Por primera vez en mucho tiempo, a la sede de Parque Patricios del Gobierno porteño llegaron encuestas que marcan un estancamiento de la imagen de Rodríguez Larreta, con una leve tendencia a la baja. Septiembre fue un mes complejo: empezó con el intento de magnicidio contra CFK luego del episodio represivo de las vallas en Recoleta y concluyó con la toma de escuelas secundarias. En el medio, una escalada del conflicto social, con acampe piquetero en la 9 de julio, la emergencia del sindicalismo combativo y el fogueo de un sector del Pro, encabezado por Patricia Bullrich, de un conflicto marginal en el sur por territorios en disputa. Un corrimiento indeseado de la agenda que lo obliga a tomar posiciones más duras, un tanto lejos de la gestión y el centro político, sus dos atributos principales. “No está nada cómodo”, resumía una fuente de su entorno a Diagonales.

Si bien la leve baja de imagen es tomada como “coyuntural”, la preocupación de la hora para el candidato presidencial más fuerte del Pro pasa por que su tendencia a quedar “en el medio de las puteadas” se transforme en una constante a medida que se profundicen los conflictos y los problemas, precisamente, de gestión. “Si le cortan la calle y no reprime, lo putean, y si reprime, también”, explicaban.

La interna que atraviesa el Pro, que se trasladó con fuerza a la provincia de Buenos Aires, tampoco ayuda. Incluso hay voces dentro del partido que se animan a poner en cuestión la candidatura a gobernador de Diego Santilli, ganador hace apenas un año, a quien se quiere sacrificar en pos de un acuerdo macro que incluye a Bullrich en su lugar, como prenda de paz. Pero Patricia no sólo no se baja, sino que aprovecha la incomodidad del jefe de Gobierno y profundiza cada vez más su perfil antisistema y de ultraderecha, apoyada en una coyuntura que la favorece.

Mauricio Macri, que mira desde arriba, aprovechó los titubeos de Rodríguez Larreta para volver a posicionarse estas semanas como “el gran elector” del Pro, haciendo gala de su núcleo duro de votos, indispensables para cualquier candidato que ose competir el año que viene dentro del espacio. El ex presidente es el único que podría forzar a Patricia a un acuerdo, pero por ahora deja jugar y también saca provecho.

Este viernes, Macri publicó una carta en sus redes sociales, de título “Un país por fuera de la ley”, centrada en la conflictividad social, en la que le pegó duro y parejo a todo lo que se movió en la calle. “La 9 de Julio tomada por un acampe, las fábricas de neumáticos paralizadas, seudo mapuches que incendian y usurpan propiedad privada y del Estado, dirigentes gremiales que entran a una planta para golpear a trabajadores y ejecutivos”, disparó. “¿Dónde está la ley?”, se preguntó.

Si quedaba alguna duda de que esa carta tenía más significado hacia dentro del espacio que hacia afuera, este sábado completó la faena y se paró como el gran elector, al asegurar 

en declaraciones a un medio español que quiere “estar seguro” de que quien encabece “garantice un cambio”. “Si uno garantiza el cambio y el otro no, yo voy a jugar”, amenazó.

Traducido: pide un candidato a su imagen y semejanza. Pero Rodríguez Larreta está lejos de darle el gusto, al menos por ahora.  

Incluso son varios los que ven que cuando lo intenta, fracasa, y eso explica también en parte el momento complejo que atraviesa. Para graficarlo, una fuente de Parque Patricios lo ponía así: “El riesgo para Horacio es que dé el golpe en la mesa como hacía De La Rúa y que después no pase nada”.

Siguiendo los pasos de su antiguo jefe político, Larreta también publicó su propia carta en las redes, casi parafraseando a Macri. Criticó las tomas en Mascardi, y llamó “extorsivos” a los trabajadores del neumático. Todo lo vinculó con la toma de las escuelas, y ahí es donde otra vez volvió a notarse su incomodidad.

Si, como dijo el jefe de gabinete de la Ciudad, Felipe Miguel, “el 98% de los alumnos de CABA asiste a clases normalmente”, ¿cuál era el sentido de escalar el conflicto? Es cierto que tuvo su resonancia en la agenda pública, pero en parte se debió a que lo que empezó en unos pocos establecimientos, con reclamos superpuestos de los estudiantes, terminó en una ola de tomas en solidaridad con la provocación de denunciar a los padres, con la Policía en la puerta de sus casas. Un gesto de autoritarismo exagerado que tampoco le calza y con el que además no está de acuerdo todo su gabinete, sobre todo luego de lo que sucedió con CFK.

Para colmo el tema terminó en ni fu ni fa: “fue más de lo mismo”, dijeron sobre las conclusiones del conflicto. Larreta, además, se quedó solo en esa discusión: la UCR, por caso, prefirió no meterse en el barro y aprovechó, a su vez, para disputarle la representación del centro. Este jueves hubo una foto entre Martín Lousteau y Facundo Manes, y ambos pidieron al unísono “salir de los extremos”.

En paralelo, en el Pro empiezan a ver que la distancia entre halcones y palomas no está tan clara “para la gente”, que se empieza a cansar de las internas en la oposición, y que pide orden, candidatos y discursos claros para “sacar al Gobierno”, porque en definitiva “son todos lo mismo”.

Mientras tanto, la idea que empezaba a cobrar fuerza en el comando de Parque Patricios es correr al Jefe de Gobierno de una exposición demasiado alta frente al clima enrarecido que vive la sociedad, y que se traslada también a la política, donde la dispersión arrecia. Larreta sigue intentando, como puede, hacer equilibrio: al final de camino, insisten, se verá el hilo conductor de las decisiones que cree lo van a llevar al desenlace deseado.