Históricamente binarizados, los argentinos siempre creen encarnar una civilización, amenazada por una barbarie ajena, que no permite profundizar políticas de estado en favor de la mayoría de los ciudadanos. Interpelados desde la controversia, no solo no logran acordar líneas de trabajo para el bien común, sino que obturan la posibilidad de la emergencia de algo nuevo.

Con un promedio de 3.5 puntos de ventaja a favor de la fórmula del Frente Todos. Un 76% de los electores manifiestan su decisión de votar a Fernández – Fernández o Macri – Pichetto. Del 24% restante, todavía hay un 8% que no tiene decidido qué hacer.

Cerca de definir la futura presidencia en la primera vuelta, las estrategias de los principales competidores son bastante conservadoras. Hasta el momento, la discusión parece girar en torno de lo intolerable. Por un lado, el antiperonismo  que prefiere concentrarse en las cercanías de Juntos por el cambio y por otro, el antigorilismo que se aglutina alrededor de las dos F.

Del lado del gobierno, la obra pública y la zanahoria del futuro parecen ser los pilares centrales de la oferta. Desde el peronismo, los datos sobre una economía que no solo no logró arrancar sino que empeoró todos los indicadores durante la gestión Macri es el caballito de batalla para lograr más adeptos.

Puestos a analizar la demanda, está claro que las consecuencias de la política económica afectan de modo negativo a mucho más que los dos quintiles que prefieren el triunfo de Fernández -Fernández. Sin embargo, y a pesar de no pertenecer mayoritariamente al del mayor poder adquisitivo, hay un poco más de un quintil que, a pesar de sus penurias, refuta con su elección aquello de “Es la economía, estúpido”.

¿Qué explica que sectores afectados por la decisión de tomar deuda, favorecer a las empresas de energía y el sistema financiero -desactivando la producción con sus consecuencias sobre el mercado de trabajo-, endurecer la punición sobre los más vulnerables, desfinanciar la seguridad social, la educación y la ciencia, reincidan en la elección de un candidato que promete profundizar lo que está haciendo? Es tarea de psicólogos de masas analizar los motivos por los que la pulsión de supervivencia queda relegada a un segundo plano.

Sin embargo, una de las posibilidades es la creencia grabada a fuego de que la política es una cuestión de otros. Y, a su vez, que esos otros son corruptos, inoperantes o desidiosos.  También, que cuando los resultados son favorables, los méritos son propios y cuando son desfavorables es por la política o los políticos o lo que ellos generan que son, básicamente, pobres.

En medio de esta situación, esa quinta parte de electores más despolitizados, que eligen opciones sin posibilidades, se escudan en cuestiones morales  (como la de las dos vidas) o cambios radicales (como el no pago de la deuda). El 8% restante es el que inclinará la balanza, en la primera vuelta o, si no alcanza, en el ballotage.

Mientras tanto, lo que subyace en  la elección es qué proyecto de país será el que signe el destino de 45 millones de habitantes por los próximos cuatro años. Si la continuidad de la desindustrialización, con su impacto directo sobre las fuentes de trabajo y hasta los hábitos alimentarios de la población o uno más moderado, en el que se pueda recomponer el sistema productivo, las fuentes de trabajo y la inclusión de los más vulnerables.

 *Dra. En Ciencia Política. Directora IIPPyG – UNRN. Profesora UBA