La derrota inevitable en la elección imposible
En Unión por la Patria no alcanzaron los esfuerzos. Tampoco una campaña profesional y sin fisuras. La situación económica, el desgaste post pandemia y la unificación del voto anti peronista marcaron una diferencia inapelable a favor de una nueva mayoría del país.
No alcanzó. La campaña sin fisuras, el alineamiento de todas las estructuras locales, el apoyo de sectores de la política no peronistas que buscaron evitar una presidencia de Javier Milei, el empuje de sectores de la sociedad que fueron desde la Sociedad Rural, cámaras industriales, hasta las swifties y los clubes de fútbol. El discurso por la preservación de la democracia y un freno a la violencia y el autoritarismo que Milei expresó en reiteradas ocasiones. Todo eso no logró impedir que que La Libertad Avanza se impusiera en forma categórica en el balotaje de este domingo y que Javier Milei se convirtiera en el nuevo presidente argentino.
Justamente, la cantidad de gobernadores, intendentes, referentes políticos y sociales que expresaron, por la positiva o por el rechazo a Milei, su apoyo a Unión por la Patria, no hacen más que poner en dimensión la enorme victoria del candidato libertario. Una importante mayoría social se inclinó por la opción opositora al Gobierno, que cargó con una situación económica que hacía imposible desde la lógica pensar en una victoria electoral. Así y todo, el profesionalismo de la campaña y el ímpetu del candidato oficialista, el compromiso de las estructuras locales, y una micro militancia que se extendió por todo el país y una multiplicidad de sectores que hizo rememorar al escenario 2015, llevaron la expectativa y la esperanza peronista hasta el último minuto posible.
Pero no fue suficiente. Tal como en el 2015, la diferencia a favor de UP en la provincia de Buenos Aires, el gran bastión del peronismo desde donde debía emerger una diferencia que compensara el resto de los distritos más populosos del país, no fue la necesaria. Los puntos obtenidos en el principal distrito electoral del país, una diferencia sustancialmente superior a los 2 puntos que le sacó Scioli a Macri en 2015, quedaron muy por debajo de ola de votos libertarios que arrasó esta vez no solamente en la franja centro del país, sino también en provincias de la Patagonia y el Norte argentino.
Milei ganó en 21 provincias del país, muchas de ellas gobernadas por el peronismo y con resultados favorables a UP en las generales. La expresión de esa mayoría opositora al gobierno pareciera una ola imposible de ser frenada, independientemente del candidato o la campaña realizada. El peso de la inflación, la durísima situación económica, el arrastre de la pandemia y las internas de gobierno del FdT constituyeron una mayoría opositora que Milei potenció con su irrupción como novedad, y Macri y Bullrich supieron fortalecer con su jugada tras las generales para llevar por primera vez a un bloque de ultraderecha al Sillón de Rivadavia por la vía democrática.
En el búnker de UP la jornada arrancó tensa pero con un cierto aire de confianza. El mismo sentimiento que se extendía en la militancia y muchos otros sectores a lo largo y ancho del país: esa sensación de que el triunfo era posible y hasta esperable luego de todos los apoyos recibidos, pero al mismo tiempo parecía un imposible ante la debacle económica que vive el país en la gestión del ministro candidato.
A medida que pasaban las horas, la tensión empezó a escalar con números que llegaban extraoficialmente y no eran alentadores. Una vez cerrados los comicios, desde el equipo de comunicación opositor se hablaba de entre 6 y 8 puntos a favor de Milei, y el ánimo en el búnker de UP no parecía indicar lo contrario. A las 18:30 salieron los primeros voceros, Juliana Di Tullio y Matías Lammens, y las caras dejaban entrever que la cosa venía complicada.
Un rato después fue el turno de Cecilia Moreau y Héctor Dáer, quien habló por primera vez de “reconocer los resultados con responsabilidad”. Se olía en el aire que los rumores de una apabullante victoria de Milei podían concretarse un rato más tarde. Los últimos voceros en dar la cara fueron Paula Penacca y Jaime Perczyk, pero el ánimo no cambiaba.
Poco después de las 19:30 la sensación ya era de un resultado irreversible. Los números de las mesas de la provincia de Buenos Aires que se compartían entre los periodistas en la carpa de prensa mostraban lo que se vería más tarde: una diferencia exigua que no compensaría el aluvión libertario en distritos como Córdoba, Mendoza o Santa Fe. Lo que a esa altura no se sabía era que la ola arrasaría también en provincias como Catamarca, La Rioja, Salta, Tucumán, que habían sido claves en la recuperación de la primera vuelta.
Unión por la Patria apenas se impuso en las provincias de Buenos Aires, Formosa y Santiago del Estero. El resto del país fue un aluvión violeta que hizo sentir el descontento de la sociedad con la situación económica que vive el país. Quedarán para horas posteriores los análisis sobre los errores del Gobierno que llevaron al peronismo a esta situación, y la pregunta latente por el impacto definitivo de la gestión de la pandemia, en la cual la protección de la población puso al Estado en un rol antipático y que abrió la puerta a expresiones rupturistas con lo público como la encabezada por Milei.
A las 20, Massa habló ante la golpeada militancia que poblaba el centro cultural C. El candidato de UP agradeció por la campaña, insistió en su postura de generar acuerdos como la manera de encarar la crisis, habló de dar paso a las nuevas generaciones en la política y anunció un “cambio de etapa” en su vida. En sus palabras sonaba la desazón de un peronismo desorientado que deberá reacomodarse ante un escenario inédito.
La transición, tal como anunció Massa, comienza mañana. La dirigencia política que logró constituir una nueva mayoría a partir de sus posicionamientos rupturistas y muchas veces violentos para con el Gobierno y quienes lo apoyaban, enfrentará ahora el enorme desafío de traducir la esperanza que la sociedad depositó en ellos en un funcionamiento de lo social que consiga las respuestas que el sistema tal cual lo conocemos en la actualidad no otorga hace al menos ocho años.
Massa dejó con sus palabras una clave en ese sentido: “lo mejor que puedo dejarles hoy es el funcionamiento de nuestro sistema democrático”. Que las diferencias propias de toda sociedad, y las que surgirán si el nuevo presidente arremete con las reformas estructurales que prometió en campaña, se tramiten sin violencia y en el marco de la democracia, es el nuevo desafío que los resultados electorales plantean a toda la sociedad. Empieza un nuevo país, que deberá ser democrático, pacífico e inclusivo. Sino, las nuevas promesas volverán a caer en saco roto y la insatisfacción social continuará marcando el pulso de la política argentina. Desde este lunes comenzará a trazarse esa respuesta a la gran pregunta con la que buena parte del país se irá a dormir este domingo, tras una nueva elección histórica, a 40 años de la recuperación de una democracia que no debería entrar en riesgo nunca más.