El verdadero país de Milei: “hoy en día comer verduras y carne es un lujo”
Cientos de personas se agolparon frente al Congreso para retirar alguna de las 30 mil raciones de verduras distribuidas por la UTT. La dificultad para subsistir que golpea a millones de argentinos, en los testimonios de quienes acudieron a la ayuda solidaria de los trabajadores de la tierra.
La realidad del pueblo argentino dista muchísimo del clima de festejo que el presidente Javier Milei y los suyos pretenden día a día instalar en medios de comunicación y redes sociales. El verdurazo solidario organizado por la Unión de Trabajadores de la Tierra este miércoles frente al Congreso de la Nación expuso a las claras las profundas necesidades alimentarias de buena parte de la sociedad, con cientos de personas que acercaron para llevarse algo de lo que no pueden comprar en supermercados o verdulerías. En el país “granero del mundo”, comer está cada vez más cerca de ser un privilegio que de ser un derecho para todos.
Pasadas las 11 de la mañana y con todo dispuesto, se generaron algunas fricciones con las fuerzas de seguridad que intentaron impedir que se lleve a cabo la actividad. Funcionarios de Espacios Públicos de la CABA discutían con agentes de tránsito y miembros de la Policía de la Ciudad sobre cómo actuar frente a una convocatoria que “no tenía permiso” para desarrollarse. “No necesitamos el permiso de nadie para compartir el fruto de nuestro trabajo con los vecinos que están pasando hambre” respondían de la UTT, mientras descargaban cajones de verduras de un camión y una combi estacionadas en una calle interna de la Plaza de los dos Congresos.
Rápidamente vecinos y vecinas comenzaron a acercarse a la zona, que de pronto se convirtió en una feria o un pasillo del Mercado Central. “Lechuga, tomate, apio” se escuchaban los gritos de productoras y productores que llegaron a la Capital desde el cordón frutihortícola La Plata y otros distritos de la Provincia con sus productos para repartir. La gente se agolpaba sobre los cajones desplegados en el suelo de la plaza, llenando sus bolsas y valijas con lo que sea que pudieran agarrar.
Alicia tiene 80 años y está próxima a cumplir 81. Arrastrando una valija tipo carrito en la que llevaba acelga, apio, albahaca y cilantro, le contó a Diagonales que apoya a la UTT “porque ellos piden tierra para trabajar, nada más que eso”. Alicia es jubilada y está en juicio con su prepaga. “Antes era el 20% de mi jubilación, ahora el 53%, ¿cómo pretenden que la pague? ¿con qué vivo?” se descarga angustiada.
Consultada sobre cómo ve el país y qué piensa del futuro, Alicia no titubea: “Tienen una crueldad muy grande. La verdad que me encantaría entender, porque lo he visto en la televisión, a la gente que tiene esperanza. Quisiera que me expliquen cómo hacen para tener esperanza cuando echan gente y se ríen, es la primera vez en la vida que hay un gobernante que nos trata así”.
Basta caminar unos pasos en la escena para que los testimonios florezcan. Los vecinos y vecinas quieren hablar, no le escapan a las preguntas, necesitan descargar la angustia de la situación indigna de que el sueldo o la jubilación no alcance ni siquiera para comprar lo necesario para comer todos los días.
Edith se arrimó al Congreso desde el Bajo Flores, y cuenta “escuché la noticia y vine corriendo porque la economía no da para comprar ni una lechuga ni tomate”. Su bolsa explotada lleva una carga que ella estima a ojo al menos en unos diez mil pesos. “Estamos en una crisis terrible, no se puede comprar, y la gente está con hambre, haciendo malabares, reduciendo lo que antes comíamos y ahora no se puede” relata, y fustiga al Gobierno ante la pregunta sobre si ve posible que la situación económica mejore: “Qué se va a mejorar, si Milei nos ha metido en una crisis terrible, se viene la noche. Está entregando Argentina a EEUU y los europeos, estamos en las manos de ellos”.
