Macri y la (falsa) responsabilidad de la oposición
El ex presidente jugó fuerte con apariciones públicas y definiciones calientes en un momento difícil de la institucionalidad argentina. Un modus operandi opositor reiterado durante más de dos años.
La oposición es responsable, la oposición salvó al país. Así puede sintetizarse una de las ideas que pugna por instalarse tras las dos semanas calientes en las que el Congreso de la Nación aprobó el acuerdo con el FMI para refinanciar la deuda tomada y fugada durante el macrismo. Haciendo gala una vez más de su aceitadísimo aparato de marketing político, los discursos de los legisladores opositores en ambas cámaras repitieron hasta el hartazgo la consigna con la que pretenden no sólo desligarse de las responsabilidades de haber contraído una deuda absolutamente irracional, sino también quedar como los salvadores de la patria a la que tan sólo cuatro años atrás volvieron a encadenar al ancla del FMI. La operación continuó como canto de sirenas en los medios de comunicación opositores al Gobierno, y el que se sumó con fuerza durante los últimos días fue justamente Mauricio Macri.
“Evitamos el default” se titula la carta que publicó el ex presidente el domingo y en la cual saca pecho alrededor de un tema del que debería costarle mucho más caro volver a hablar. En sus primeras líneas queda claro el corazón del planteo: “A pesar de la sucesión de muy malas noticias a las que nos tiene acostumbrados el gobierno, es para destacar como una muy buena la votación favorable que se alcanzó el jueves en el Congreso. Gracias al voto positivo de Juntos x el Cambio, que mostró una gran responsabilidad democrática y una fuerte unidad, evitamos el default”. El intento de salir a capitalizar el parche temporal que una parte del Gobierno y la oposición aprobaron para problema que su gobierno generó, es parte de una operación de sentido más amplia en la que el macrismo está embarcado hace un tiempo. Instalar un relato favorable alrededor de la deuda, sobre la inflación y ahora sobre la responsabilidad para con el país, es la batalla que Juntos por el Cambio libra para terminar de lavarse la cara y las manos de los desastres económicos y sociales cometidos durante su gestión y volver a mostrarse como una alternativa de futuro para una sociedad hastiada y desgastada.
Pero el relato de la responsabilidad opositora se derrumba como castillo de naipes ante un rápido racconto de algunas de las múltiples situaciones en las cuales la oposición, durante estos duros dos años y tres meses de gobierno del Frente de Todos en los que el país atravesó la pandemia, no sólo actuó con falta de responsabilidad política, sino que fue a fondo con el único objetivo de dañar al Gobierno sin medir las consecuencias para la población.
Los ejemplos arrancaron apenas comenzado el Gobierno del Frente de Todos, cuando ante un intento oficialista de subir tres puntos las retenciones a la exportación de soja del 30% al 33%, el sector agropecuario decretó y llevó adelante un paro de un par de días. En aquel momento, varios referentes de JxC salieron a apoyar el paro, entre los que resaltó el ahora Senador radical Alfredo Cornejo. “Se mata a la gallina de huevos de oro que genera riquezas” expresó Cornejo, que también habló de “falta de justicia” para categorizar la medida oficialista, dejando de lado que frente al estallido de la crisis en 2018, el propio gobierno de Cambiemos había vuelto a instalar las retenciones al trigo y el maíz y había subido las de la soja del 26% al 30%, aumentos que en ese entonces los productores aceptaron como un “aporte” al país.
Pocos días después el Covid llegaría a la Argentina para patear todos los tableros. La primera decisión difícil que tuvo que asumir el oficialismo fue decretar el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, popularmente conocido como la cuarentena. Después de unas primeras semanas en las que la gran aceptación social de la medida obligó a la oposición a celebrarla, y hasta hubo referentes de JxC que hablaron del Presidente como el “Comandante” de esa batalla, comenzó un proceso de desgaste de la medida que no reparó en consecuencias. Paulatinamente la oposición empezó a discutir la idea de que la cuarentena destrozaría la economía del país, instalando ese conflicto en una sociedad que mayoritariamente acompañaba la medida.
