No se parte ni se dobla
La UCR votó por seguir en Cambiemos con Mauricio Macri
La UCR ratificó su permanencia en Cambiemos a través de una convención atildadamente agitada y realizada en un galpón alfombrado de Parque Norte, en la que 314 convencionales sobre un total de 325 debatieron durante seis horas. La resolución se concretó pasadas las 20 y se condijo con las conjeturas y vaticinios que promovían antes de la instancia orgánica partidaria los distintos sectores con representación.
El poroteo informal indicaba que no habría sobresaltos a pesar de los condimentos previos para este encuentro. Con la evocación - para bien o para mal- de la arquitectura electoral que se definió en Gualeguaychú en 2015, las tres grandes vertientes en pugna dentro del radicalismo sintetizaron por mayoría la máxima del fundador del partido, Leandro N. Alem. Así, la conclusión por paráfrasis sería que la UCR pretende que la alianza gobernante no se parta ni se doble pero que se abra.
En ese sentido, apelaban a cierta candidez los voceros consultados por este medio a raíz de nuevas versiones domiciliadas en Casa Rosada sobre la chance de que el presidente Mauricio Macri admita la apertura de la fórmula. Sin perjuicio de esa ilusión, la tríada ideológica sobre la que pivotea la UCR, la de la apertura cambiemita encabezada por el gobernador mendocino, Alfredo Cornejo; la de la ruptura, impulsada por Ricardo Alfonsín y Federico Storani; y la de la conciliación dócil, rubricada por el vicegobernador bonaerense, Daniel Salvador, y el senador formoseño Luis Naidenoff, entre otros, cabildeó toda la tarde sin llegar a los sillazos.
Voceros de Cornejo facilitaban a quien lo pidiera el documento borrador, tópico sobre el que hubo pases de factura intensos en la última semana, que postulaba la necesidad de apuntar hacia “una coalición de gobierno”. El propio diputado Mario Negri le dijo a Diagonales, en el fragor de una jornada intensa, que hasta ahora Cambiemos había funcionado como una “coalición parlamentaria” pero debía madurar hacia una de gobierno.
Esa tesitura fue siempre elevada por el ex senador Ernesto Sanz, anche traducida por los objetores como el “apetito radical” por los contratos o los espacios en el Gabinete. Sin embargo, el ex embajador argentino en Washington y actual diputado por ECO, Martín Lousteau, también se manifestó en la misma sintonía: “hay que ampliar Cambiemos”, repetía esta tarde y daba como ejemplo de funcionamiento factible junto a otras formaciones partidarias los casos de Mendoza y Jujuy.
Dimes y diretes
Cerca de las 15, el presidente de la Convención, Jorge Sappia, tomó la palabra y, luego de resaltar que la UCR es “el partido de las libertades públicas”, invitó a los presentes a ponerse de pie para entonar las estrofas del Himno Nacional Argentino. Si bien no hubo dedos en V ni el típico coro de tribuna futbolera que acompaña el in crescendo musical con el “Oh, oh, oh, oh” de las canchas, más de uno se peló la garganta al final, vivando al radicalismo. Y como si el sonidista fuera un DJ inspirado, enganchó la emblemática composición de Vicente López y Planes con la “Marcha radical”.
En ese momento, los militantes embanderados detrás del segundo vallado del salón se entusiasmaron y vivieron, quizá, los minutos de mayor algarabía. Al cabo, hubo un grupo de señoras que gritaron “basta del Pro” pero la disidencia se apagó bajo un ecuménico y totalizador “Alfonsín, Alfonsín”.
Es probable que, a esa hora, las bases todavía no supieran de la intempestiva partida del hijo de quien fuera el primer presidente desde el retorno de la democracia. Atosigado por las cámaras, el ex diputado alcanzó a aducir mientras se subía a un Peugeot 408 color gris que se iba “a una reunión enfrente”. Enfrente del predio, está Ciudad Universitaria y más allá, el Río de la Plata.
No obstante, fuentes partidarias aseguraron que algunos dirigentes mantenían reuniones cruzadas fuera del reducto. Lo que seguro no generará discrepancia alguna era el enojo que portaba en su rostro el heredero del líder extinto oriundo de Chascomús, incluso contra el consejo de los asesores que le recomendaron que sonriera frente a las cámaras porque el documento final es dable a interpretaciones periodísticas pero el rictus brinda elocuencias sin ambages.