Mientras conversa con Diagonales, Edith recibe un par de berenjenas de la mano de una compañera circunstancial que conoció hace apenas unos minutos en la tarea mutua de hacerse del mayor número posible de verduras antes que se acaben. La compañera se llama Nieves y llegó desde Retiro. Su descripción de la actualidad hiela la sangre: “Hoy en día comer verduras y carne es un lujo, hay que comer harinas, fideos arroz, así nos terminamos enfermando, no se puede. Doy gracias a esta organización que han traído estas verduritas, lechuga, apio morrón. Hace dos meses que no como verdura porque está carísima, ¿quién puede pagar? No se puede”.
La Unión de Trabajadores de la Tierra llevó 30 mil raciones de verduras para repartir entre quienes se acercaran, producidas mayormente en la zona del cordón frutihortícola platense. No es la primera vez que la organización encabeza una actividad así, pero esta vez el contexto es distinto y así lo explica a Diagonales Nahuel Levaggi, coordinador nacional de la UTT: “Estamos realizando este verdurazo solidario, mostrando la situación acuciante de nuestro sector con la devaluación, los tarifazos, emergencias climáticas que no son atendidas, y nuestra medida de lucha es solidarizarnos con el resto de los trabajadores, comedores comunitarios, las juntas internas de despedidos”. De la actividad participaron comedores de La Poderosa, así como también trabajadores de ATE y Télam despedidos por el Gobierno de Milei.
“Nosotros entendemos el alimento como un derecho, mientras que este Gobierno entiende todo como una mercancía y no garantiza el derecho ni con los precios, ni asistiendo a comedores, ni con las políticas públicas que necesitan los sectores que producen los alimentos. Tenemos el hambre aumentando en los barrios, a los pequeños productores se nos hace cada vez más difícil producir porque el Estado se retiró de cualquier asistencia frente a las emergencias climáticas, y frente a eso nosotros no nos quedamos en nuestra casa sino que realizamos una acción solidaria en la calle como este verdurazo” completa el referente de los productores.
Levaggi agrega que para él “la situación empeora cada vez más, cada vez es más difícil parar la olla, aumentan los costos de vida para el pueblo”, y explica uno de los objetivos centrales de la actividad, ante la permanente campaña de estigmatización que sufren los movimientos sociales y de trabajadores hoy en día: “lo que queremos es tener un fuerte diálogo con la sociedad para que no se tiene que dejar llevar por las mentiras y los relatos que se construyen en las redes sociales, hay que mirar las calles, el futuro de nuestros hijos y ahí darnos cuenta que este no es el camino”.
Los minutos pasan y la verdura sigue bajando en cajones del camión de la UTT, como si se tratara de una fuente de alivio casi infinita para los pesares de los sectores más desprotegidos de la sociedad. La gente va y viene entre los distintos puntos de acopio, sirviéndose de una buena variedad de verduras que para muchos de los presentes vale lo que un tesoro. La Policía mira desde un costado, incapaz de detener la situación pero labrando actas para multar a los productores que brindad una asistencia alimentaria que debiera ser responsabilidad del Gobierno.
“Todo lo que está acá lo producimos nosotros. Estamos ayudando a la gente necesitada y también nosotros necesitamos mucho más ahora que nos afectó el temporal. Una mano ayuda a otra mano” vocifera ante la pregunta de Diagonales una de las trabajadoras detrás de los cajones, mientras reparte lechugas a diestra y siniestra. La labor periodística se dificulta entre el ir y venir de los vecinos, que se cruzan por delante de cámaras y micrófonos sin reparar en nada más que hacerse de alguna verdura que aún no esté en su bolsa.
“Sufrimos dos temporales hace poco, se nos inundó nuestra plantación y no pudimos sacar la producción. ¿Por qué la lechuga vale tanto hoy? porque nuestros invernaderos se llenaron de agua” relata la productora de la UTT mientras prosigue con su tarea. “No tuvimos ninguna asistencia del Gobierno, ni siquiera fueron a limpiar las zanjas, todo lo tuvimos que hacer nosotros. Necesitamos que nos ayuden con la limpieza de las zanjas, que revean la suba de los insumos, pagamos alquileres muy caros, los nailon están muy caros, y a veces con lo que sacamos no alcanzamos a pagar los insumos. Todo lo que ustedes tienen en la verdulería es producto de los compañeros de la UTT” grita al final orgullosa, levantando un manojo de apio como si fuera la Copa del Mundo.
