuela Técnica. “Paro, paro, paro, paro general”, gritaban desde el Sindicato Único de Trabajadores del Neumático Argentino (SUTNA), conducido por la izquierda. “A la ley del Peluca, la vamo´ a voltear con piquetes y con huelga general”, seguían.
A doscientos metros del nuevo epicentro de la protesta, de donde la gente comenzaba a retirarse, un grupo de albañiles que realizan tareas de obra pública para el Gobierno de la Ciudad, hacían un asadito para festejar la jornada. “Feliz día”, le decía uno de ellos a este cronista antes de sacarle una foto al manjar para presumirlo a sus compañeros.