La Argentina tiene tres problemas centrales una pobreza estructural e intergeneracional que supera el 30 por ciento, una informalidad laboral que ronda el 35 por ciento y 1.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, a los que no sólo les cuesta conseguir empleo sino  que son blanco fácil de los mercaderes de la droga. Esto muestra objetivamente que la situación social es grave y que ha empeorado en los últimos meses.

Más allá de las medidas compensatorias que dispuso, está claro que el gobierno nacional no tiene un buen diagnóstico de lo que sucede y está mal orientado; cree que el mercado puede acomodar lo social y confía en que la llegada de inversiones extranjeras será una solución a los problemas locales.  Pero si observamos cualquier indicador podemos ver que la situación se complicó por la inflación,  la suba de los costos fijos familiares a raíz del aumento de las tarifas, el parate de sectores clave como la construcción o el textil, y el freno de las changas, que son las que hacen mover una parte importante de la economía argentina.

Seguramente la economía va a crecer y se va a conseguir algún nivel de inversiones, pero estamos frente a un problema estructural que requiere otro tipo de acciones y, sobre todo, poner el acento en el cuidado y en la generación de trabajo. Y para ello, el gobierno debe reorientar sus decisiones y entender que hace falta un rol activo del Estado. 

Estamos ante el desafío de encarar nuevas políticas para generar inclusión. Hay que empezar por declarar la emergencia alimentaria y volcar más recursos en los comedores comunitarios y los comedores escolares, que por estos días reciben una demanda muy superior a la que tenían.

Crear un Fondo Social, gravando la renta financiera y el juego, para apoyar a los trabajadores informales y los desocupados, establecer un sistema de "empalme" entre planes sociales y trabajo, para que el beneficiario pueda emprender su camino laboral con la ayuda de la compensación oficial, masificar el crédito para que  cuentapropistas y emprendedores puedan invertir en máquinas y herramientas y ser más competitivos, y desarrollar un gran plan de infraestructura básica - un keynesianismo de pico y pala - con el objetivo de generar trabajo para las personas q hoy viven de changas.

Además, hay que establecer el derecho al primer empleo para los más jóvenes, con el expreso cuidado de que eso no se transforme en flexibilización, ir a un sistema dual en la escuela, donde se conecte el estudio con el trabajo, generar una red de tutores y formar una fuerza especial, por fuera de la policía, para cortar la venta de droga en los barrios.

No debemos olvidarnos de las lecciones que nos deja la historia de nuestro propio país. El Estado debe promover las cadenas productivas, fortalecer el mercado interno y apoyar a los sectores más vulnerables.