El país entero vive una de sus horas más gloriosas y felices, a puro puño apretado y corazón abierto. Messi, Scaloni y los suyos le dieron al pueblo argentino la mayor alegría en décadas, y todavía no hay forma de procesar las millones de canciones, abrazos, bailes colectivos e imágenes soñadas que dejó el inolvidable e inigualable festejo en las calles de este domingo de gloria. Derecho a las mejores páginas de la historia nacional.

Lo que tendría que haber continuado como un festejo eterno, hasta bien entrado el lunes, hasta que llegaran los jugadores por la madrugada del martes, quedó trunco por la inexplicable decisión del Presidente de hacer como si hoy fuera un día normal, un lunes cualquiera en el que comienza una nueva semana de trabajo. Con un pueblo castigado por los pésimos resultados económicos de distintas gestiones durante años, con la necesidad popular de festejar todo lo que se pueda este momento histórico, resulta incomprensible que a Alberto Fernández le haya temblado el pulso en decretar un feriado por temor a las críticas mediáticas, que de todas maneras tendrá.

Lo hizo frente a un hecho traumático como el intento de asesinato contra CFK, no lo hizo en el momento más feliz que la sociedad argentina vivió y vivirá en muchos años. Quizás ya estemos a la altura de decir que es mucho pedir al menos algo de criterio a la cabeza de este Ejecutivo, y ya no sorprende que tome sus decisiones pensando más en una prensa a la que nunca logró conducir ni condicionar que en el sentimiento del pueblo al que representa.

Pero todavía Alberto Fernández puede cometer un error aún más trágico. Todavía hay algo que sería peor. Que Lionel Messi no levante la copa del mundo en el balcón de la Rosada como lo hizo Diego Maradona en el 86, que la selección no pueda ofrendarle el máximo trofeo a su pueblo en el corazón del país, como es la Plaza de Mayo, para que ese pueblo pueda devolverle todo el amor y el orgullo que siente por ellos, sería una de las peores manchas de un Gobierno que será más recordado por sus errores que por sus aciertos.

Las gestiones están en curso pero aún no hay certezas. Tras el triunfo en el Maracaná, el Gobierno no pudo lograr una foto con los jugadores y la copa, ni tampoco se organizó el festejo que requería un título tan importante luego de tantos años de sequía. Si los jugadores no quisieron darle esa foto al Gobierno, o si las gestiones del oficialismo fracasaron por no poder proponer una opción que convenciera, será materia de especulación y charlas de café por años. Lo concreto es que la oportunidad estuvo y se perdió.

Ahora, la Argentina tiene en sus manos la oportunidad de un momento único, histórico e irrepetible. Que el pueblo pueda ver al mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, heredero del otro mejor jugador de fútbol de todos los tiempos que también salió de estas tierras, levantar la copa en el lugar más emblemático del país, es una posibilidad para ser tomada como lo que es: algo trascendente a cualquier diferencia, grieta o distancia que pueda existir entre los de acá. Los jugadores y el cuerpo técnico ya saldaron esa cuestión y tendieron todos los puentes en una sociedad especialista en dividirse. Ahora le toca a la política encontrar la grandeza para que eso quede inmortalizado en la imagen de Messi levantando la copa en la Rosada de cara a su pueblo.

Uno de los encargados de las gestiones es el gerente de Asuntos Institucionales y Públicos de YPF, el camporista Santiago Carreras. Por las sucesivas campañas de la petrolera nacional con la selección e incluso con Messi, Carreras tiene una llegada al “Chiqui” Tapia y los referentes de la AFA que puede ser determinante. La organización de Máximo Kirchner podría incluso organizar el operativo logístico para recibir a la scaloneta, y las versiones que circulan hablan de la posibilidad de instalar un gran palco en el obelisco o en Plaza de Mayo.

Los anteriores campeones del mundo tuvieron, por convicción o por obligación, sus fotos y actos institucionales con los Gobierno de turno. La selección de 1978, luego de ser campeona, vistió la residencia presidencial de Olivos al día siguiente y tuvo que soportar un nefasto discurso de Videla, que los puso como ejemplos de firmeza. La historia con la selección del 86 y Maradona es conocida. Tal vez una de las imágenes más icónicas de la Argentina sea la de Diego levantando la copa del mundo en la Rosada con Bilardo, copa que antes compartió con el entonces Presidente Raúl Alfonsín. Quienes tuvieron el privilegio de estar en esa Plaza de Mayo seguramente recordarán ese momento por siempre. Quienes lo vimos en imágenes y videos también.

Incluso los gobiernos de los años en que la selección salió subcampeona tuvieron sus fotos y festejos. Carlos Menem llevó a la Argentina de Maradona y Bilardo finalista del 90 al balcón de la Rosada, sobre una marea de argentinos y argentinas que festejaron ese día en Plaza de Mayo. Más cerca en el tiempo, CFK recibió a la selección subcampeona en Brasil, en un evento que tuvo palabras no solo de la actual Vicepresidenta sino también de Messi y Alejandro Sabella, DT que luego recibió también un emotivo reconocimiento en el Congreso.

Es así que esta selección campeona del mundo debería ser acompañada por la grandeza en las decisiones de todos los actores implicados, para que todos los argentinos y argentinas tengamos para siempre la imagen más maravillosa y que merecemos: nuestro capitán levantando la copa del mundo frente a su pueblo, desde ese balcón mítico que vivió tantos momentos así de trascendentales para nuestra historia. Muchos tendrán su cuota de responsabilidad en que ese momento único sea posible, pero mucho más y sin dudas, el Presidente Alberto Fernández. Tal vez uno de los penales más importantes que podrá patear en su gestión, habrá que ver si da la talla.