Los zarpazos de una CFK acorralada: renacimiento peronista y advertencias al establishment
La vicepresidenta mostró los dientes y hasta sus peores detractores en la interna se alinearon tras ella. Nombres y apellidos del poder económico para que sepan hasta dónde está dispuesta a llegar. Revive la épica del Gobierno en tiempos de ajuste.
Acorralada, nerviosa, agresiva, firme, decidida, a todo o nada. Así jugó CFK su nueva carta en la interminable partida de truco o de póker que juega contra importantes sectores del poder concentrado en la Argentina. Muchos interrogantes y pocas certezas surgen de este nuevo capítulo, que continuará en un par de semanas con los alegatos de las defensas pero que sigue prefigurando un final incierto y de consecuencias incalculables para la vida política y social del país.
Las preguntas pueden comenzar con el porqué de la metida de quinta a fondo del establishment contra CFK justo en un momento en que el Gobierno se revuelca en sus propios fracasos políticos y económicos, se desmorona su épica popular en el ajuste que aplica como una realidad inexorable y se pavimenta el retorno democrático de la derecha al poder. La estrategia de presión judicial contra la entonces presidenta que comenzara en los últimos años de su segundo mandato resultaba mucho más clara. Había allí un poder que desgastar, una figura que estigmatizar a la enésima potencia para ponerle fin a un ciclo político nacional y popular en las urnas, algo inédito en la historia del país. Hoy, los coletazos de aquella guerra iniciada por fracciones del poder judicial, medios de comunicación y sectores de la oposición llegan en un clima social muy distinto y extrapolar el resultado exitoso de entonces a la realidad actual puede resultar en un error de cálculo garrafal para el antiperonismo.
Con la cúpula del FDT totalmente desgastada tras una interna que fue condición sine qua non para llegar al descalabro económico actual, con el peronismo quemando las naves y entregando banderas en la aplicación de políticas económicas que bien podrían pintarse de amarillo, no termina de quedar claro por qué acorralar así a la única figura del sistema político argentino capaz de generar incalculables niveles de movilización social y adhesión política. “Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error” decía Napoleón Bonaparte, pero el fiscal Luciani decidió intentar detonar la democracia pidiendo la inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos de la persona que más votos juntó en la historia del país detrás de Perón.
Allí viene entonces la primera certeza, como respuesta a ese primer interrogante. Lo que por las vías de la política no se conseguía quizás desde la ruptura de Moyano con CFK en 2011, lo forzó el nuevo “fiscal de la República” con su show mediático/judicial: que TODOS los sectores de peso del peronismo se alineen detrás de la vicepresidenta. O, dicho al revés y tal como hábilmente lo construyó ella misma con su intervención de hoy, que CFK vuelva a ser la principal aglutinante de todo el peronismo.
Las manifestaciones de apoyo brotaron incontenibles de todos los sectores y sin que hubiera mucha necesidad de forzarlas. Dos que a su tiempo hablaban de las presiones K a la justicia y de meterla presa, dos a los que ella indultó y encumbró en el poder, salieron a tomar posición cual incondicionales. Alberto Fernández y Sergio Massa compartieron mensajes y un comunicado institucional que el Presidente hizo emitir bajo la órbita de presidencia. No sólo eso. Fernández mandó a su tropa a plegarse a la defensa de CFK, incluso a sus máximos operadores, como Julio Vitobello, que hasta hace unos meses llamaban a ministros para que no fueran a los actos de la vicepresidenta, y la llamó para ponerse a disposición descongelando un diálogo que había vuelto al silencio tras el nombramiento de Massa.
De ahí para abajo se ordenaron los principales detractores internos de CFK, como la CGT o el Movimiento Evita, gobernadores, más de 500 intendentes del interior del país y el conurbano, múltiples personalidades reconocidas y hasta algunas de las referencias más importantes de la izquierda como Nicolás Del Caño o Miryam Bregman se plegaron a calificar de persecución política el accionar de la justicia. El apoyo llegó hasta una de las figuras más populares del país como el Indio Solari, dando cuenta de la profundidad del conflicto que los perseguidores de CFK decidieron construir.
“Esto no es un juicio a Cristina Kirchner, es un juicio al peronismo” soltó con la fuerza que la caracteriza esta mañana en su canal de YouTube la vicepresidenta, en una transmisión que a la hora en que se redactaban estas líneas ya tenía 422.642 reproducciones solamente en su canal personal. Con absoluta claridad de ese alcance que sólo ella tiene y que hace orbitar todo el sistema político a su alrededor, CFK le marcó el camino de un renacimiento cargado de épica y mística a un peronismo fragmentado, desilusionado por el fracaso del FDT y prácticamente entregado de cara al 2023. A ese juego la llamaron y, como siempre, respondió retrucando.
