Estar lejos de la patria no debe ser algo fácil en ningún momento, pero mucho menos en tiempos donde el pueblo propio sufre y urge la necesidad de sentirse parte de una resistencia, de un cambio en proceso. Para la comunidad brasileña en Argentina, la más grande en toda Sudamérica, se viven horas decisivas. Desde el impeachment a Dilma Rousseff en 2016,el progresismo brasileño tuvo que soportar duros golpes como el encarcelamiento y la proscripción de Lula, el asesinato de la militante popular Mareille Franco y la llegada al poder de Jair Bolsonaro, con el importante retroceso en materia cultural y de derechos que ello significó. Este domingo la moneda de la historia volverá a estar en el aire y el pueblo brasileño espera con ansias volver a la vida que les fue arrebatada.

Priscila Oliveira tiene 30 años, es historiadora, de Río de Janeiro y desde el 2020 vive en Argentina donde trabaja como becaria del CONICET. “Siento que la sociedad argentina recibe a los migrantes muy bien, casi naturalmente” cuenta a Diagonales antes de narrar el drama de estos últimos años de su país natal. “Los años bajo el gobierno Bolsonaro fueron terribles para el Brasil: el desmonte de las políticas de inclusión social que empezó en el gobierno Temer no solo siguió como agenda sino que se intensificó. Era como si por todos los lados que se mirara, en todos los niveles, hubiera destrucción: en educación, economía, salud pública, políticas de vivienda, etc.” describe.

Foto: Télam

Desde lejos, a pesar de estar cerca, la experiencia de ver el deterioro de la vida de sus compatriotas fue para Priscila “algo agobiante”. “Todos los días había algo nuevo, un nuevo escándalo, un nuevo retroceso, un nuevo absurdo más terrible que el absurdo de ayer. Y volver a Brasil me mostraba que toda la destrucción promovida por Bolsonaro tenía resultados muy inmediatos: se notaba que había cada vez más gente en las calles, cada vez más violencia urbana, los precios de alimentos cada vez más altos, etc. La destrucción se hacía ver de manera muy gráfica en la realidad cotidiana” relata.

Los testimonios se repiten ante la consulta sobre cómo se sintieron los últimos años del Brasil desde Argentina. “Desde acá fue complicado mirar a Brasil pasando por tanto, es como mirar a un antiguo amigo sufrir y no poder hacer nada para ayudarlo” le dice a Diagonales Luciana Salvino Leite, de 46 años y oriunda de Brasilia. Hace cuatro años está en Argentina, por lo que vivió todo el gobierno de Bolsonaro desde acá. Califica el proceso como “lamentable, una tragedia anunciada.  Desde el principio difundió el odio y la falta de empatía por la gente. El pueblo, que antes tenía que comer ya no tiene más. Bolsonaro ha hecho un gobierno para los ricos y hoy el pueblo no puede más comprar la comida que antes se compraba”. Su descripción de la crisis en el país vecino tiene puntos de contacto con la realidad argentina, “un sueldo mínimo mensual ya no sirve para casi nada”, pero resalta también la destrucción de la salud pública, el desmonte del Amazonas y los incendios forestales y avasallamiento de los pueblos originarios.

Para Renata Codas, militante del núcleo del PT en Argentina, también fue “muy difícil estar fuera del país y ver el desarmado de la estructura de derechos que teníamos, el golpe a Dilma, los discursos de odio de los diputados. Duele por nosotros, por el país que construimos”. Renata explica hay distintos motivos para venirse a la Argentina, por necesidad, por deseo, pero que “para los que estamos acá es muy duro sentir que no podés actuar directamente allá, o resolver los problemas, aunque luego vemos que tampoco los que están allá a veces tampoco pueden hacer mucho más” narra describiendo el clima que tuvo que atravesar la militancia popular tanto dentro como fuera del país.