Un primer punto de quiebre se dio a fines de marzo, a tan sólo nueve días de iniciado el aislamiento, cuando Alberto Fernández utilizó la expresión “empresarios miserables” para expresarse contra los 1500 despidos que Paolo Rocca había ejecutado en Techint. Lejos de acompañar el intento oficialista por preservar todas las fuentes de trabajo, la oposición comenzó a agitar la discusión y las redes empezaron a ser su principal campo de batalla. #AlbertoElMiserableSosVos fue la campaña con la que respondieron los trolls macristas, aunque para ese momento aún las principales referencias opositoras mantenían una cierta compostura y no se subieron públicamente.
Unos días después comenzaría otra de las armas opositoras para desgastar al Gobierno durante los peores momentos de la pandemia. Para principios de mayo ya se convocaron los primeros cacerolazos y movilizaciones contra el aislamiento. Las consignas recorrieron los lugares más bizarros, y hasta llegó a convocarse marcha contra el comunismo. Resaltó entonces la declaración de una Senadora provincial del PRO, Felicitas Beccar Varela, quien expresó que “el coronavirus es una excusa para cerrar la economía, para cerrar las fronteras y para que todos los comercios e industrias fundan y una vez que funden, empiezan a estatizar. Compran las empresas a precio muy barato y si no te las pueden comprar te la sacan”.
La operación era permanente, aunque las primeras líneas de JxC no asumieran todavía la centralidad y tercerizaran en medios de comunicación y figuras de poco mote el proceso de desgaste. Un tristemente célebre episodio que llegó por aquellos días fue la carta con la que la intelectualidad de JxC catalogó de “infectadura” al Gobierno, haciendo referencia al consejo de infectólogos que asesoraban al Presidente como ejecutores de un gobierno autoritario.
Otro hito de los ataques de la oposición al Gobierno se dio ante el anuncio de intervención de Vicentín. La exportadora de granos había llamado a concurso de acreedores y debía 300 millones de dólares al Banco Nación, obtenidos en unos fraudulentos préstamos otorgados días antes del cambio de gobierno. La reacción de JxC, lejos de bregar por los intereses económicos del país, fue de un fuerte respaldo a una de las empresas que más dinero había puesto para la campaña de reelección de Macri. No sólo agitaron las movilizaciones contra la expropiación, sino que llegaron incluso a radicar una denuncia contra el Presidente en Comodoro Py acusándolo de abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público, en la que expresaron que los funcionarios que acompañaran la decisión de expropiar serían considerados “infames traidores a la patria”.
En agosto de ese año, cuando los casos comenzaban a subir y se aproximaba el pico de la primera ola, la oposición avanzó un paso más y comenzó a radicalizar su postura anti cuarentena. Importantes referentes como Patricia Bullrich anunciaron que participarían de una marcha el 17 de ese mes, a la que no convocaban partidariamente pero a la cual asistirían. En un momento en que el Gobierno destinaba todos los esfuerzos a intentar contener el avance del virus, la cabezas de la oposición llamaban a la sociedad a manifestarse en las calles.
Bullrich se refirió en esa oportunidad a “la incomprensión de una cuarentena eterna que nos pone en una situación de destrucción total para todas las familias argentinas”, enarbolando otra de las consignas con las que más lastimó la oposición al Gobierno y su estrategia sanitaria: “la cuarentena más larga del mundo”. El propio Macri tuiteó al día siguiente de la marcha “Orgulloso de los miles de argentinos que salieron ayer para decirle basta al miedo y al atropello, y sí al trabajo, al respeto y a la libertad”. El ex presidente estaba en Europa, donde se recluyó más de un mes.
Un mes después se dio uno de los momentos más tensos en lo que va del Gobierno del Frente de Todos. Un sector de la policía bonaerense comenzó un reclamo salarial que fue explícitamente apoyado por el macrismo. “Ya pasaron 9 meses de gestión de Axel Kicillof y la Policía de la Provincia de Buenos Aires es el sector estatal más castigado por este gobierno” expresó un comunicado del bloque de Diputados bonaerense de la coalición opositora, en el que se exigía una urgente respuesta al reclamo salarial. La protesta llevó a los uniformados que hicieron paro por tres días a las puertas mismas de la Casa de Olivos, en lo que fue una gravísima amenaza contra el orden institucional y la figura presidencial.
Para fin de ese agitado 2020 llegó uno de los hitos de la irresponsabilidad opositora. Cuando la Argentina se encaminaba a ser una de los primeros países del mundo en conseguir vacunas contra el Covid a partir del convenio con el instituto Gamaleya de Rusia por la Sputnik V, la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, denunció penalmente a Alberto Fernández por “envenenamiento” a raíz de la firma de ese acuerdo. Meses después la denuncia sería desestimada por la justicia, pero sirvió para formar parte de una intensísima campaña en contra de la vacuna rusa por parte de la oposición en su operación de lobby por la compra al laboratorio norteamericano Pfizer.