En tanto, Sappia solicitaba que la ceremonia transcurriera con “una deliberación franca, de buena fe, respetuosa y considerada”. Minutos más tarde, fue el turno del ex legislador Rodolfo Terragno y volaron los primeros vasitos y botellitas de agua mineral desde el gallinero hacia las yardas de los convencionales.
Terragno reclamó la búsqueda de “un denominador común”, y bajo ese paraguas mentó la noción de que “un denominador común es ofrecerle a la sociedad una alternativa al populismo”. Al respecto, sostuvo que ningún médico receta amoxicilina para cualquier cosa pero, paradójicamente, “populismo” fue la palabra más repetida por los oradores y su aplicación no guardaba demasiado rigor ni precisión. En el fondo del bunker reservado a la prensa, escuchaba un trabajador del complejo abocado a servir el café a los periodistas y recordaba que, en 2015, cerraron el año con 600 eventos pero ahora no llegan ni a 200.
Abstencionismo revolucionario
Como si estuviera en 1905, por fuera de todo, el presidente de la UCR porteña, Guillermo de Maya, cavilaba fuera del salón sin que lo dejaran entrar por no ser convencional. Fumando un cigarrillo, accedió a la conversación con este portal y admitió que resultaba difícil, a esta altura de las negociaciones, torcer el rumbo del barco cambiemita. “Si (Roberto) Lavagna hubiera llegado con 20 o 25 puntos en cancha, nos podíamos parar de otra manera”, lamentó.
Otro actor disidente con responsabilidades partidarias hasta se dio el lujo de reconocer que el anuncio de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández “se comió el centro ideológico” del electorado. “Si Alberto te pone a Massa de candidato a gobernador, cagaste”, se quejó mientras despotricaba por la suerte del radicalismo y la imposibilidad de evadirse del apogeo macrista –aun en declive por la crisis económica-.
Uno de los hitos salientes de la convención fue la moción arrojada por una convencional para que el partido adoptase la paridad de género. Parada desde el atril, frente al cronómetro que marcaba la cuenta regresiva de 7 minutos que acreditaba cada expositor, la mujer apuraba a las autoridades partidarias, que no salían de su estupor. La celebración no llegó a ser como el aullido amazónico de la marea verde que a menudo surca las calles porteñas pero tuvo lo suyo. Y la contracara de la sororidad radicó, tal vez, a la saga del salón: cuando una señora vituperaba al Presidente y al Pro con furia y otra correligionaria, al mejor estilo Graciela Camaño contra su par Carlos Kunkel, le surtió un cachetazo que derivó en un tumulto menor y velozmente contenido.
El discurso final estuvo reservado a Cornejo, quien dedicó enfáticas críticas al Gobierno pero destacó que el “instrumento Cambiemos funcionó” porque, según su razonamiento, hay 70 ex funcionarios kirchneristas presos aunque la pobreza no haya bajado. Bajo esa perspectiva y entre los insultos de una porción minoritaria que se sintió derrotada durante todo el desarrollo de la reunión plenaria, el mandatario mendocino advirtió que Macri puede perder en primera vuelta y también en ballotage si no se amplía Cambiemos. “Vamos a ratificar el instrumento Cambiemos para vender al populismo pero también, con humildad, decimos que no ha alcanzado, no ha sido suficiente y no hemos logrado el objetivo que enamore a los sectores medios, que han recibido como respuesta de este gobierno sólo el ajuste”, clamaba desde el atril del escenario al tiempo que sus asesores repartían la versión final del documento a la prensa.
Al cierre de la tenida, un radical curtido en estas lides asumía la falta de fortaleza para hacer otra cosa que no sea la ratificación del “partido del ballotage”, término acuñado por el analista Ignacio Zuleta. “Pero andá a encontrar otro partido que delibere así, en instancias orgánicas”, se jactaba como si fuera una buena costumbre que hubiera caído en desuso. Tanto como el gorro frigio, que se vendía a 200 pesos en un pasillo aledaño al salón principal, en una mesa repleta de merchandaising, y se exhibía con un cartel que incluía la palabra “oferta”.