UNA ELECCIÓN DETERMINANTE

Un informe reciente del politólogo y Doctor en Ciencias Sociales de CELAG, Amílcar Salas Oroño, permite tomar dimensión de lo que se juega para Brasil y el continente. Brasil tiene una población aproximada de 212 millones de personas y un padrón de 156 millones de electores habilitados para este turno electoral. Desde los comicios del 2018, el padrón creció en unos 9,1 millones, de los cuales 2,1 millones son jóvenes de entre 16 y 17 años que se inscribieron voluntariamente para votar.  Habrá 11 candidaturas presidenciales, y también se elegirán los gobernadores de los 27 estados y sus Asambleas Legislativas, la renovación completa de la Cámara de Diputados y un tercio de la Cámara de Senadores.

Un dato de la principal encuestadora del país, Datafolha, refleja que en 2018 un 12% del electorado decidió su voto un día antes de la elección, y que en este 2022 el 80% ya tendría su voto definido. Por ello, la gran apuesta del PT para alcanzar el 50% que necesita para ganar en primera vuelta es captar un voto útil que baje entre un 2% y un 4% las intenciones de voto de Ciro Gomes y Simone Tebet, tercer y cuarta candidata en las encuestas. Sin embargo, el clima de violencia política reinante,  que llegó hasta asesinatos de militantes del PT, se refleja en que un porcentaje importante del electorado manifiesta tener miedo de decir por quién votará. Entre los electores de Lula ese porcentaje llega al 61%.

La última encuesta de Datafolha ubicó la intención de voto a Lula en el 47%, la de Bolsonaro en 33%, Gomes en 7% y Tebet en 5%. Traducido al voto válido, Lula estaría en 50% y Bolsonaro en 35%, por lo cual el PT está cerca de evitar el balotaje. En caso que hubiera segunda vuelta, la encuesta ubica a Lula en el 54% y a Bolsonaro en 38%.

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El actual Presidente brasileño cosecha un rechazo del 53%, que asciende al 56% entre las mujeres y al 62% entre los jóvenes. Lula, por su parte, tiene un rechazo del 38%, pero se hace fuerte en los sectores más empobrecidos del Brasil, donde el rechazo a Bolsonaro llega al 59% y la distancia con Lula alcanza un 33%. Por su parte, el fuerte del actual Presidente está entre los evangélicos y las regiones del agronegocio. En el Centro-Oeste del país, Bolsonaro creció un 10% desde principios de año y su imagen llega al 47%, 17 puntos por encima de Lula, aunque esa es la región menos populosa del país, concentrando sólo el 7,5% del padrón. En cuanto a los evangélicos el crecimiento de Bolsonaro pasó de una diferencia de menos del 10% con Lula a principios de año a un 23% en la actualidad (50% Bolsonaro vs. 28% Lula). “Tener la mitad del voto evangélico, siendo que el 27 % del país se reconoce en esa religión, no es un dato menor, aunque claramente no es definitorio” afirma Salas Oroño en el informe de CELAG.

El politólogo describe un cuadro de alta fragmentación política en el Congreso Nacional, que en su mirada se agudizará tras la elección del domingo. Un 87% de los 513 diputados de presentan para su reelección, y según Salas Oroño algunos de los partidos tradicionales como el MDB o el PSDB han perdido espacio frente a sectores bolsonaristas, por lo que “habrá un bolsonarismo parlamentario en un cuadro de alta dispersión: ninguno de los 27 partidos que hoy tienen representación en la Cámara llega hoy a 1/5 del total, y es muy probable que el próximo domingo se repita”. Las estimaciones son similares para las gobernaciones: actualmente 12 partidos diferentes gobiernan los 27 Estados, pero ninguno controla más de 4. Salga como salga, la elección del domingo dejará un Brasil muy marcado por la disputa política en todos los niveles.

LA ESPERANZA DESDE ARGENTINA

“Mi experiencia en vivir acá siempre fue muy positiva desde los primeros días, hice amistades que hoy llevo para mi vida y en mi corazón” cuenta Luciana y sus palabras replican el sentir de muchos brasileños y brasileñas que sienten el abrazo argentino. “Existe un diálogo muy interesante entre la comunidad brasileña organizada y la comunidad argentina, que siempre adhirió mucho a nuestras pautas, nuestros pedidos de ayuda, a los actos chiquitos que hacíamos. Siempre nos apoyaron muchísimo, en distintos aspectos, y ahora también sentimos el apoyo internacional para esta elección” se suma Renata Codas.