Ya en 2021 el macrismo se montó sobre el nuevo caballito de batalla elegido para ese año. A febrero, cuando las distintas jurisdicciones del país delineaban el retorno de niños, niñas y adolescentes a las aulas tras un 2020 de completa virtualidad, Juntos por el Cambio primereó al Gobierno y convocó a una importante movilización por el retorno a las aulas. Frente al Palacio Pizzurno se congregaron los tres titulares de los partidos de la coalición, Alfredo Cornejo por la UCR, Patricia Bullrich por el PRO y Maximiliano Ferraro por la Coalición Cívica. El gesto político marcó que el macrismo iría a fondo con ese tema, elegido como principal arma para confrontar con el Gobierno en un año electoral.
Para mediados de abril y con la segunda ola comenzando a agigantarse, la oposición apretó el acelerador y recurrió a la justicia para reclamar ante una suspensión temporal de la presencialidad escolar en la decretada por el ejecutivo nacional ante la suba de casos. La historia es conocida, luego de tironeos y fuego cruzado, la justicia hizo lugar al planteo de Rodríguez Larreta y autorizó a la CABA a sostener la presencialidad por sobre lo que había decretado el Gobierno nacional. Fue una torcida de brazo clave para el cálculo electoral que ya hacía Juntos por el Cambio.
Más cerca en el tiempo, a fines del año pasado la oposición cruzó un límite que sólo se había atrevido a cruzar una década atrás. Envalentonada por el triunfo en los comicios, no le votó el presupuesto al oficialismo para el 2022, obligando al Gobierno a gestionar con el presupuesto del año anterior, algo que en la historia reciente sólo le tocó pasar a CFK en 2011.
Esta lista de ejemplos resulta un tanto azarosa y podría demandar un libro de extensión. Lo cierto es que aunque los lobos se vistan con pieles de cordero ya han demostrado sus verdaderas intenciones en suficientes oportunidades como para que el calificativo de responsables les quede gigante. El propio Macri, que en 2015 prometía pobreza cero y unir a los argentinos y se fue del gobierno dejando un país en llamas, muestra un giro de 180 grados en sus discursos que demuestran lo irresponsable de sus posturas.
En una entrevista de esta semana en La Nación+, el ex presidente expresó que estaría a favor de privatizar Aerolíneas Argentinas si no logra funcionar con déficit cero. “Si no es viable hay que privatizarla” dijo, ya que con lo que el Estado destina a la empresa se podrían hacer una “cantidad de escuelas, cantidad de hospitales, kilómetros de ruta”. La pregunta que cabe es por qué pasó de negar cualquier privatización en 2015 a este discurso, o por qué durante su gestión no construyó esas escuelas o dejó caer el sistema de salud pública que el Gobierno actual debió poner en pie en plena pandemia.
La máscara de la responsabilidad opositora duró lo que un suspiro, y mientras aún no se aprobaba el acuerdo con el Fondo en el Senado, el ala dura del PRO amenazó con no votarlo si el Gobierno subía retenciones. Las excursiones a caballo o tractores de Patricia Bullrich en las protestas de los agropecuarios ya son figurita repetida y no importa si el sector está teniendo una renta extraordinaria por el alza de los precios y gran parte del país pasa hambre.
Ante la convocatoria del Presidente a la guerra contra la inflación, la oposición responde con más presión, críticas descarnadas y boicot mediático a cualquier medida que se anuncie. Descansa en la idea de que el drama de la inflación los argentinos se lo facturarán al Gobierno, y en vez de intentar aportar soluciones echa leña al fuego cada vez que puede con el único objetivo del desgaste.
Macri declaró en la entrevista mencionada que el Presidente “no sabe dónde está parado, no sabe dónde tiene que ir ni como ir”. Lejos de intentar apaciguar un momento difícil de la institucionalidad argentina, Macri apuesta fuerte: “seguramente vamos a volver al poder en el 23, somos una alternativa seria que tiene la Argentina”. Ese es el nuevo relato que el macrismo intenta instalar mientras desgata al Gobierno, y no reparará en límites ni consecuencias. Sobran ejemplos para afirmarlo.