Hoy el peronismo se reencontró en una causa común, defender la democracia. El fiscal Luciani, los jueces y el establishment en general deberían saber que CFK no es Lula y la Argentina no es Brasil. Suponer un escenario de proscripción como el del país hermano es inimaginable, al menos en la Argentina de hoy. Por eso no se entiende el nivel de tensión política al que escalaron la discusión, a excepción de que la búsqueda sea volver a desestabilizar la incipiente calma que el oficialismo había logrado en los mercados en las últimas semanas. Como sea, la pregunta que sigue abierta es hasta dónde querrán llevar esa tensión, que puede terminar convocando a movilizaciones populares que no se ven quizás desde la reforma previsional de 2017.
Para ese escenario CFK dejó también otra certeza: si detonan la democracia puede explotar todo el sistema. Y lo hizo poniéndole nombre y apellido a figuras centrales del empresariado macrista y exhibiendo su vínculo permanente con quien quizás sea el símbolo máximo de la corrupción en Argentina, José López, el ex Secretario de Obra Pública que revoleara 9 millones de dólares en bolsos dentro de un convento. Nicolás Caputo, “hermano de la vida” de Macri, Eduardo Guitérrez y Juan Chediak (ex presidente de la Cámara Argentina de la Construcción) fueron “escrachados” por CFK, que dedicó más de media hora a mostrar sus mensajes con López, extraídos del teléfono del ex secretario. La vicepresidenta contabilizó 6 mensajes entre López y Lázaro Báez surgidos del peritaje del teléfono, 86 mensajes con Chediack, 109 con Caputo y 177 con Gutiérrez.
Calcaterra, Sánchez Córdoba, Angelici, Mahiques, Pepín Rodríguez Simón, Basavilbaso y hasta Héctor Magnetto entraron, de una u otra forma que llevaría un paper describir, en el alegato de la vicepresidenta. El mensaje, sin embargo, fue muy claro: “¿Cuáles son los criterios de Luciani y Mola?” repitió varias veces CFK andando y desandando los mensajes entre López y los empresarios M que, en la lógica de los fiscales, deberían constituir mucho más que una asociación ilícita tal como expresó la acusada.
Lo que CFK buscó de manera muy incisiva fue demostrar, una vez más, la doble vara de la justicia argentina para con el empresariado y también para con sectores de la oposición. “Dejaron de tirar del ovillo cuando vieron que llegaban todas estas conexiones con el macrismo” disparó acusando a los fiscales de no investigar con la misma profundidad los vínculos y la posible corrupción de esos actores. Y fue todavía más allá. “El lawfer, que en toda Latinoamérica se utilizó para proscribir a gobiernos populares, acá no se usa sólo para eso sino para proteger a ese empresariado” sentenció.
La idea cierra el círculo y vuelve a poner de un lado a todo el peronismo, alineado con los intereses populares, y del otro a una justicia corrupta (la peor imagen negativa de una institución en cualquier encuesta que se mire hoy por hoy) y cómplice de un empresariado que se enriquece a costas del pueblo. Consciente o inconscientemente, el haber acorralado a CFK le permitió revivir el más profundo relato del kirchnerismo con una vitalidad que la crisis económica le había quitado.
Por otro lado, CFK mostró sus cartas. Si el intento por proscribirla y encarcelarla avanza, su decisión de exponer y desenmascarar los vínculos de corrupción de un empresariado, que toda su vida se enriqueció a costas del Estado y con vínculos políticos, también se profundizará. Si la justicia, impulsada por el establishment, decide realmente cruzar ese límite que no cruzó con ningún otro ex presidente, la dueña de los votos y del amor popular, que hoy volvió a alinear a un peronismo por demás necesitado de conducción, se subirá al ring con todo y hará caer lo que más pueda de un sistema que está podrido hace mucho tiempo y en el que participan todos.
Así como quizás la presión del establishment sea una forma de condicionar al kirchnerismo para negociar el ajuste y el rumbo post 2023, también la vicepresidenta puede haber jugado hoy sus cartas más duras para permitir que otros sectores del peronismo, quizás el propio Sergio Massa, negocien con ese empresariado que ella hoy puso en la portada de todos los portales las condiciones de una coexistencia que evite que se rompa todo. Lo que está claro es que CFK ya asumió hace tiempo que había que plegar banderas y permitir que otros tomen, en gran parte asociados a su nombre y su estatura política, medidas anti populares. Por eso quizás la desencajó tanto esta avanzada casi fuera de contexto, y habrá que ver cómo sigue la historia y cuáles serán sus respuestas. Sólo una cosa es segura: si la acorralan, tendrán que resistir sus zarpazos.