Malvinas, pasado y presente
La Guerra de Malvinas no se entiende sin considerar la crisis que estaba atravesando la dictadura y la necesidad del gobierno de Margaret Thatcher de utilizar el hecho para fortalecerse internamente
En nuestro país veníamos del paro general con movilización del 30 marzo de 1982, que fue el punto más alto de las luchas que se venían intensificando desde 1979, con un protagonismo creciente de la clase trabajadora. La apuesta de Galtieri y la Junta Militar era que por los servicios prestados a Estados Unidos en América Central, donde militares y agentes de inteligencia argentinos “instruyeron” a sus pares de esos países para enfrentar los movimientos guerrilleros en El Salvador y Guatemala así como participar en el entrenamiento de la guerrilla “contra” que se hacía en Honduras para atacar al gobierno sandinista en Nicaragua, el “imperio” iba al menos a mantenerse neutral en el enfrentamiento con los británicos.
Error central, ya que Estados Unidos no iba a dejar de dar apoyo a una potencia aliada en la OTAN. Así se produjo la paradoja de una dictadura abiertamente anticomunista, cuyos integrantes sostenían estar librando el “capítulo argentino” de la “tercera guerra mundial” entre “occidente” y “el comunismo internacional”, que terminó en una guerra contra una de las principales potencias de la alianza atlántica. Contra la impresión que se tiene actualmente, el resultado de la guerra no estaba definido de antemano. En Gran Bretaña muchos consideraban que el envío de la flota por parte de Thatcher era una aventura. A pesar de la conducción militar desastrosa por parte de la junta argentina, Thatcher cuenta en sus memorias como estuvo al borde de fracasar todo su plan militar cuando los aviones argentinos estuvieron al borde de hundir al buque que concentraba gran parte de la logística británica.
Internacionalmente, la victoria británica fortaleció la ofensiva neoliberal en todo el mundo y fue utilizado para contener los reclamos por la deuda externa latinoamericana, que crecerían luego de la moratoria en los pagos decretada por México en agosto de 1982, poco después de culminada la guerra de Malvinas. En lo que hace a nuestro país, el régimen dictatorial se derrumbó, aunque los partidos agrupados en la Multipartidaria, que integraban el PJ, la UCR, el Partido Intransigente, la Democracia Cristiana y el MID de Frondizi y Frigerio, lo sostuvieron para favorecer una retirada más o menos ordenada.
Las clases dominantes y sus partidos políticos se basaron en la derrota de la guerra para imponer una visión de que al imperialismo no se los puede derrotar y que entonces no queda otra que someterse a sus imposiciones. De ahí que no comparta en lo más mínimo la visión de quienes sostienen que fue gracias a Thatcher que se terminó la dictadura y que entonces hay que celebrar la derrota. Es una posición que separa el resultado de la guerra de la implementación del neoliberalismo y del sometimiento que padecemos respecto del imperialismo. Y que oculta que fue la resistencia interna la que fue limando al régimen militar, que entró a la guerra muy debilitado y la utilizó para tratar de salvarse mediante una salida aventurera que le salió al revés de lo pensado.
Malvinas no es una cuestión del pasado en tanto se mantiene la ocupación colonial británica. Esto ha favorecido el saqueo de recursos económicos existentes en el Atlántico Sur, empezando por el ictícola, y que una potencia perteneciente a la OTAN cuenta con una base estratégica para la conquista del continente antártico. Tampoco creo que Malvinas puede separarse de la injerencia imperialista más de conjunto que padece nuestra región, y que se expresa en todos los terrenos.
En el económico, en la presencia de sus empresas multinacionales y en el control que ejerce de las políticas económicas a través del mecanismo del endeudamiento externo, también una fuente de drenaje de recursos del “sur” hacia el “norte”. En lo político, a través de pactos y tratados internacionales que nos subordinan al país del norte, y de organismos como la OEA, a la que bien definió el “Che” Guevara como el Ministerio de Colonias de los Estados Unidos. Recientemente lo hemos visto en la gestación de golpes de estado más o menos camuflados que impulsaron en varios países de la región, utilizando para ello su creciente control del Poder Judicial de los distintos estados. También está la injerencia sobre las fuerzas armadas y los organismos de seguridad e inteligencia, que es obscena.
En lo que hace al gobierno, más allá de la retórica respecto al cuestionamiento a la ocupación británica, el Atlántico Sur es un verdadero colador en lo que hace a cómo los barcos factorías se apropian ilegalmente los recursos ictícolas que están en el mar Argentino. Además es un gobierno que legitimó la deuda tomada por Macri con el capital financiero internacional. Y que, apenas asumió, hizo aprobar en el Congreso, con el voto en contra solo del Frente de Izquierda, ejercicios militares comunes con los Estados Unidos que incluían la presencia de 5000 efectivos yanquis recorriendo todo el Atlántico Sur, el operativo “Gringo Gaucho”, un verdadero escándalo, algo que frenó la pandemia. Sin una política consecuentemente anti imperialista de conjunto es difícil pensar que puede terminarse con la ocupación colonial británica en las islas.
Malvinas no puede tomarse como un tema aislado sino como expresión de la dependencia y los aspectos semi coloniales de nuestros países. Las clases dominantes locales y sus sucesivos gobiernos han mostrado que son incapaces de superar esta situación. Solo gobiernos de la clase trabajadora pueden tomar las medidas necesarias para terminar con la dependencia y el atraso y lograr Unidad Socialista de América Latina. No habrá dominación colonial que pueda mantenerse si emprendemos este camino.
* Sociólogo y dirigente nacional del PTS en el Frente de Izquierda Unidad. Twitter: @chipicastillo