Hoy viven en Argentina unos 82.000 brasileños de entre los cuales unos 12.000 están habilitados para votar, constituyendo el electorado más robusto en toda Sudamérica por fuera de Brasil. El Núcleo del PT Argentina viene trabajando duro desde principios de año en la pre campaña y la campaña, logrando incrementar en un 78% el padrón habilitado para votar desde las últimas elecciones a éstas. Para los brasileños y brasileñas residentes en Argentina y comprometidos con el retorno de Lula, las que siguen son horas en las que esperan que el esfuerzo de meses se traduzca en esperanza.

“Lula significa para el pueblo brasileño un período en que la gente de las clases medias y bajas pudieron acceder a cosas que antes no eran accesibles. Hablo de bienes materiales que fueron popularizados, pero sobre todo de derechos: por ejemplo, las políticas de cupos raciales y para personas de bajos recursos, que permitieron la entrada de millones jóvenes a la universidad, muchos de ellos siendo los primeros de su familia a alcanzar un grado universitario, que convirtió la universidad pública en un espacio más democrático y diverso. Yo podría enumerar más cosas, pero en resumen: Lula significa la esperanza de volver a acceder a derechos básicos tales como educación, alimentación, trabajo y vivienda” explica Priscila Oliveira. “Lula es esperanza, el sentimiento de mirar al futuro con la seguridad de alguien que sabés lo que va a hacer por lo que ya hizo” agrega Luciana Salvino Leite.

El jueves por la noche el Núcleo del PT Argentina organizó un evento para mirar en conjunto el último debate antes de las elecciones, que se caracterizó por los picantes cruces entre Lula y Bolsonaro. Unas 50 personas se juntaron en el club Malvinas Argentinas de Parque Chacabuco, “gente de distintas décadas de inmigración, con 10, 20 o 30 años en el país, la mayoría no eran militantes del PT, vinieron con su familia” relata Renata. El debate duró más de tres horas y juntarse a verlo ayudó: “fue muy largo, pero la idea de verlo todos juntos fue también para cuidarnos los nervios, que están muy a flor de piel, todo muy jugado, muy al límite, entonces verlo juntos tuvo esa cosa de contención, de compartir emociones” explica la militante del PT.

Hubo risas y diversión alrededor de los chistes y las chicanas con las que el ex presidente convidó a sus adversarios, pero también “tristeza en ver candidatos gritando descontrolados como Bolsonaro, un cura que surgió y que nadie conocía que solo generaba ruido en el debate, figuras que complican el debate de ideas”. Más allá de eso, la concurrencia terminó la noche satisfecha y contenta con el desempeño del candidato del PT: “volvió el Lula que queríamos, pícaro, defendiéndose pero también provocando, así que salimos contentos” expresa Renata.

El reloj entró en tiempo de descuento y ya no quedan instancias intermedias. En dos días el principal país de la región y principal socio comercial de la Argentina puede volver a alinearse políticamente con los gobiernos progresistas del continente, algo que para la crisis que atraviesa el peronismo puede resultar un factor determinante. Pero los brasileños y brasileñas en Argentina no descansarán. Su desafío es llegar a los 13.000 electores para ayudar a inclinar la balanza en la que estarán puestos los ojos de todo el continente.

“Es difícil decir qué Brasil se viene porque este Brasil no es el mismo del 2002. Las cuestiones son otras, los desafíos y la sociedad son distintos de lo que eran. Y reconstruir el país va a ser un desafío” concluye Priscila Oliveira ante la pregunta sobre qué Brasil se viene, y hace eje en la cantidad de militares ocupando espacios institucionales y la fuerza que probablemente mantenga el bolsonarismo en el Congreso. Esa mirada se complementa con la de Luciana Salvino Leite, para terminar de pintar el mapa del domingo histórico que se viene: “espero un Brasil sin tanto bipartidarismo, con un poco más de paz, de descanso, de trabajo digno y comida en casa y educación para todos”.