En la otra punta de la escena una mujer mayor mira atenta la aglomeración sobre otro de los vehículos con los que la UTT llegó al Congreso. Espera completar sus bolsas llenas con algo de lo que no estaba en los cajones del sector que ya recorrió. Particularmente le interesan las berenjenas, según conversa con otra mujer que va y viene. “Vengo porque no tengo plata para comprar verdura y con lo que me dan acá me alcanza para una semana” le dice a Diagonales la mujer, que se llama Isabel y está jubilada.
Sus haberes no le alcanzan, y cuenta que “todos los días tengo que salir a buscar trabajo porque no me alcanza. Se complica pagar la leche, el pan, olvidate de la verdura. Hay días que como y días que no, me ayudan mis vecinos. Hace dos meses que no puedo comprar mis medicamentos y tengo una enfermedad inmunológica”. Isabel votó a Milei y hoy revisa esa decisión. “Estoy decepcionada, pero bueno, es lo que se votó y voté. Espero que pueda revertirse el señor y le cambie un poco la cabeza. Creí que podía hacer otra cosa, yo quería un cambio, pero no este que no presta ninguna asistencia. Está encarando su gobierno solamente para los que tienen más plata” sentencia.
Cerca suyo dos mujeres de uniforme laboral también cargan bolsas repletas. No son las únicas personas que se observan en el lugar con ropa de trabajo, la crisis pega en todos los sectores. Ellas cuentan que su situación es “pésima, una desastre”, que alquilan y su sueldo nos les alcanza para comprar todo, lo que necesitan. “Gasto $60.000 mil por semana en supermercado y verdura no compro, así que imagínate. Ni verdura ni fruta, y lácteos menos, olvídate” describe una de ellas.
A pesar de su situación personal, las dos mujeres, que trabajan en el Ministerio Público Fiscal, bancan el rumbo actual del Gobierno de Milei. “Yo sí tengo esperanza de que vaya a cambiar y a mejorar la situación. En mi caso me afectaron mucho los ajustes pero creo que son necesarios” dice una de ellas. Diagonales pregunta si confían en el presidente, y la respuesta resulta descriptiva de lo que no pocos sienten hoy por hoy: “A veces sí o a veces no, tenemos miedo pero queremos confiar un poco”.
A unos metros de ellas Norma, de 57 años, cuenta que tuvo que recortar muchos de sus consumos y que “compro carne una vez cada 15 días para hacer un guiso, o algo así”. Norma trabaja de administrativa en un sanatorio, vive con su hijo, que la ayuda, trabaja y estudia pero le cuesta mucho porque el restaurant que lo emplea le paga poco. “No alcanza para llegar a fin de mes, aumentó el alquiler, la luz, así que estamos con lo justo. Por eso vine también, porque como mucha verdura y ahora no estoy comiendo porque no me da el presupuesto para comprar” agrega.
A pesar de su situación, Norma no pierde ni la solidaridad ni la alegría. “Con esto me alcanza para 15 días, voy a ver cómo hago para que no se me eche a perder y voy a compartirlo con algunas personas que no pudieron venir porque estaban trabajando, trataré de ponerlo en bolsitas para que me dure” dice entre sonrisas, y luego de expresar que no cree que la situación vaya a mejorar, describe la situación de millones de argentinos: “estamos remándola como podemos, con buena onda, porque sino es todo un lío”.
Las historias y testimonios se agolpan como las personas ante los cajones de verdura. La angustia, la frustración y la bronca conviven con la resistencia de la alegría, algunos resabios de esperanza y una solidaridad que históricamente marcó al pueblo argentino. La crisis golpea impiadosa a una sociedad que hace años ansía un respiro, un descanso, la simpleza de vivir bien. Imágenes y sensaciones que se multiplican por estos días, y que probablemente continúen los años que dure el país de Milei, en el que comer verduras y carne es un privilegio y un lujo.