Política de empleo, política de seguridad social y política de transferencia de bienes y servicios
La política social en Argentina se caracterizó por comprender tres ramas principales
Más allá de una clara predisposición hacia políticas asistencialistas y de neto carácter coyuntural, existe en el país un sistema de políticas sociales basado en una vasta red de instituciones públicas, productoras y prestadoras de bienes y servicios estratégicos en la reproducción de la sociedad argentina (educación, salud, infancia, vejez, vivienda, alimentación).
Esta red tiene prácticamente su origen con el peronismo clásico. Es en esta etapa donde se consolida el Estado Social, el cual, siguiendo en parte a Luciano Andrenacci -y considerando los dos “pares” que constituyen los pilares de la Teoría de la Política Social-, interviene “en el centro” del sistema como política de integración social en una sociedad salarial (basada en el mercado de trabajo) e interviene “en las márgenes”, asistiendo a aquellos individuos que no están insertos en el mercado laboral. Estado que, como una suerte de “híbrido” institucional, combina características de un Estado de bienestar corporativista (siguiendo a la clasificación propuesta por Esping Andersen) con algunas medidas de carácter universal: universalización de las relaciones salariales (pleno empleo, “seguro social”); políticas universales en cuanto a salud, educación, vivienda y servicios; y política asistencialista contra la pobreza.
Actuando sobre la distribución primaria del ingreso –políticas laborales basadas en el “pleno empleo” producto de un fuerte proceso industrializador dirigido en primera instancia al abastecimiento del mercado interno- y, tanto desde el Estado como desde una fuerte estructura sindical y desde la Fundación Eva Perón, centrando su atención en las políticas sociales propiamente dichas, es decir, en la distribución secundaria del ingreso, el peronismo clásico consolidó una creencia popular basada en la seguridad de las relaciones salariales y en el acceso universal a ciertas prestaciones básicas y trascendentes para el desarrollo colectivo: la educación y la salud públicas y los servicios en manos del Estado.
Este tipo de régimen de bienestar autóctono, caracterizado por una creciente movilidad social ascendente, hacia mediados de los años setenta comienza a desmantelarse, a tono con la crisis del Estado de Bienestar a nivel mundial, produciéndose un proceso de marcada movilidad descendente, provocando una sugestiva y alarmante polarización social -elevada concentración de la riqueza por parte de un reducido grupo en contraste con el empobrecimiento de la mayoría de la población-. Este proceso de homogeneización “hacia abajo” de la estructura social argentina implicó el abandono de la vieja fisonomía social y el advenimiento de una nueva. Y, paradójicamente, será el propio peronismo el que consolidará dicho proceso situado en la “vereda de enfrente” del impulsado por el primer peronismo.
Las dos últimas décadas del siglo XX estuvieron marcadas por un doble proceso: democratización del régimen político –“incluyente”- y modernización del Estado –socialmente “excluyente”-. Estado mínimo, mercado libre, transnacionalización de la economía y concepción del ciudadano como consumidor, constituyen la matriz de una nueva mentalidad, vinculada al mercado, a valores meritocráticos individuales, a pérdida de solidaridades y de expectativas de distribución o justicia social, expulsando del sistema a todo aquél que no esté capacitado -económica y políticamente- para adecuarse a esta coyuntura.
Como conclusión, podemos decir que la política social en Argentina se caracterizó por comprender tres ramas principales: política de empleo, política de seguridad social y política de transferencia de bienes y servicios, principalmente con el Estado Social: regulación “tutelada” por el Estado -convenios colectivos de trabajo-, seguridad social basada en la previsión social y en la salud y un Estado proveedor de educación, salud, vivienda y asistencia a los sectores más vulnerables. Con la instauración del Estado Neoliberal, el menemismo lo único que trató de garantizar, y hasta cierto punto, fue la política asistencial. Y los acontecimientos de diciembre de 2001 demostrarían que con eso solo “no fue suficiente”, al contrario. En la próxima entrega, entraremos a una nueva metamorfosis del peronismo en relación a su proyecto de país y su “relación” con las políticas sociales.
*Politólogo y Mgr. en Políticas Sociales –UBA. Twitter: @Ceoscaam